HISTORIA / Entrevista a Julio Cortázar (parte 3) / Escribe: Hugo Guerrero Marthineitz






(viene de la edición de ayer)

Cambiando de tema. ¿Alguna vez tuvo algún problema para entrar o salir de Argentina, o decir lo que quisiera en el país?
No, nunca.

Quiere decir que es el menos indicado para hablar de censura en la Argentina. Bueno, un momento, soy el menos indicado para hablar de censura en lo que a mí se refiere, puesto que no he sido censurado. Pero eso no impide tener conocimiento de la censura cuando se aplica a otros.

¿Va mucho al cine?
Sí, en París se ve cine del mundo entero y ahora con una gran libertad. En tiempos de De Gaulle funcionaba una censura que escamoteaba muchas películas o las cortaba. Yo me acuerdo, por ejemplo, que no quise ver una de las películas de Ingmar Bergman (un director al que amo mucho) El Silencio, porque sabía que la censura francesa había cortado una larga escena.


Novela Vs. Cuento

Julio Cortázar, volviendo a la literatura latinoamericana, ¿a qué atribuye usted que un escritor como el mexicano Juan José Arriola no tenga la trascendencia que merece? Bueno, por un lado se me ocurre que puede deberse al hecho de que él no ha escrito novelas. Usted sabe que la novela es realmente el gran medio de comunicación y de conocimiento literario, a pesar de que América latina es un continente de cuentistas, para mi gran alegría. En América latina se escriben y se leen muchos cuentos; pero de todas maneras, el lector en general y el editor también, tienen una preferencia intuitiva por la novela, por embarcarse así en un viaje más largo que el pequeño crucero por el Delta que le da un cuento.

¿Por eso se embarcó usted en una novela larga?
No, yo me embarqué el día que sentí la necesidad de hacer un viaje largo. Usted sabe que el problema del fondo y la forma es absolutamente falso; simplemente hay ciertos temas que no se pueden tratar como cuentos, sino que exigen un desarrollo novelístico. Cuando se quiere ahondar en ciertos personajes o mostrar sucesivas etapas en una situación dada, el cuento no sirve. El cuento es una esfera, es una cosa que se define rápidamente y cuya perfección está precisamente en su brevedad. Esto es útil para volver a Juan José Arriola: el hecho de que no haya escrito novelas lo ha colocado en una situación que no diré marginal, pero reservada a muy pocos que se interesan por los cuentos; y esto lo ha separado un poco del gran público. Yo usaría la palabra injusticia, porque es una gran injusticia lo que pasa con Arriola. Yo diría, sin ir tan lejos, sin ir a México, que aquí en el Río de la Plata tenemos un ejemplo similar y es el caso del uruguayo Felisberto Hernández. Felisberto es un gran desconocido todavía. Me pregunto si en el Uruguay, salvo los llamados intelectuales, el público conoce a Felisberto, un cuentista genial y, como Arriola, un hombre de una modestia infinita. ¿Sabe que se ganaba la vida tocando el piano en los cafés, y le importaba un bledo del prestigio literario? Escribía sus cuentos (algunos se han salvado por milagros porque se los había pasado a un amigo en manuscrito) y luego quedaban olvidados en un cajón. Bueno, Felisberto tampoco escribió una novela; escribió algunos cuentos largos pero ninguna novela; si la hubiese escrito sería mucho más famoso. Creo que la explicación está en eso.

¿Y qué piensa de Jorge Luis Borges a nivel mundial?
Bueno, es de una trascendencia harto merecida. Usted sabe que, en la actualidad, cada vez que se menciona a Borges inmediatamente la gente se divide en bandos perfectamente diferenciados.

¿Aquí en la Argentina o en otros lugares también?
En América latina, diría yo. En otros lugares se lo conoce como escritor; y lo que pasa en América latina es que en estos últimos años, además de su trabajo como escritor, hemos conocido los puntos de vista geopolíticos de Borges. Esto ha creado con respecto a él un antagonismo manifiesto de parte de mucha gente que no puede aceptar cierto tipo de declaraciones hechas por alguien cuya palabra tiene tanta repercusión en el interior y en el extranjero. Yo personalmente no puedo aceptar que diga, por ejemplo, que el único defecto de Estados Unidos es haberle dado educación a los negros. Sin embargo, Jorge Luis Borges ha escrito algunos de los mejores cuentos de la historia universal de la literatura. El escribió también una Historia Universal de la Infamia.

¿Ve a su madre con frecuencia? ¿Viaja su madre a Europa o viene usted? ¿Se cartea con ella?
Alguna vez ha viajado mi madre a Europa y ha estado cierto tiempo conmigo, pero ahora soy yo quien viene a verla. En cuanto a cartearnos, bueno, ella es como Madame de Sevigné, es decir que me escribe muchísimo y yo le contesto todas sus cartas: tenemos una complicidad epistolar muy hermosa, porque mi madre a pesar de sus años...

¿Qué edad tiene su madre?
Tiene 78 años y se conserva admirablemente bien. Tiene un sentido del humor que se sigue manifestando en todas sus reflexiones y sus actos, con lo cual siempre hay posibilidad de diálogo y eso hace de nuestra correspondencia y nuestra relación una amistad que no se ha quebrado nunca. Yo soy muy amigo de mi madre. Y sé que ella no solamente me quiere como hijo, sino que me estima como amigo, como camarada.

Y con su padre, ¿fue también saludable la relación?
No, con mi padre no fue nada saludable porque no hubo ninguna relación. Yo dejé de verlo a los seis años, cuando se marchó de mi casa.

¿Tiene parientes en la Argentina?
Muy pocos, mi familia es muy pequeña y tengo más amigos que parientes. Pero casi todos mis parientes son también mis amigos.

Entre las fantasías que circulan por allí, se cuenta la de su juventud, la de su gran vitalidad, la de su rostro impecable. Hace unos días, conversando con una amiga mía que es muy varonista, me dijo: "Es una pena que Julio se haya dejado la barba". Y recurrió al disco suyo que editó aquí Héctor Yánover. Me lo mostró y dijo: "Mirá el rostro que tiene Cortázar; con la barba se afea..."
Bueno, habría que ver si en caso que yo me afeitara para complacer a su amiga, el resultado sería la misma cara que ella vio en la tapa del disco; porque esa foto ya tiene unos cuantos años... De todas maneras, me siento muy joven. Incluso, a veces tengo la impresión de estar viviendo hacia atrás; es decir, sentirme cada vez más joven. Cuando yo tenía 25 años me sentía realmente mucho más viejo que hoy. No por razones de tipo físico, sino, probablemente, por razones de contexto local: yo pertenecía a una generación que se ponía cuello y corbata (incluso conocí los famosos cuellos almidonados que son una verdadera tortura), sombrero; una generación que jamás estaba en mangas de camisa en ninguna parte... Había todo un ceremonial de vestimenta que, lógicamente, expresaba otra clase de represiones, de almidonamientos internos. Entonces yo era un joven viejo, un viejo joven en esa época. Yo lo sé muy bien. En ese sentido, la experiencia europea y los años me liberaron fácilmente de todo eso. De una manera natural, un buen día volaron los anteojos (en realidad, yo no necesitaba usar anteojos; había un oculista que había decidido que yo tenía que usar anteojos permanentes), descubrí que realmente no los necesitaba. Ahora los necesito para leer, por cierto. Hace veinte años yo podía pasarme toda una noche leyendo, escuchando música; ahora se me cansa la vista.

¿Qué artistas de tango son sus preferidos?
Yo, por razones de edad, sigo identificando al tango con Carlos Gardel. Eso es una preferencia de tipo histórico. Gardel ha muerto hace 37 años, aunque como dicen los muchachos, "cada día canta mejor", lo cual es muy cierto.


¿Le gusta toda la discografía de Gardel?
No, toda no. La discografía de un artista es como la bibliografía de un escritor. A mí me gusta mucho Balzac, pero hay libros de Balzac que se me caen de la mano. Y hay grabaciones de Gardel que me parecen de una mediocridad total...

¿Qué libro de Balzac se le cayó de la mano?
No me acuerdo, quizá porque se me cayó de la mano. Olvido muy hábil: olvidar lo que no me interesa.

¿Y qué discos de Gardel son sus preferidos?
Mire, a mí me gustan, sobre todo, los que él grabó entre el 30 y el 35, más o menos. Cuando se acompañaba exclusivamente con guitarra, cuando tenía el famoso grupo con Barbieri y toda esa gente. Es la época en que grabó Mano a mano y Mi noche triste. Creo que son los dos tangos de Gardel que yo prefiero. Luego llegó el Gardel del éxito, el Gardel de Hollywood, de las películas. Cuando él perfeccionó su técnica vocal, y el disco perfeccionó su técnica de grabación (la grabación eléctrica) Gardel empezó a ser acompañado por orquesta. Eso, desde un punto de vista puramente estético, también son discos muy hermosos: El día que me quieras, Luces de la ciudad... Es decir, los que le dieron importancia latinoamericana y a nivel mundial, pero que no superan, para mí, al Gardel de los años 30.

¿Qué otros artistas de la época pasada del tango figuran en su preferencia?
Figura Rosita Quiroga, por ejemplo. A propósito, hace unos meses me conmovió mucho; estando en París, recibí una carta de ella. Me mandó una carta muy simpática, pidiéndome una foto. Y yo, que no le doy fotos a nadie, fotos autografiadas, porque me parece un vedettismo tonto...

¿Una tontería?
Una tontería, sí. Bueno, busqué desesperado la foto más grande que podía conseguir, se la firmé, se la dediqué con mucho cariño y se la envié.

Fíjese, Julio, que antes de llegar a conversar como estamos haciéndolo, yo lo vi dos veces a usted en Buenos Aires. Hace unos días salía yo de mi casa y usted, con la misma vestimenta que tiene ahora, estaba parado en la esquina de Córdoba y Leandro Alem. Lo vi a usted, lo vimos, la señorita que dijo que la barba no le quedaba tan bien como el rostro afeitado, y me dije: "Acercarme lo encuentro irrespetuoso; Julio me dijo que lo llamara para concederme una entrevista...". Entonces, me quedé observando cómo mucha gente lo observaba. Cuando usted cruzó, el joven que vende diarios en la esquina dijo: "Ahí va, ¿no?".
Es algo que me sorprende y me emociona. Yo le puedo contar una anécdota...

Pero esto viene, perdón que le interrumpa, a raíz de mi recorrida por América latina. Yo no sé si seré chauvinista en cuanto a la Argentina, pero no se da frecuentemente en el resto de América latina. Usted puede llegar a Chile, y dirán "Ahí va Cortázar". Pero ese acercarse, ese querer tocarlo, no por fanatismo sino por agradecimiento por lo que usted da... Ha podido comprobar que la gente argentina agradece lo que le dan, siendo que lo que usted le da es su trabajo, porque si no lo da se muere, y si la gente no la recibe se muere dos veces.
Eso lo comprendo muy bien y además lo estoy palpando en la calle, diariamente...

Y su anécdota, ¿cuál es?
Sí, mi anécdota es muy divertida. No me pasó ahora. Me pasó en ese viaje muy breve de hace dos años. Una noche tomé el subte con un amigo, el poeta Francisco Urondo, que en este momento está detenido en la cárcel de Villa Devoto, como usted sabe...

Sí, señor.
Yo estaba con Francisco Urondo, a las once de la noche esperando el subte, creo que en la estación de Pacífico. No había prácticamente nadie en la plataforma. De pronto, de un quiosco de diarios salieron dos personas que se acercaron con unos guardapolvos grises: eran los vendedores del quiosco. Uno de ellos, el más viejo, hizo eso que usted explicaba tan bien hace unos segundos. Me demostró inmediatamente una especie de amistad y ternura, con la discreción del criollo. Me dijo: "¿Le puedo estrechar la mano? Yo vendo sus libros". Entonces, el más joven dijo: "No sólo los vende, sino también los lee". Bueno, eso me pareció extraordinario, porque había una toma de contacto llena de pudor y, al mismo tiempo, había una tal confianza... Ellos estaban seguros de que yo iba a estar contento de eso, ¿y cómo no iba a estarlo?


Sí, creo que es una gratificación. Una constante gratificación. Y un constante agradecimiento.
Yo tengo un amigo diarero en la esquina de Maipú y Viamonte. Somos amigos desde la otra noche, en que yo volvía a mi casa a las dos de la mañana y él estaba todavía allí. Evidentemente hay noctámbulos que compran diarios. Bueno, estaba ahí, me vio y me llamó de una manera que me conmovió porque me dice: "Che, Julio, vení. Che, Julio, vení a charlar". Yo crucé, la calle estaba totalmente vacía. Él estaba con un amigo, y terminamos tomándonos un café en el bar de enfrente. Él dejó a un pibe para que le cuidara los diarios, había muy pocos clientes a esa hora. Y desde la ventanilla del café se podía ver el quiosco. Hablamos como una hora y media, de un montón de cosas. Yo me di cuenta de que él no había leído gran cosa; puede haber leído notas sobre mí, pero no ha leído libros, me lo dijo además. Pero tenía una especie de conocimiento, no tenía nada que ver con la literatura, pero era igualmente entrañable. Y discutimos duro sobre ideología y política. No estábamos de acuerdo en muchas cosas. El empezó diciéndome: "Porqué vivís lejos de aquí? ¿No sabés que la Argentina es el mejor país del mundo?". Yo le dije: "Mirá, estás equivocado: que yo viva lejos (puedo tener mis motivos) es un problema, pero en lo que estás equivocado es en afirmar, como lo estás afirmando, engolando la voz, que la Argentina es el mejor país del mundo. La Argentina no es el mejor ni el peor país del mundo. La Argentina es un país como todos los países del mundo. Pensá que en este momento que vos decís esto, hay un mexicano que está diciendo: México es el mejor país del mundo, y hay un peruano que está diciendo: Perú es el mejor país del mundo. ¿Te das cuenta de que eso nos está desuniendo en vez de juntarnos?" El muchacho, que es muy, muy inteligente, comprendió inmediatamente. Me dijo: "Sí, es cierto, uno a veces exagera, pero éste es un hermoso país". Claro que es un hermoso país, pero no el mejor del mundo. Y mientras no nos quitemos esa tontería de la cabeza y se la quiten los mexicanos, los peruanos y toda esa escala de chauvinismo latinoamericano, le haremos el juego al enemigo, que busca (es uno de sus caminos) dividirnos por el lado del nacionalismo.

Y Francia, ¿no es el mejor país del mundo para los franceses?
Probablemente, sí. Y se equivocan exactamente como mi amigo, el diarero. ¿Usted cree que un país, que cualquier país, es el mejor país del mundo?

(sigue en la edición de mañana)

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