El año pasado, entre el 26 de noviembre y el 7 de diciembre de 2012, se celebró en Qatar, emirato del golfo Pérsico, la 18ª Cumbre contra el Cambio Climático, intentando poner límites a este gravísimo problema. Entre los 9.000 participantes se encontraban representantes de gobiernos, organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, el mundo académico, el sector privado, los pueblos originarioss y los medios de comunicación.
Los países desarrollados que participaron, se han comprometido a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 18% por debajo de los niveles de 1990 durante el período 2013-2020, e intentar llegar al 25% de reducción, que se considera el nivel necesario para limitar el aumento de la temperatura mundial al máximo acordado de 2 grados.
Este acuerdo ha sido criticado, por un lado, por la falta de compromiso para reducir las emisiones de CO2 por parte de los países desarrollados y, por otro lado, por la falta de financiación para ayudar a los países en desarrollo a responder al cambio climático, en particular el financiamiento a mediano plazo.
Recordemos que no todos los países emiten gases de efecto invernadero por igual. En general, las emisiones de C02 per cápita, están bastante relacionadas con el nivel de vida de los distintos países o con su nivel de industrialización: Estados Unidos emite 19,6 toneladas de CO2 / habitante y por año. Canadá 16,9 toneladas de CO2 / habitante y por año. Rusia 15,8. Australia / N. Z. 14,6. Japón 8,2. Europa 8,2. Corea del Sur 5,4. Medio Oriente, promedio, 5,1 toneladas de CO2 / habitante y por año.
Lejos de las casi 20 toneladas de CO2 por habitante y por año que se emiten en los EE UU, vienen México con 3,6 toneladas de CO2 / habitante y por año y el resto de Latinoamérica con 2,2 Toneladas y todo África, con solo 1 tonelada de CO2 / habitante y por año, genera la vigésima parte de lo que un ciudadano medio de EE UU aporta a la atmósfera, lo que demuestra quienes son los verdaderos responsables del nivel de CO2 en la atmósfera.
El cambio climático, que es consecuencia casi segura de los gases de efecto invernadero, entre ellos el CO2, es una realidad y, a un ritmo aún superior al previsto por los científicos más pesimistas, el acelerado deshielo del Ártico y la pérdida de glaciares en Groenlandia y en todas las cumbres del Planeta, son sus síntomas más visibles, mientras la subida del nivel del mar se acelera y las temperaturas baten un récord detrás de otro en distintos lugares del mundo.
En plena crisis económica, muchos países expresaron su renuencia a tomar medidas rápidas para alejarse de los combustibles fósiles y apostar a energías más limpias, como la solar o la eólica y se supone que esta posición llamada indiferencia climática o negacionismo climático, está financiada con dinero del petróleo, negacionismo que se ha instalado en la política y en los medios de comunicación y no parece que pueda revertirse en el corto plazo y impidiendo la toma de decisiones urgentes.
El pensamiento negacionista se resume así “No sabemos si el cambio climático existe o no existe” y el problema sigue sin abordarse con la urgencia que tiene, mientras se sigue apostando al gas y al carbón y, aún dentro de la grave crisis económica mundial, siguen en aumento las emisiones de gases de efecto invernadero.
El mundo debe presentar batalla al cambio climático y para ello es imprescindible un cambio, que no vendrá ni de una parte de los líderes políticos, ni de las grandes empresas. Ese cambio debe producirse, y por suerte se está produciendo, desde abajo, desde la gente común y así, poco a poco, la marea de la verdad irá subiendo, hasta ahogar los intereses que nos han llevado a esta situación. Pero necesitamos ser más, muchos más, los que nos posicionemos y movilicemos, reclamando y exigiendo un futuro vivible para la Tierra y para todos los seres que viven en ella, incluídos los culpables, que somos nosotros, los humanos.
Y aplicando lo dicho en nuestra querida tierra mendocina, recordemos que el proyecto para extraer las sales de potasio, al sur de Malargue, había sido diseñado por la empresa Río Tinto para quemar, ellos solos, 1 millón de m3 de gas por día, o sea la misma cantidad que ocupamos todos los mendocinos, de toda la provincia, en los sectores residencial, estatal e industrial, juntos. O sea, cuando la humanidad se organiza y lucha por disminuir la producción de CO2, nosotros alegremente y sin pensar, estábamos autorizando un proyecto que es totalmente inconveniente, también cuando se lo analiza desde el punto de vista climático. Parece mentira, no es cierto? Pero no es mentir…








