Este 25 de febrero de 2014 PROYECTARIO cumple dos años. Es un honor para mi llevar adelante esta iniciativa comunicacional de la que participan muchas y muy buenas plumas de Mendoza y la Argentina. Día a día damos a conocer nuestra mirada acerca de temas políticos de orden provincial, nacional e internacional. He seleccionado ocho textos que me pertenecen para esta edición. Desde mañana y a lo largo de las próximas trece ediciones daré a conocer los últimos artículos de quienes más han participado en este sitio: Roberto Follari, Horacio Verbitsky, Pablo Salinas, Roberto Caballero, Guillermo Carmona, Hernan Brienza, Carlos Almenara, Luis Bruschtein, Alberto Lucero, Hugo Presman, Ramón Abalo, Sandra Russo, Raul Dellatorre. A cara descubierta y en forma decidida, quienes nos comunicamos a través de PROYECTARIO lo hacemos por la defensa y profundización del Proyecto Nacional y Popular que lidera la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Lo hacemos desde hace dos años y seguiremos en el mismo camino.
Las sensaciones que me embargaron fueron diversas y contradictorias, talladas todas en torno a una novedad mundial que nos incorpora como nación, ya que este hecho pondrá a nuestra Argentina en otra dimensión a la hora de la consideración mundial, por varias generaciones.
El chovinismo, de arranque, queda bien regado. El orgullo de ser argentinos, genera una sonrisa mansa y grata en nuestros labios. Luego hay que ver para qué servirá todo esto. Pero seguramente quienes son católicos sintieron la sensación de un pequeño gran triunfo. Es que el nuevo Papa, Francisco I, surgió de uno de los países donde es mayor esa comunidad religiosa. Y de un continente que reúne al 52 % de los católicos del mundo.
Se trata de un hombre de 76 años que ya había recibido un buen espaldarazo en las dos últimas elecciones, cuando fueran designados Juan Pablo II y Benedicto XVI. Po otra parte, San Francisco de Asís es considerado el santo de los pobres, por lo que deseamos pensar que no hay casualidad alguna en la elección de su nombre papal. Ojalá se trate de un fuerte símbolo de lo que será su tarea evangelizadora.
Quienes lo conocen saben de su capacidad de diálogo y de su gran formación intelectual, a la vez que se trata de un hombre que ha desarrollado toda su vida al servicio de la iglesia católica. Mil doscientos feligreses en el mundo acaban de posar sus ojos en este hombre, buscando advertir en cada gesto y en las primeras -escasas- palabras, señales que permitan advertir por dónde irá el camino que tome.
Son muchas las pendencias que la cúpula tiene para con la comunidad específica y en relación con el mundo entero. La modernidad parece que tarda en llegar al catolicismo en su más alta esfera. El conservadurismo de los dos últimos papados en el tratamiento de un cúmulo de temas urticantes, tal vez comience a dar los pasos necesarios para enmendar la mirada miope que se sostuvo hasta hoy. Pero claro, eso aún está por verse y queda en el campo de las hipótesis.
Puertas adentro de la Argentina, lo que ha ocurrido hace minutos nada más en Roma, seguro generará nuevos y ricos paradigmas. Es que Bergoglio, a quien desde ahora hay que llamar Papa Francisco I, es un hombre al que se relaciona con el peronismo por la derecha: en las décadas del sesenta y setenta supo tener sus simpatías con la agrupación Guardia de Hierro.
Más acá en el tiempo, se trata de un hombre que nunca dejó de marcar sus diferencias con los gobiernos de Néstor, primero y de la Presidenta Cristina, luego. Muchos son los temas que marcan la interdicción, ya que si bien los Kirchner son católicos, siempre se encargaron de marcar las diferencias con una cúpula eclesiástica argentina que, entre otras formas de la ignominia, aún no pide disculpas públicas ni hace pedido de perdón, por su desempeño durante las últimas dictaduras que asolaron nuestra historia desde 1930. En especial, el papel que encarnó junto a los militares de la “revolución fusiladota” de 1955, el codo a codo llevado adelante con el onganiato desde 1966 y luego la tan triste como apoteótica sociedad que mantuvo con el “Proceso de Reaorganización Nacional” desde 1976, da vergüenza ajena y abochorna a las almas más bellas de la argentinidad.
Esta variable, cruzada con los años de la última década ganada, como suele referirse la Presidenta al período de gobiernos nacionales y populares que arrancaron en 2003, va a generar ricos debates, afiebrados entrecruzamientos. En estos y otros casos, nos obligará a todos quienes tenemos una posición pública concreta en torno al devenir de nuestra historia política, a extremar esfuerzos para comprendernos en medio del debate, para considerarnos a pesar de todo aquello que nos separa y de buscar crecer junto a nuestro pueblo.
En definitiva, que el hecho de recordar que la cúpula de la iglesia argentina haya dado la hostia a los ladrones y asesinos de Videla, Viola, Galtieri y sus proles, no deja de inquietarnos frente a esta novedad mundial que tiene a la Argentina en los ojos del mundo, por estas horas y en adelante.
Son muchos más los tópicos que podríamos convocar para enhebrar ideas, aunque el momento caliente de la coyuntura informativa nos impide llevarlos adelante. Ya habrá tiempo de comenzar a repasarlos uno a uno, mientras los pasos y los gestos se vayan sucediendo con el devenir de la vida.