MENDOZA / Militante, popular y revolucionario / Escribe: Héctor Garófoli






Corría el mes de agosto de 1975. En el buffet de la Facultad de Derecho nos sentamos a tomar un café tres estudiantes - una querida y entrañable amiga mía, él y yo-. Estaba en plena ejecución la “MISIÓN IVANISSEVICH”. Más de 40 matones habían sido puestos en nuestra casa de estudios para desalentar y reprimir las protestas de los estudiantes contra la política universitaria nacional y contra la ultraderecha peronista que había tomado el poder político de la Nación. La Triple A ya había consumado cientos de asesinatos en el país. La efervescencia política y la militancia estudiantil eran deslumbrantes. Él militaba en una agrupación universitaria de tendencia revolucionaria. Inteligentísimo, estudiante brillante, lleno de ideales libertarios, luchaba por una patria socialista; nos dijo que al día siguiente iba a quedar demostrado que la única agrupación universitaria que se perseguía en la Facultad era la suya. Efectivamente, al otro día, su agrupación colocó varios carteles denunciando la política del Ministerio de Educación y, como debía de suceder, los matones desataron una batalla campal golpeando ferozmente a los militantes, sin distinguir entre hombres y mujeres. Desde ese momento y durante varios años no se supo nada de él, al igual que de sus compañeros de lucha. Quienes lo conocimos estábamos desconsolados. No sabíamos si lo habían matado, si estaba preso, si había salido del país o si estaría a salvo en lugar seguro en algún rincón de la Argentina. Por supuesto, lo más imaginable era lo peor. La pena y el dolor por su ausencia eran indescriptibles. Todos sus amigos y compañeros de militancia sufrieron la incertidumbre sobre su destino. Muchos de ellos padecieron los horrores del poder de López Rega y del Terrorismo de Estado, muchos hoy no están. Recién en algún momento de 1982, tuve noticia que se había salvado, que no le había sucedido nada y que estuvo a buen resguardo en un lugar de su provincia. Gran alivio y enorme alegría para mí. Un gran tipo había sobrevivido a la tragedia de la generación diezmada.

Más conocido por su apodo que por su apellido, eso le permitió camuflarse y aparecer fugazmente solo para rendir las materias que adeudaba de la carrera y recibirse de abogado en 1978. Obviamente, no podía exponerse.


En 1983 obtuvo el Doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Su trayectoria académica fue descollante. Desde allí llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, designado juez por Néstor Kirchner en diciembre de 2004. Se destacó por la política de Derechos Humanos que le imprimió a la Corte Nacional. Recibió a Héctor Magnetto en su despacho oficial. Le otorga al Grupo Clarín todas las concesiones que puede para que la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no lo alcance. Hoy, arbitraria e inconstitucionalmente, y a la velocidad de la luz, declaró inconstitucional la elección popular de representantes al Consejo de la Magistratura. En algún momento tendrá que resolver la cuestión de fondo de la causa Papel Prensa. Espero que cuando ese día llegue no se olvide que sus amigos del Grupo Clarín son socios, con pacto de sangre, de los asesinos y verdugos de sus compañeros de lucha por un mundo más justo.

Pero siempre me quedará sin respuesta la gran pregunta: “Mono ¿qué te pasó?”


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