No son muchos los espacios o relaciones sociales que puedan exhibir la condición de ser tan populares y tan misteriosos, a la vez, como el mercado de divisas ilegal de estos días en la ciudad de Buenos Aires. Los llamados “arbolitos” plantados en el microcentro, una suerte de promotores de venta de ese producto tan publicitado llamado dólar blue, son apenas la cara visible de la maquinaria. Serían una más de las tantas estampas porteñas en horario bancario si no fuera porque ocultan, detrás de sí, una red de negocios ilegales que se definen en espacios mucho más remotos que las cercanas “cuevas” a las que conducen al “cliente” para transar las divisas. Quiénes son, cómo se mueven y cómo llegaron a manejar tanto poder e influencia los que se ocultan detrás de esta pantalla, son algunas de las preguntas que busca responder este informe.
El mercado del blue es una operatoria irregular, no declarada, “en negro” por definición. “Es poco claro el volumen que opera, desde 2011 para acá se habló de 10 a 50 millones de dólares diarios, pero hubo períodos, como esta última semana, en los que la compraventa fue muchísimo menor, casi nula”, calcula un experto en mercados de acciones y derivados, de contacto diario con estos circuitos especulativos. A nivel de “cuevas”, es decir los despachos que operan captando público de la calle a través de los “arbolitos” o recibiendo clientes que llegan por “recomendación”, “no hay operaciones grandes; nadie va a una cueva a comprar 200 mil dólares”. No es que estas operaciones no se hagan, pero tienen otros ámbitos, como se verá.
Las cuevas “trabajan” en compraventas de poco monto, “con el chiquitaje”, como definen al pequeño comprador típico de hasta 5 mil dólares que adquiere esporádicamente. Si hay demanda por operaciones mayores, el “cuevero” la derivará: se conectará con otro “proveedor” que complete la operación o que, con más espalda, haga frente por sí a la misma. Usualmente, este segundo operador se oculta detrás de una sociedad de Bolsa o casa de cambio. Es decir, una entidad que pertenece al circuito formal pero que, por detrás, opera en el circuito informal.
“Los vasos comunicantes entre el circuito formal y el informal existen. Son mercados distintos, pero en muchos casos los operadores son los mismos”, señala nuestro experto con certeza. No sólo porque hay un grupo de entidades “formales” que van a atender la demanda del mercado “informal” cuando ésta excede la capacidad de las cuevas. Sino porque las entidades financieras registradas suelen ser señaladas como “el origen” de los fondos que capitalizan el mercado ilegal o del dólar blue.
“La fuente de financiamiento son las operaciones de fuga de divisas en negro”, identifica nuestro informante. “Si alguien quiere girar dólares no declarados al exterior, lo va a hacer a través de una entidad financiera que le haga la operación en un paraíso fiscal: le va a abrir una cuenta en una isla equis, le va a hacer girar los fondos a su cuenta desde otra cuenta que maneja el banco, y el cliente deja en el banco o la casa de cambio que le hizo la operación acá, los dólares en efectivo”, relata el experto. “Esos dólares, que entran a la entidad financiera en negro, van a seguir circulando en un circuito negro, porque no están declarados como ingreso al banco o casa de cambio. La forma más rentable de utilizarlos es venderlos en un mercado negro, a través de corredores o mesas de dinero que se conectan con diferentes cuevas mayoristas o con las cuevas chicas que atienden al público.” Las entidades que reciben los dólares del “fugador” también podrían usarlos en otras operaciones en negro, prestándolos o vendiéndolos a grandes clientes, pero el mercado del blue es más fluido, rentable y rápido.
Quienes llevan sus dólares no declarados a la entidad financiera para que se los convierta en un depósito en el exterior son, por lo general, empresarios que operan en circuitos directamente vinculados con el comercio de bienes y servicios con el exterior, u otro tipo de circuitos dolarizados (tráfico ilegal de diversa índole), obteniendo parte de su renta “en negro”. Típicamente, dueños de campos o explotaciones agropecuarias, o exportadores, que venden más de lo que declaran. También los hay de otros rubros. La colocación de grandes sumas en el exterior no declaradas se ha convertido en práctica habitual para un importante segmento de dueños del capital en Argentina.
Quienes buscan fugar sus ganancias obtenidas en un circuito ilegal pero, a diferencia de los señalados en el caso anterior, capturadas en pesos, no recurren al mercado blue, sino que operan directamente a través del banco que le hará el servicio de “colocación” de los fondos en el exterior. La “tarea” incluye la conversión ilegal de la moneda de los depósitos, que el “fugador” dejará en la entidad, en este caso, en efectivo y en pesos.
La operatoria del contado con liqui y de dólar bolsa, consistente en compras de títulos y acciones en pesos localmente, que puedan venderse en un mercado del exterior en dólares o euros, para dejarlos depositados afuera, ha absorbido todas las demandas de fuga de quienes pueden declarar el origen de sus fondos. Es decir, de las operaciones legales. Desde que existen estas otras modalidades, al mercado del blue también le desapareció este otro segmento de la demanda.
“La compra en el blue de dólares para hacer una operación inmobiliaria es muy poco usual; si la cifra es importante, como es una operación en blanco, lo normal es hacerla por la Bolsa, que es legal y cada vez más accesible al público”, indicó el especialista.
Las pequeñas oficinas del microcentro que reciben a los clientes captados por los “arbolitos” pueden tener la fachada de un simple consultorio, una cooperativa, una joyería o el despacho de un agente o asesor en las más disímiles materias. Usualmente cuenta con una caja para atender las operaciones del día, que suelen retirar al final de la jornada para depositarla en una caja de seguridad de una entidad oficial o en una caja fuerte de otro lugar menos público y más seguro.
Estas pequeñas cuevas no definen el precio, sino que lo reciben a primera hora y lo van actualizando a través del “corredor” o mayorista con quien operan, usualmente ligado a una entidad formal (sociedad de Bolsa o casa de cambio). Estas entidades financieras, a su vez, se referencian en las denominadas “usinas”, que son una suerte de punto de encuentro o consolidación de la información entre los mayores operadores privados del sistema (en el circuito formal e informal), y es allí donde se define el precio de arranque de cada día. Y usualmente, de sus variaciones posteriores.
Esta última semana, cuando las operaciones cayeron “en picada” al abrirse la oportunidad de comprar dólares para ahorro en el circuito formal a los particulares, esta “usina” se ocupó de informar diariamente variaciones mínimas del dólar marginal, entre 12,50 y 13 pesos, para no convalidar una baja importante que le hubiera hecho perder atractivo. Ese comportamiento y el reflejo de esos valores en los grandes medios es un indicador claro de la absoluta falta de correlación entre el precio y lo que ocurre en un supuesto “libre mercado” como resultado de la concurrencia de oferta y demanda.
Los más memoriosos del sector aseguran que las cuevas surgieron en los años ’70, pero fue a partir de 2002, con las flamantes restricciones cambiarias posconvertibilidad, que se abrieron muchas más. Fundamentalmente, bajo la forma de oficinas paralelas a las entidades pertenecientes al circuito legal (bancos, casas de cambio y sociedades de Bolsa), con el fin de “ampliar el negocio” cuando se limitaron las operaciones autorizadas. El “negocio” ilegal de divisas fue creciendo y tuvo su momento de auge con las restricciones a las ventas de divisas a particulares a partir de noviembre de 2011, cuando además de atender a un circuito de fondos de origen ilegal, el mercado irregular pasó a atender a demandantes con dinero legal (profesionales, comerciantes y asalariados) dispuestos a pasar sus ahorros del circuito “formal” a otro ilegal (en dólares) con tal de sentir protegidos sus ahorros.
Desde entonces, el mercado ilegal o blue creció en dimensión económica como bolsón de operaciones “en negro”, pero también como factor de presión política sobre la política cambiaria oficial. El “bunker” o “usina” de fuertes financistas, asociados a grupos dominantes de diferentes rubros con intereses políticos y económicos afines a esos banqueros, logró capturar el manejo de “las expectativas” económicas a través del valor del dólar blue. El desarme de ese instrumento de control es parte de la actual disputa política, más que económica, en la que está inmerso el país.
(Diario Página 12, domingo 2 de febrero de 2014)