Fui en el fin de semana a hacer compras a un supermercado de las cadenas más conocidas. Acicateado por la lectura de los medios gráficos y por el espanto televisivo, creí que iba a encontrar alguna situación tensa y los precios muy cambiados. Nada de ello ocurrió: los precios eran parecidos o iguales a los anteriores (en algunos casos menores, como en una consagrada marca del "amargo"). Absoluta tranquilidad en los compradores, un espíritu de vacaciones notorio; otras veces he escuchado comentarios de discusión política en torno de los precios, esta vez ninguno. Ni la menor corrida, ni el menor acaparamiento, ni alguna falta importante de mercadería. Nada, todo perfectamente plácido y normal.
Veo por TV el Festival de Cosquín; por supuesto, miles de personas, y un pleno clima de fiesta. Y el Festival de Villa María con su enorme tribuna y concurrencia; no hay la menor tensión que pudiera ser ajena al espíritu del baile, el canto y la alegría. En Mendoza está el "Rivadavia canta el país" en los mismos días...un enorme despliegue de música y de gratificaciones para la ciudadanía. Mientras, una parte importante de clases media baja, media y alta veranea en las sierras o las playas nacionales, y va al mar en Chile o Brasil, cuando no Cuba, Dominicana o Miami.
¿De qué hablan los diarios cuando fogonean un pretendido caos económico y social en el país? ¿Qué mundo falso inventa la televisión dominante? Se ha logrado así establecer la esquizofrenia que muchos argentinos sostienen: "Yo estoy bien, pero el país está mal"; es el modo de conciliar la experiencia personal de que la economía permite alto consumo, pero de escuchar todo el día que estamos al borde del abismo. Claro, lo mismo que se escucha desde hace ya diez años, y jamás se concreta, pero cada vez se lo vuelve a vaticinar como si fuera un imperativo inevitable.
Así se disocia el bienestar personal y se lo presenta como si nada tuviera que ver con la situación macroeconómica. Gracias a esta los logros personales se hacen posibles, nadie se realiza en una sociedad destrozada como la del 2001. Sin embargo, escuchamos a quienes dicen "yo tengo lo que tengo porque me lo gané", como si el esfuerzo personal bastara en cualquiera y en todos los casos de situación económica del país; o, como escuché de una reciente jubilada docente, "gracias a Dios tengo buena jubilación", como si la vigente escala de jubilación para profesores hubiera venido de Dios y no del actual gobierno nacional, contra el cual esta persona protesta permanentemente.
Pero para los diarios, estamos en situación terminal. Inventan el descontento, lo producen; y luego dicen que lo constatan. "¿Ven qué descontento hay en la población?".
Lo cierto es que frente a la ofensiva financiero-mediática lanzada desbocadamente contra el Estado a través de la última corrida cambiaria, la fuerza de un gobierno no es lo único necesario. Por cierto que no ha habido suficiente vocación de llamamiento a otros sectores de parte del gobierno nacional; pero igualmente en espacios minoritarios de la oposición se muestra preocupación por este ataque que -ciertamente- no es sólo al gobierno, sino al sistema democrático como un todo.
Un video de Raúl Alfonsín hablando por TV con Cristina Mucci en el año 2004, lo muestra defendiendo al gobierno de Néstor Kirchner contra un intento de golpe de Estado económico. El lo sabía, porque lo sufrió en 1989. Y justamente Alfónsín padre es muy autorizado para decirlo, porque fue quien nos revalorizó a los argentinos (desde fines de 1983) la noción de democracia, que los enfrentamientos que se dieron desde el golpe de Estado de 1930 en la Argentina, habían tendido a desmerecer.
Defendamos todos a la democracia, al margen de cómo cada uno de nosotros valore al gobierno. Toda administración -excepto casos gravísimos y extremos que hoy para nada se cumplen- debe cumplimentar su período de gestión; es una burla al espíritu republicano el hablar con mala intención de "elecciones anticipadas". Necesitamos estrechar filas para salvar y sostener el sistema, pues nada será luego legal y pacífico si no se respeta desde ya -y a rajatabla- las reglas del ejercicio democrático y el respeto a los mandatos y los mandatarios, tanto ejecutivos como legislativos.
Estamos a tiempo para responder a la ofensiva financiero-mediática que atenta contra la democracia argentina. La tranquilidad de la mayoría de la población, su total lejanía de los cantos de sirena de los apóstoles del caos, es la mejor seguridad de que los argentinos triunfaremos sobre la sedición orquestada por unos pocos; poderosos, pero pocos.-