ARGENTINA / El país de las mezquindades / Escribe: Hernán Brienza






Hay tantas argentinas como miradas posibles. Hay un país para pocos. Un país del campo. Uno de los políticos, de la sociedad civil. Uno de los que se quejan siempre. Otro de los que no se quejan nunca y no tienen pensamiento crítico.

En uno, todos hacen, mal o bien, pero todos hacen. En otro, todos critican a los que hacen. En ciertos momentos, parecieran comandar las riendas los brutales, los impiadosos, los corruptos.


Sin embargo, a pesar de lo que muchos creemos, la mayoría de los tiempos, Argentina se convierte en un país donde no hay demasiadas miradas absolutas, aun cuando las pasiones parecieran indicar lo contrario. Miguel de Unamuno solía decir que el pecado preferido de los españoles era la Envidia. Sospecho que en nuestro país, el deporte preferido después del fútbol es la mezquindad, el chiquitaje, es todo dicho sin ninguna pretensión totalizadora.

Esta semana ocurrieron varias cosas importantes para nuestro país. Primero, el encuentro entre el Papa Francisco y la presidenta de la Nación, que pone la agenda de nuestro país en un lugar de relevancia internacional y solidifica, a través de la política del Vaticano, el proceso de unidad latinoamericana.

Segundo, el apoyo del primer ministro François Hollande en sus negociaciones ante el Club de París, para que nuestro país pueda saldar definitivamente la deuda de aproximadamente 9000 millones de dólares a los nueve países que integran ese conglomerado de soporte financiero.

Como si fuera poco, Francia, Brasil, México y Estados Unidos desestiman la actuación de la justicia norteamericana en el caso de los fondos buitre respecto de la reestructuración de la deuda externa. Por último, una delegación de 46 escritores, ensayistas y académicos representan al país en el Salón del libro de París, una de las ferias más importantes del mundo. La presentación de Argentina como "invitada de honor" en el Salón del libro se suma a otras grandes presencias de nuestro país en otros foros internacionales.

En 2010, fue también miembro honorífico pero en Frankfurt, allí sí, el centro comercial editorial más importante del planeta, y en los próximos meses también ocurrirá lo mismo con la Feria de Guadalajara, la más reconocida de Latinoamérica. Por lo tanto, es un hecho de que nunca hubo tanta conexión entre la cultura de los libros argentinos y los centros de distribución comercial y de producción más importantes del planeta.

En París, los escritores y ensayistas hablan, conferencian, debaten, recorren, producen, discuten, homenajean, celebran a toda la cultura argentina en un stand que representa una mirada del canon literario lo más amplio y abierto posible. Desde Leopoldo Marechal a Beatriz Guido, de María Elena Walsh a Jorge Luis Borges y con la presencia constante de Julio Cortázar como puente indisoluble entre Buenos Aires y la encantadora capital francesa. Y eso presupone un gran esfuerzo para el Estado, monetario, pero también de creatividad, que realiza a través de la Secretaría de Cultura dirigida por Jorge Coscia.


Obviamente, todo es posible fuente de debate y se puede analizar la presencia argentina en París desde distintos puntos de vista. Las temáticas, las mesas, los argumentos, los relatos, incluso las presencias y las ausencias. Lo que me parece que no es procedente es entrar en el "chiquitaje yoico" de ¿por qué va él y no yo? ¿por qué a mí nadie me mira? O sentenciar, "al final van todos los hinchas de River".

Reducir el todo a una parte es el principal recursos de los mezquinos. Y reducir el todo al papel que me toca a mí en la feria de las vanidades es quizás la herramienta de los miserables de espíritu.

Una delegación no se mide –si es que es posible medirla– por si estoy o no estoy incluido o incluida. Nadie es tan importante ni imprescindible en la ronda de la literatura argentina actual, quizás porque todavía no está formado el nuevo canon literario. En lo que respecta a mi propia miserabilidad –he recibido algunos ataques en los últimos meses por haber sido invitado a París–, sólo voy a decir que en estos 20 años como periodista y politólogo no he hecho otra cosa que trabajar, trabajar y trabajar. Que escribí seis libros propios, la mayoría de ellos aceptados por los lectores –algunos de ellos muy calificados– y que me intenten comparar con escritores más avanzados en edad y en trayectoria, más que amilanarme, me produce orgullo, ya que no alcancé todavía los 45 años, como muchos de los escritores que están aquí y me parece un gran hallazgo en términos de selección por parte de los organizadores. Tener que defenderme de las acusaciones me empequeñece hasta límites que mi humildad no me lo permite, por lo tanto pongo aquí un punto y aparte.

Pero si hay algo que me preocupa es la mentira, la acusación falsa, la mezquindad y la miserabilidad. En mi caso personal pueden intentar agredirme acusándome de "kirchnerista", como si eso fuera un pecado original. Apoyo al que considero el mejor gobierno desde hace 50 años más allá de mis libros que, por otra parte, fueron escritos muchos de ellos con anterioridad a mi defensa pública del modelo actual –y, oh casualidad, muchos de ellos cuentan con una buena crítica aún en esos mismos medios que durante los últimos días han criticado a la delegación argentina en París–. Lo que sí me parece una situación delicada es la operación política de algunos medios de comunicación –casualmente no de sus periodistas que están aquí en París– de intentar "kirchnerizar" la delegación argentina.

Yo entiendo que muchos de los que no viajaron a París tienen fuertes lazos económicos con grupos editores nacionales e internacionales y se ven obligados a hacer campañas a favor del diario El País de Madrid, por ejemplo, que los premia con tapas de suplementos como el Babelia o les permite escribir babosas columnas de opinión políticamente correctas para la ¿centroizquierda? europea. Pero eso no los puede obligar a falsear la verdad.


Es absolutamente mentira que la delegación sea kirchnerista. Acusando a unos pocos escritores que tienen una simpatía manifiesta por un proyecto político hubiera bastado. Pero cuatro o cinco, supongamos, de un grupo de 50 no parece justificar tamaña operación política. No llega ni al 10% de los invitados.

Las "acusaciones" por parte de los medios de comunicación no "mancha" al 10% –cuyo trabajo intelectual, además, es valioso antes, durante y después de un gobierno determinado– sino que involucra injustamente a los 40 restantes. Me consta personalmente que la mayoría de ellos no tienen una identificación política abierta y determinada. Por lo tanto, la operación política de los grandes medios ataca, por sobre todas las cosas, el talento de esos escritores.

Como no tengo problemas personales con nadie, y no creo tampoco en títulos honoríficos ni de nobleza, estoy convencido, como escribió Antonio Machado que no hay que contestar las acusaciones de los "pedantones al paño" y si "hay vino beber vino y si no hay vino agua fresca".

Yo me siento a la mesa de cualquiera y con cualquiera, soy democrático y republicano y no me creo ni más ni menos que nadie. No me siento parte de ninguna aristocracia del barrio.

En la delegación argentina hay mucho talento suelto. El escritor romántico francés Víctor Hugo, escribió: "Donde no hay más que una mañosa astucia, necesariamente hay mezquindad. Decir astutos es decir mediocres." Ante las artimañas de los que critican a quienes viajaron, los autores en París le contestan con el talento de sus libros.

Lo demás, es la arrolladora presencia de franceses que recorren el stand argentino ávidos de redescubrir las maravillas de una literatura en constante movimiento y logran que París sea una fiesta para los argentinos de bien.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 23 de marzo de 2014)

Image Hosted by ImageShack.us