Consagrado con merecidos éxitos y premios, y destacado entre los artistas más notables y queridos por los públicos, Juan José Campanella no consigue ser feliz por culpa del miedo.
Lo atemoriza “una bola de violencia emocional” que se cierne sobre los argentinos, y se siente atribulado en un país “donde disentir da miedo”. Pero intrépido y temerario, disiente pública y coléricamente. Y desde ese escenario de disentimiento, que comparte con muchos, denuncia el miedo a disentir demostrando que nada lo detiene. Ni a él ni a los muchos.
Sus gorjeantes y paradojales tweets de pájaro rabioso en su vuelo más alto y más bello; y sus declaraciones de desconsuelo cívico a la prensa, enfrentan sonoramente a las amenazas de los esbirros totalitarios que lo acechan.
Merece un premio a su valentía Campanella. Porque a riesgo de su vida consigue crear obras de amplia difusión, ganar dinero, generar trabajo, obtener distinciones aquí y acullá, ser admirado por el público, alabado por la crítica, invitado a las más grandes convocatorias de cine, viajar, irse y volver; exhibir sus películas libre y popularmente, inflamar cada vez más su mensaje antigobierno, y abominarlo, vituperarlo y execrarlo.
Sin embargo, en la plenitud de su “década ganada” y de su crecimiento de fama a tasas chinas, no goza lo que tiene. Se desgarra. Y alerta sobre el miedo desde el mismo lugar en que él se ubica y en que el miedo es producido y derramado.
Campanella que tanto miedo denuncia, no tiene ni un cachito de miedo. Qué valiente.
(Fuente: www.diarioregistrado.com)