INTERNACIONAL / Impulso ideológico y político de la nueva cultura latinoamericana / Escribe: Walter Moore






En el Siglo 21 existe un proceso trascendente para la Humanidad: la aparición de una nueva cultura, la Cultura Latinoamericana, que cobra su representación política después de 200 años de lucha contra la sumisión política, económica y cultural a las naciones de cuño europeo.

La cultura latinoamericana, es la única Cultura Nueva en esta época, y surge como resultado de cinco siglos de amalgama entre las imposiciones de la cultura europea a la cultura originaria americana, que es la que está resurgiendo con su extraordinaria sabiduría.

A la Argentina, como el país más europeizado de América Latina le correspondió el rol de describirla con un lenguaje propio de la cultura europea, es así como tenemos uno (quizás el único filósofo argentino, pues los otros que se atribuyen ese nombre, son filósofos europeos que viven aquí, pero siguen pensando con las categorías filosóficas europeas, en general las impuestas por el pensamiento de Gran Bretaña, que nos donó al canalla de David Ricardo como al idealista de Carlos Marx, inglés por adopción). Ese filósofo argentino se llamó Rodolfo Kush, y su obra es central para comprender a la Nueva Cultura Latinoamericana, por lo tanto, no se estudia en casi ninguna universidad, pues todas siguen siendo prolongaciones del Atlántico Norte.


Juan Domingo Perón, por su parte, comprendió la trascendencia ideológica de esta transformación cultural, y le dio forma doctrinaria actual a las ancestrales verdades. Colocó a la Comunidad Organizada en el centro de la escena política y al Trabajo Humano como estructura organizativa del Estado. Instaló así una mirada muy diferente a la concepción economicista de la sociedad planteada por el demo-liberalismo europeo, que la sigue combatiendo con una ferocidad que crece al mismo ritmo que su mundo se desmorona.

Mientras el liberalismo defiende los privilegios de las clases altas, Perón desarrolla una nueva Teoría del Estado, basada en la Dignidad del Trabajo (en la en la Nueva Argentina, sólo hay una clase de hombres, los que trabajan), y postula la activa participación del Estado para defender los bienes de la Patria, (la Constitución de 1949), reconoce los derechos políticos de las mujeres, instala en profundidad el Estado de Bienestar, define el prioridad de la propiedad social sobre la propiedad privada, puntal del demo-liberalismo, y propone que la sociedad base su estabilidad en el amor cristiano, que “generará mejores resultados que una cultura del rencor”.

De la Comunidad Organizada descripta en los inicios de su mandato, Perón expande la idea se a la Continentalismo, la idea contraria a la Globalización programada por el neoliberalismo y por el Comunismo, modelos que descalifica porque tienden a la “insectificación” de las personas, aunque usan dos métodos diferentes. Perón se opone a que la gente se convierta en “una presencia muda y temerosa ante poderes que no controla”.

Cuando los dos Imperios ganadores de la Segunda Guerra Mundial, mantienen al mundo al borde de la guerra, como una manera de incrementar mutuamente su poder, Perón impulsa la Tercera Posición (Ni yanquis, ni marxistas), dando una salida diferente a los dos discursos hegemónicos.

Puso también todos los recursos del Estado en búsqueda de la Integración Suramericana. Esa idea integradora es refrendada por la declaración del año 1950, como “Año del Libertador San Martín”, lo cual actualizaba la gesta americanista. Hizo cosas prácticas también, como la carrera Buenos Aires-Caracas, que muestra la viabilidad para el tendido de una troncal de transportes que recorra el continente de norte a sur.

Por otra parte, impulsa la instalación de sedes de YPF en todos los países hermano y esto contribuye a organizar a todas las empresas petroleras estatales de Suramérica. Propone el ABC, una alianza entre Argentina, Brasil y Chile, todas iniciativas que provocaron fuertes reacciones de Estados Unidos y la Unión Sovietica contra la Argentina, además del escándalo de las elites europeas que se ofendían con estas ideas, pues todavía consideraban a Suramérica, como parte de su feudo, del que se servían a voluntad y precio vil.


60 años de guerra contra la Argentina por parte del Imperio Global, debilitaron este liderazgo ideológico argentino, pero afortumadamente hoy ha sido retomado, en gracias a dos líderes extraordinarios, el de Bolivia, Evo Morales, indio de nacimiento, (igual que Juan Domingo Perón), y Rafael Correa, ecuatoriano formado en Harvard. Ambos retoman el liderazgo ideológico propio de la Cultura Latinoamericana, planteando propuestas tan extraordinarias como la Creación de los Derechos de la Madre Tierra (que Perón había desarrollado durante su exilio europeo en un documento llamado “Carta a los Líderes Mundiales” donde planteó el enfoque occidental de protección del Medio Ambiente, cuya esencia va siendo paulatinamente degradada por las organizaciones imperiales.

Néstor Kirchner y luego, Cristina Kirchner, a su vez, retienen el liderazgo político, pues la alianza con el Comandante Chávez permitió estructurar la UNASUR, y generar todas las instituciones que le darán independencia a nuestro Continente, tales como el Consejo de Defensa Suramericano, el Banco del Sur, la destrucción del proyecto norteamericano llamado ALCA, y la neutralización del instrumento imperial para nuestra región llamado OEA., al mismo tiempo que se logra aislar, gracias a la solidaridad suramericana al gobierno golpista de Paraguay. Toda esta estructura política ser refuerza con la creación de la CELAC. y en todos los casos la iniciativa política argentina ha sido decisiva.

Pero lo más trascendente de este proceso es:

LA TRANSFORMACIÓN PROPUESTA POR LA CULTURA LATINOAMERICANA

Mientras la sociedad europea se desgrana día a día, tanto en lo moral, como en lo organizativo y lo económico, los valores latinoamericanos, que surgen del fondo de sus 40.000 años de historia, están destinados a modelar el mundo del futuro.

Se trata de un cambio estructural, y si bien las diferencias conceptuales son fáciles de comprender, tienen profundas consecuencias en todos los aspectos de la vida. Por ejemplo:

• Mientras que los europeos creen que la tierra es de los hombres, los latinoamericanos sabemos que los hombres son de la tierra. Así mientras para los europeos la relación entre los hombres y el territorio es de carácter económico (y así, sobre los bienes inmuebles, se construye todo el capitalismo) para los latinoamericanos, la relación de las personas con el territorio es de carácter místico (la Madre Tierra o Pacha Mama y el padre Inti, el dios Sol, de donde proviene toda la energía viviente). Para los latinoamericanos no sumisos, la tierra no es de los hombres, sino que los hombres son de la tierra, lo cual tiene una lógica impecable, pues la Tierra es un bien pre-existente y sin la Tierra los hombres no tienen destino, mientras la Tierra seguirá existiendo aún sin hombres.

• Concebimos la Verdad en forma muy diferente, y eso instala escalas de valores distintas a las de los europeos. Mientras los ellos sostienen que la verdad es el resultado de la congruencia con todo lo que se sabe, los latinoamericanos afirmamos que es verdadero lo que produce felicidad y falso lo que crea acontecimientos infaustos. Esta creencia de los europeos sobre lo que es verdadero o falso, los obliga a construir un orden social piramidal, en cuyas cúspides se encuentran los que más saben, o los que más poder tienen, y pueden obligar a los que más saben a subordinarse. Para los latinoamericanos la Verdad es algo accesible a todo el mundo, no es un proceso intelectual, es una verificación de vida, y todos podemos hacerla con una simple pregunta “¿esto (lo que fuera) ¿nos hace más o menos felices?”. Cualquiera tiene una respuesta, pues se trata de una verificación del espíritu, no del intelecto. El criterio de verdad europeo se derrumba junto con la infinita cantidad de pirámides, que lo sostenían, ahora sustituidas por la creciente complejidad de la Sociedad de Redes.

• Europa basó su predominio sobre gran parte de la Humanidad gracias a su concepto de la Ley, por la cual el poder dominante establece que es lo Justo o Injusto, lo cual, en los hechos, convierte a la Justicia Legal se en un sistema de administración de cosas, donde las personas son parte de ese universo cosificado. Los latinoamericanos creemos en la Justicia Social, la justicia que debe regular la relación entre las personas, donde todos somos diferentes, pero todos necesitamos estar plenamente vivos, plenamente humanos, lejos de la insectificación sistemática que asimila la relación entre las personas, a la relación entre las cosas que poseen, o dejan de poseer.


• Por otra parte, el modelo económico europeo se basa en la evaluación del Costo-versus el Beneficio. Esto ha generado un sociedad muy injusta y básicamente irracional pues solo considera una porción mezquina de la realidad. Los latinoamericanos consideramos que el costo de cualquier actividad sólo puede definirse si se evalúa con respecto al efecto social, que cada medida genera.

Así, la Nueva Cultura Latinoamericana propone una Nueva Relación entre los Hombres y de estos con el Mundo. Muchos de estos profundos cambios no pueden percibirse, pero están brotando de la profundidad de la Historia de la Humanidad, que anhela una vida más libre y feliz, cosa que jamás ocupó el centro de la escena en la Cultura Europea, basada en el afán de dominación y control, tanto de las personas como de la Naturaleza.

Esta Nueva Cultura Latinoamericana comienza a visualizarse en algunas de las actividades de intercambio entre los pueblos, donde la solidaridad ocupa un lugar, al menos tan importante, como el beneficio.

Así a la instalación del Poder de la Impunidad estructurado por los europeos, los Latinoamericanos propiciamos el Poder la Solidaridad. Al Mundo del Rencor liberal, Latinoamérica propone sustituirlo con el Mundo del Amor humano a los otros y al mundo en que vivimos.

En eso recuperamos la tradición cristiana del amor al prójimo, no como mera enunciación, sino como estructura misma de la sociedad. Eso y la unificación idiomática son los dos mayores legados que nos han dejado los europeos en nuestras tierras ancestrales.

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