Con el derecho que me otorga el ser un asiduo usuario del generoso idioma castellano, trataré de expresar algún concepto explicativo, o alguna palabra que dibuje el rechazo que me genera la actitud japonesa en estos días. Me refiero con ello, a la “Nipo-imbecilidad”.
Desglosando:… “Nipo” proviene de Nihon-koku, o Nippon-koku, o Estado de Japón, más popularmente, todo aquello que se origina en Japón. “Imbécil”, según algunos diccionarios consultados, se refiere a un tonto, estúpido y necio (adjetivos del idioma español) referido a la persona que posee una inteligencia escasa, alguien torpe o con una conducta poco pertinente.
Si bien este apelativo no alcanza, se aproxima a la descripción de la “brillante” idea de Shinzo Abe primer ministro japonés, conservador de línea dura - tradúzcase; contra más duros, mas temerosos- que tiene la intención de aumentar el gasto militar en un 5% del PBI, en los próximos años, en respuesta a Pekín que en marzo elevó su presupuesto de defensa en más de un 10% anual, hasta los 86.000 millones de euros. Bastante más que los 35.000 millones de euros al año aprobados por Tokio. Entonces este año, aquel 5%, traducido en euros, supera los 170.000 millones. ¡Una obscenidad!
¿Y a donde van esos dinerillos?… 3 aviones teledirigidos (los drones), 5 submarinos, 17 aviones de combate, 52 vehículos anfibios, 2 destructores con sistema antimisiles, aviones de despegue vertical, etc., etc. Obvio que lo mencionado va con su arsenal correspondiente de última generación.
Esto implica todo un cambio estratégico para mostrar “el musculito” nipón, ante la amenaza perenne que plantea Corea del Norte y al creciente poder militar de su gigantesco vecino. Las tensiones regionales se dispararon el mes pasado, cuando China declaró abruptamente una nueva zona de identificación de defensa aérea sobre el Mar Oriental de China, incluyendo el área de disputa donde se encuentra el archipiélago de las islas Senkaku —llamadas Diaoyu en chino.
En virtud de la naturaleza oficialmente pacifista de Japón desde la Segunda Guerra Mundial, el equipamiento, muy profesional por cierto, se limita a un papel defensivo en sentido estricto, dicen ellos. Es una operación de tal envergadura que pretende reformar la Constitución pacifista nipona, aprobada después de la Gran Contienda Mundial, aquella que Estados Unidos le impusiera ante la rendición del emperador Hirohito en agosto de 1945, firmada a bordo del portaaviones USS Missouri en setiembre del mismo año. El tratado les impedía a Japón “por siempre jamás” tener un ejército de invasión extraterritorial, solo un minúsculo ejercito de autodefensa.
Shinzo Abe, hoy habla del pacifismo positivo y proactivo como estrategia de una política de seguridad más transparente a la vista tanto de los propios japoneses como de sus vecinos; y agrega “A través de la cooperación internacional y de nuestra política proactiva de paz continuaremos con nuestros esfuerzos para hacer incluso una mayor contribución a la paz y a la estabilidad global”. ¿…?
Pero… ¿qué y quienes impulsan esta bravuconada?
El qué, podría ser respondido por la necesidad que tiene Japón de comenzar a reconstruir su soberanía militar. Hoy, esa función la detentan los 50.000 efectivos americanos, desplazados en su territorio en bases militares estadounidenses. Esta modalidad comenzó como un ejército de ocupación después de la Segunda Guerra, previniendo con ello, que Japón no pusiera en marcha sus fábricas de insumos bélicos y asegurando el equilibrio en la zona de influencia del Mar de la China. Esta “ocupación” era resarcida con inversiones americanas bajo el Plan Marshall para la reconstrucción del desbastado país. Pero al poco andar, fueron cambiando los argumentos y el discurso, haciéndoles creer al pueblo y al gobierno japonés que dichas bases militares estaban ahí para cuidarlos del otro hora peligroso avance comunista, por lo tanto tendrían que pagar diversos gastos operativos y hasta sueldos a las tropas, transformándose en ejércitos mercenarios dependientes de las economías niponas.
Y ¿quienes impulsan eso? ...eso no es ningún secreto; el complejo aparato industrial-militar, que necesita estar generando continúas áreas de hipótesis de conflicto –cuando no guerras directas- es su leitmotiv, su esencia de base. Estos complejos están por encima de los pueblos y de los gobiernos, y si algún gobernante no se aviene, pues habrá golpe de estado, o suicidio asistido, o un atentado presidencial simplemente.
A modo de ejemplo, recordemos el golpe de estado conspirativo que sufre Norteamérica con el asesinato de J.F. Kennedy en 1963 en Dallas-Texas. Al no querer éste, aumentar el envío de tropas a la ya insostenible guerra de Vietnam, donde EE.UU. era un actor primario. Inmediatamente su vicepresidente Lyndon B. Johnson, en vuelo a las exequias del difunto, no solamente firma la sucesión presidencial, sino que autoriza y triplica la presencia bélica de su país en el conflicto vietnamita, haciendo participar directamente a su ejército en la contienda militar. Así de poderosa fue y es, la presión de los fabrico-traficantes de armas… de muerte.
¿Qué es entonces la “Nipo-imbecilidad? Es ese impulso de meterse en la carrera armamentista, con el seguro deterioro del estándar y la calidad de vida de los japoneses. Porque esos porcentajes en armamentos, esa obscenidad de recursos económicos, alguien la tendrá que pagar. O se financia con deuda externa, o con más impuestos a la población, con baja de los salarios, con recortes en la salud y la educación, o con todas estas variadas combinadas, al mismo tiempo.
En esta receta no hay misterios, ya la conocemos; las relaciones internacionales se tensan y el pueblo finalmente, se jode.
Si con esta militarización se piensa acabar con la violencia, o asustar a los vecinos…les podemos asegurar al antiguo imperio del Sol Naciente, que van por mal camino.