ARGENTINA / Periodismo tras las rejas / Escribe: María Sucarrat






"El hombre nace libre, responsable y sin excusas. Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros."

Jean Paul Sartre

La última semana de agosto de 2012, Tiempo Argentino comenzó a dictar un taller de Periodismo en el Módulo 3 del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza. Entonces, como durante todo 2013, la consigna fue la misma: la privación de la libertad es física y no mental. Los presos, tal es el fin del sistema, no pueden disponer físicamente de su espacio ni de su tiempo pero sí pueden dejar en libertad la imaginación, la disposición para aprender, el intelecto, los sentimientos y, por qué no, la razón. (El párrafo es repetido pero no por eso menos importante).


El 2013 no fue un año fácil. La fuga de 13 internos del penal de Ezeiza, que ocurrió en el mismo módulo en que se dicta el taller de periodismo, terminó de enterrar la ilusión proyecto inicial. Los objetivos trazados en marzo, aletargados por las dificultades que representa hacer cualquier tipo de actividad con personas privadas de libertad, quedaron definitivamente desdibujados en septiembre. Sin embargo, los alumnos no claudicaron. Continuaron asistiendo a clase. (Y es algo serio ir al taller y usar dos horas en la semana que se les descuentan religiosamente del peculio con el que mantienen a sus familias. Es decir, aquello de trabajás o estudiás, en la cárcel se cumple a rajatabla).

A lo largo del año, algunos internos fueron cambiados de módulo. Muchas veces, ni siquiera sus propios compañeros lo sabían y se enteraban al llegar a la clase.

La revista, que habían diseñado con las ideas claras y entusiastas del periodista Javier Borelli, todavía es un hermoso proyecto.

Las clases de entrevista periodística dictada por Nicolás Eisler, la de conceptos básicos de cómo escribir en la sección Deportes que dio Roberto Parrottino o la de Política Internacional a cargo de Luis Faraoni, no se pudieron poner en práctica aún. Aun así, nadie claudicó.

UNA BIBLIOTECA EN CANA. Pero a mitad de año, la periodista de la sección Cultura de Tiempo Argentino, Natalia Páez, visitó el taller con una idea: agrandar, ordenar, clasificar la biblioteca. Ella se puso el objetivo al hombro y comenzó la tarea. Editoriales como Grupo Prisa, Ediciones Continente, Tusquets Editores y muchos particulares donaron libros. Hoy la biblioteca del Módulo 3 tiene casi 500 nuevos volúmenes, bajo la custodia de Ezequiel, quien heredó el cargo de Pablo, a quien se lo dejó Sebastián, quien aprendió de George, un escritor peruano que transita los muros del Módulo 1 y cursa su tercera carrera en el Centro Universitario. Y la biblioteca tiene sus reglas. Las que escribieron los encargados: "Estimados compañeros:

¬ Por favor, si necesita retirar algún libro, comunicarlo al bibliotecario.

¬ No se podrá retirar más de un libro.

¬ Ninguna persona podrá tener más de un libro. Si tiene uno y necesita otro, deberá devolver el primero.

¬ Los diccionarios y códigos penales sólo podrán ser utilizados en la biblioteca.

¬ Los libros podrán estar fuera de la biblioteca por un período de 30 días como máximo".

"Es muy importante tener una biblioteca acá, en el Módulo 3 porque así podemos elegir libros para leer. Eso nos sirve para despejarnos. A pesar de estar privados de la libertad, es muy lindo poder recibir libros para leer y aprender a leer", escribe Leonardo Jesús Aguilera de la celda 24. Para Matías Maximiliano Da Rosa "los libros hacen bien a todos los que nos encontramos detenidos. Muchos leemos para estudiar y para poder readaptarnos al medio, a la libertad. Otros lo hacen como una ayuda para poder despejarse y no sentirse tan encerrado en este lugar".

LA EXPERIENCIA DE JUAN. "Me encontraba de un lado para el otro, con la rutina diaria hasta que un día se me acercó un pibe y me dijo '¡Ey, viejo! ¿Por qué no venís a participar del taller?", escribe Juan. "Sebas, dejate de joder, le respondí. Me insistió: 'Un hombre tan culto y tan sufrido. Qué mejor persona para estar en el taller'. Al final le di el gusto", dice Juan. "De repente, me reencontré con los libros, comencé a interactuar con los demás. Los profesores me hicieron reír, me hicieron angustiar y me devolvieron las ganas de escribir y aprender nuevas cosas. Yo estoy muy agradecido por esta oportunidad."

Juan y otros internos, escribieron y enviaron tres cuentos al concurso que la Defensoría General de la Nación lanzó en el marco de la Campaña Nacional contra la Tortura. Escribieron bajo la consigna "Historias de la dignidad humana - Cuentos y relatos sobre la tortura" (ver aparte).

Ninguno de ellos ganó ni siquiera una mención. Pero tampoco les importó. Sólo les alcanzó con saber que, al fin, pudieron de alguna manera exorcizar sus experiencias, las que pasaron en carne propia. ¿Quiénes mejor que ellos para escribir sobre la tortura? ¿Quiénes mejor que el resto para confirmar que la tortura existe y es parte de la dinámica al interior de las cárceles?

Javito lo sabe bien. Y escribe: "Estoy pagando una condena por mi (ex) ignorancia. La estoy pagando en el Módulo 3, el mismo en el que 13 internos recuperaron su libertad y no por la puerta grande. Eso afectó la vida interna del módulo. Todos sabíamos que se venía una 'apretadita'. Era de esperarse". El hombre, que asiste a clase desde 2012, está contento. Y también lo escribe: "Tuvimos la grata y honorable visita del diputado nacional Mario Oporto. Fue una maravillosa tarde en al que todos compartimos mates y galletitas, pensamientos, principios y alguna que otra broma. El respondió todas nuestras preguntas y nos mostró sus visiones. Si tengo que elegir algo de todo lo que dijo, me quedo con una frase: 'No permitan que les dobleguen la voluntad'". Javito cursa el CBC en la Universidad de Buenos Aires. Quiere superarse. "La vida nos brinda nuevas oportunidades para hacer el bien". Y en eso anda.


FIRULETES. Hasta que perdió, Ninja escribía mucho y bien. Cuando ya llevaba 24 meses en la cárcel comenzó a asistir al taller pero fue durante la visita de Rodolfo Palacios, periodista y autor de El ángel negro, Pasiones que matan y Conchita, que Ninja volvió a escribir. (Ver aparte). A las pocas semanas, su mano gozaba de total libertad y su cuadernito Gloria anaranjado y pequeño, estaba lleno de relatos. "Libertad" es uno de ellos.

Los días del encierro tienen un ritmo diferente a los de la calle.

Todas las mañanas un penitenciario abre su celda a la voz de "Buen día", a las siete en punto de la mañana y, a veces, se levanta.

A partir de ese momento, un juego de ajedrez se pone en marcha en el pabellón. Suele ir al teléfono a llamar a algún familiar o a su frustrado amor, que pocas veces aporta a la relación. Sabe también quedarse, escuchar la conversación de "dinosaurios", que llevan más tiempo en cana que lo que en toda una vida podría pagarse. Esas charlas le aportan bastante.

–Tengo dos oídos y una boca, o sea que tengo que oír más de lo que hablo, se dice a sí mismo reiteradamente.

Su vida se ha vuelto un curso acelerado de cómo se vive en la cárcel, día a día, una vez más.

Entre mate y mate, el muchacho aprende. Escucha detenidamente y saca conclusiones basándose siempre que puede en errores ajenos. Los propios, prefiere evitarlos a toda costa.

Escribe.
Escucha música.

Se ejercita.

Fuma marihuana terapéuticamente. Es el único modo que lo disfruta. Suele prender un porro y pasarlo rápidamente a algún ñeri de su rancho.

Y así transcurren los días, los meses, como si una rutina, impuesta por un ente superior, se adueñara de su ser y lo obligara a hacer cada cosa que hace.

Observa.

Los únicos días especiales para él son los martes, jueves y viernes. Martes y viernes tiene boxeo. Los jueves, el taller de periodismo donde encuentra una vía de escape al momento que le toca vivir.

Su familia lo atiende y lo visita ocasionalmente y para él eso es sumamente valioso a la hora de hacerle frente a las ráfagas de soledad.

La madre le cocina unas pastas caseras que casi le devuelven la sensación de libertad. Con salsas que sólo ella puede hacer y que, lamentablemente, llegan frías tras el viaje que la pobre diabla hace desde Flores. Afortunadamente, Ezeiza le queda más cerca que Magdalena, donde su otro hijo está detenido. El "casi" sentir la libertad tiene que ver con el frío de las pastas y la imposibilidad de percibir su olor, ese olor a infancia que ha quedado para siempre en su memoria. Cuando era chico, lo podía sentir a decenas de metros de distancia, desde la cancha a cielo abierto que quedaba frente a su casa. Ese olor lo hacía correr a toda velocidad, esquivar obstáculos, superando récords de salto de la tapia que daba al jardín, inventar maneras de cambiar repentinamente de curso para llegar a la cocina de su hogar, donde su madre sonriente, lo esperaba parada frente a la hornalla, cortaba un pedazo de pan casero, lo mojaba en la salsa y se lo daba.

Ese olor a salsa fresca, burbujeante, repleta de sabores que no vienen en la lata. La experiencia centenaria, pasada de generación en generación y volcada en una olla. Un pasaporte al cielo que dura varios minutos más después de haber probado el primer bocado.

Pan mojado en salsa.

Un pasaporte al cielo.

LA POLÍTICA NO FUE AJENA. El 27 de junio la diputada Mara Brawer visitó el taller. La semana anterior a la visita, los internos accedieron al curriculum de la legisladora y a varias notas publicadas en diferentes medios de información. Entre todos, prepararon una entrevista colectiva. Cristian lo escribió así: "Primero hablamos del gobierno y de los cambios que se ven. Cambios que le hicieron bien al país. Discutimos mucho sobre las cosas que faltan pero también reflexionamos. Si no vemos los cambios es porque seguimos estancados en la idea de no apoyar a quienes nos gobiernan, a quienes, de alguna manera, nos hacen salir adelante. (...) Brawer es una mujer fuerte. Se interesó mucho por nuestros estudios. Le contamos que en Ezeiza todavía no hay carreras universitarias y que nos cuesta mucho el tema educativo porque es difícil que podamos tener nuestros certificados para seguir avanzando en el estudio. Creemos que como ella es docente y también psicóloga se interesó mucho y nos pudo entender. Hablamos también de por qué la ley no es igual para todos, de por qué el impuesto a las ganancias no es igual para todos y de los paros docentes. Todos coincidimos en que está muy bien que los maestros peleen por sus derechos, pero estamos seguros que los que se perjudican son los chicos cuando pasan muchos días sin clases y eso no nos parece bien porque los niños no tienen la culpa".

La diputada Brawer, al igual que Cristian, también reflejó su experiencia en el penal: " En lo personal, me resultó interesante el nivel de las preguntas que me hicieron los internos. Las preguntas fueron de tinte político, lo que demuestra el nivel de conocimiento que tienen de la realidad social del país. Los alumnos del Módulo 3 protagonizaron un reportaje y una discusión política con tono crítico. En el encuentro hubo reflexión, debate y razonamiento. Se mostraron interesados en la reforma de la justicia. Nadie mejor que ellos para hablar del tema, ya que muchos experimentan las injusticias de los jueces en carne propia. Debo destacar que la discusión sobre este punto no fue pura queja sino una reflexión. Esto marca que en las cárceles también está ocurriendo lo que pasa en el resto de la sociedad argentina. Este modelo lucha por un mejor futuro para todos los argentinos y eso hay que construirlo en todos lados porque no hay ciudadanos de primera o de segunda. Las personas que cumplen condenas también forman parte de un país que se cuestiona a sí mismo. Por eso celebro que durante la charla los alumnos hayan mostrado conocimiento de los debates que actualmente se dan en la sociedad argentina. Este proyecto político no considera que haya seres humanos descartables. La reforma de la justicia busca derribar que haya jueces que condenen por la clase social de los acusados. Como sociedad tenemos la responsabilidad de generar condiciones dignas de vida y pensamiento crítico en los ciudadanos para defender sus derechos".


La última visita del año, y quizás la que más conmovió a los internos, fue la del diputado nacional Mario Oporto. Los alumnos le hicieron preguntas y él escuchó y respondió. "¿Quién les dijo a ustedes que no pueden recibir educación? ¿Nunca les dijeron 'mejor andá a trabajar, no pierdas el tiempo'', les preguntó. "La educación es un derecho de todos. De ustedes también. Cuando las personas no estudian, no se preparan es porque dejan doblegar su voluntad. No lo permitan", les sugirió.

EN TODOS LADOS HAY RICOTEROS. Después de la fuga de los 13 internos, Hernán fue cambiado de módulo. Dicen sus compañeros que cambiar es buena suerte aunque no lo vieron más. La misma suerte corrieron George, el peruano, Sebastián, el chaqueño. A otros la suerte o la justicia los acompañó más de cerca y hoy están en libertad: Ariel, el otro Hernán, el doctor Perotti, Marcelito, el uruguayo, el Negrín y Wilson. Otros están allí y todo parece indicar que se quedarán un tiempo más.

Un jueves alguien pidió un cancionero y los muchachos comenzaron a discutir sobre música. Por supuesto, en todos lados hay ricoteros y el Módulo 3 no fue la excepción. Había más redondos que de otras bandas y por eso Hernán se inspiró para contar su historia. En 24 años había faltado sólo a tres recitales: por enfermedad, por amor y porque estaba en cana.

Escribió: "El final es de dónde partí. En 2002, (la despedida son esos dolores dulces) se pelearon, se odiaron, no se hablaron más. Y yo quedé huérfano. Tuvieron que pasar tres largos años para que el Indio volviera a las tablas. Fue en 2005, en La Plata, con El Tesoro de los Inocentes. En 2008, Porco rex, Jesús María, Tandil, San Luis, La Plata. Volví a nacer.

Llegó 2009, provincia de Salta. Era el día de mi cumpleaños y la rompió. Y yo (Así es este amor no televisión) solo otra vez.

Llegó Tandil. El Hipódromo.

Arrancó y al segundo tema Un tal Brigitte Bardot. Y desde el escenario, el Indio pidió, mirando detrás de las gafas:

–Por favor, al pibe de los 100 fuegos. Te pido que apagues las luces y el humo, que desde acá arriba no se ve nada. Gracias.

Yo tenía dos antorchas, una en cada mano y estaba a cinco metros del escenario. Su índice apuntaba a mi nariz. Sin más, las clavé en el suelo. Se apagaron. Salió más humo. La gente me puteó. Yo, feliz".

FIN DE CURSO. El año pasado, el fin de curso se festejó con una pelea de box entre los internos y Diego "La Joya" Chaves. En 2013, en cambio, un equipo de Tiempo Argentino se enfrentó a Tiempo Argentino tras las rejas. Y aunque no hubo en la cancha hijos ni entenados, el triunfo fue para los alumnos del taller. La definición por penales fue coronada con unas hamburguesas a la parrilla, gaseosas y alfajores.

Al final de la jornada, se entremezclaron. Presos y periodistas formaron un círculo, como se acostumbra a hacer en la segunda parte de cada clase del taller, para la despedida. Chicho cantó una canción de su autoría. Javito, Diego, Luis Federico, Damián, Ezequiel, Juan, Sebastián, Jorge, José, Martín, El tarta, Eze, Martín y algunos otros, despidieron a los compañeros del diario. Hasta el año que viene.

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