La economía mundial está en vilo por la posibilidad del default de la deuda de Estados Unidos. El grupo más conservador de los conservadores republicanos resiste la aprobación del presupuesto porque no quiere extender la atención sanitaria primaria a los sectores sociales más vulnerables, lo que ha provocado una serie de dificultades administrativas, laborales y de funcionamiento del gobierno de Obama. También pone como condición recortes del gasto público para facilitar la aprobación en el Congreso de la elevación del límite de la deuda, hoy en 16,7 billones de dólares. Existe un convencimiento generalizado entre analistas y políticos de que sobre el filo del vencimiento habrá finalmente acuerdo y no habrá debacle. Pero los días pasan con pocos avances en la negociación. El 17 de octubre es el día que estará en juego la lealtad de la administración estadounidense con los dueños de los títulos del Tesoro. El jueves próximo se topará con esa restricción de endeudamiento. La eventualidad del default de la deuda estadounidense tendría un impacto fortísimo sobre la primera potencia mundial, la economía global y sobre el dólar como moneda de aceptación universal.
El gobierno de Obama no ahorró advertencias sobre lo que puede suceder si en cinco días tiene que anunciar al mundo que no puede pagar los vencimientos diarios de su deuda. Obama afirmó que sería como una bomba atómica y el Departamento del Tesoro elaboró el informe “The potential macroeconomic effect of debt ceiling brinkmanship”. La introducción no deja margen de duda de la preocupación por un escenario de default. “Estados Unidos nunca ha incumplido sus obligaciones, y el dólar y los títulos del Tesoro están en el centro del sistema financiero de la comunidad internacional. No existe precedente de un default y tendría el potencial de ser catastrófico: los mercados de crédito podrían congelarse, el valor del dólar podría desplomarse, las tasas de interés de Estados Unidos podrían dispararse, esta situación negativa podría repercutir en todo el mundo, y podría haber una crisis financiera y recesión que podría ser igual a la de 2008, o peor.”
Analiza que la posibilidad de un default puede ser perjudicial para los mercados financieros, las empresas estadounidenses y las familias. Recuerda lo sucedido en 2011, cuando también se postergó la aprobación de aumentar el techo de la deuda, y la confianza de los consumidores y de las empresas “se redujo drásticamente”, los mercados financieros pasaron por un estrés en las cotizaciones y el crecimiento del empleo se desaceleró. Menciona que de junio a agosto de ese año, la confianza del consumidor descendió 22 por ciento. Tardó muchos meses (seis) en alcanzar el mismo nivel previo a la crisis de la deuda, acota. También indica que la deuda pública de Estados Unidos fue degradada, el mercado de valores cayó, la volatilidad de los precios de los activos aumentó, y el riesgo de crédito subió notablemente, efectos que persistieron durante meses en los mercados financieros. El alza del costo crediticio no fue sólo para el rubro corporativo (56 puntos básicos sobre la tasa) sino también para el hipotecario (70 puntos básicos). El documento calcula que para un crédito de 235 mil dólares, ese incremento de tasa de interés implicó para la familia endeudada un pago adicional de 100 dólares mensuales. Concluye que el impacto sería más duro que en 2011, cuando la economía se debilitó al año siguiente.
El informe del Departamento del Tesoro incorporó en el análisis el shutdown, el cierre del gobierno, que se inició el 1º de octubre. “Si se prolongara, la economía podría debilitarse, haciendo que los efectos adversos de un default se agudizaran. Explica que la teoría económica y la evidencia empírica enseñan que el retroceso de precios de las acciones y la ampliación del riesgo implícito por un default tienen efectos adversos sobre el gasto privado, reduce la confianza y aumenta la incertidumbre. En un episodio similar de 2011, el índice de acciones S&P500 retrocedió 17 por ciento en los meses dominados por el debate sobre el límite de la deuda. El Departamento del Tesoro cuantificó esa caída entre el segundo y el tercer trimestre de 2011, precisando que la riqueza de los hogares disminuyó 2,4 billones de dólares (“household wealth fell $2.4 trillion”). Destaca que esa caída tiende a una contracción en el gasto de consumo, rubro relevante de la economía estadounidense, puesto que representa aproximadamente el 70 por ciento del PIB.
El último párrafo del documento del Departamento del Tesoro de Estados Unidos manifiesta la inquietud ante un default, escenario de miedo que resulta funcional a la negociación del gobierno demócrata con los republicanos. Afirma que la cesación de pagos “podría tener un efecto catastrófico no sólo en los mercados financieros sino también en la creación de empleo, el consumo y el crecimiento económico. La recesión puede ser de la magnitud de fines de 2008, o peor, crisis que fue la más grave desde la Gran Depresión”. Para cerrar con una referencia que incluye a la Argentina, como a otros: “Teniendo en cuenta la experiencia de países que han dejado de pagar su deuda, las consecuencias económicas del incumplimiento serán profundas (altas tasas de interés, caída de la inversión, pagos de deuda más abultados y un crecimiento económico lento), y podría durar más de una generación”.
Lo que puede suceder en Estados Unidos y en la economía mundial es muy importante para todos, pero el destino del dólar como activo de reserva global es de una relevancia aun mayor para la minoría intensa e influyente de ahorristas argentinos que tienen al billete verde como refugio de gran parte de sus excedentes. Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad de California, Berkeley, escribió “Exorbitante privilegio: el auge y la caída del dólar, y el futuro del sistema monetario internacional”. Se pregunta cuánto tiempo más el dólar será la moneda de aceptación mundial, y si ese status quedará dañado por la batalla en el Congreso de Estados Unidos por el aumento del techo de la deuda. Antes de responder, señala que se equivocaron quienes habían pronosticado el retroceso del dólar como reserva mundial a partir de la crisis de 2008. El estallido de la burbuja especulativa de las hipotecas subprime en 2007 y la caída del banco de inversión Lehman Brothers un año después, que precipitaron recesión y estancamiento en las economías de Estados Unidos y Europa, crisis que transita por el sexto año, no afectaron negativamente el dólar ni los bonos del Tesoro como refugio de los capitales financieros. Sucedió lo contrario.
Ofrece como prueba estadísticas del Fondo Monetario Internacional que confirman que esos acontecimientos traumáticos causaron “poca (o ninguna) disminución de la dominación del dólar en las tenencias de reservas en moneda extranjera de los bancos centrales”. Lo mismo reflejan los datos recopilados por el Banco de Pagos Internacionales que muestran que el dólar sigue predominando en las transacciones de divisas globales tanto como lo hizo en 2007, antes del estallido de la crisis. Eichengreen señala que el default de la deuda de Estados Unidos sería, en cambio, un shock con efectos muy diferente sobre el dólar. El colapso de Lehman Brothers generó un estado de incertidumbre y alto riesgo que derivó en el vuelo de los capitales hacia activos considerados muy seguros y elevada liquidez. Esos activos fueron los bonos del Tesoro de Estados Unidos, deuda que permitió el financiamiento del rescate estadounidense como también mantener tasas muy bajas para impulsar su economía. El atributo de muy seguros de esos títulos quedaría dañado con el default. “La idea de que el gobierno de Estados Unidos siempre paga sus cuentas ya no se daría por sentado”, afirma. “El resultado sería una fuerte caída del dólar y pérdidas catastróficas para las instituciones financieras de Estados Unidos. Se perdería el estado de refugio seguro global del dólar”, sentencia Eichengreen.
Es probable que cuando republicanos y demócratas observen desde el borde del precipicio el destino que les espera a los títulos del Tesoro y al dólar, lleguen a un acuerdo para evitar el default de Estados Unidos. Pero sólo la existencia de esa posibilidad y esa mirada de angustia sobre el abismo revelan lo frágil que es la economía mundial dominada por las finanzas globales, y lo volátil que puede llegar a ser la confianza en un papel moneda con predominio del color verde.
(Diario Página 12, sábado 12 de octubre de 2013)