Allí en las termopilas, allí donde el filósofo Savater pinta la lucha de Leónidas unida a la plena conciencia de la derrota y a su vez de la necesidad de la lucha hasta el final.
Allí donde la dignidad es lo que cuenta, allí donde el canto de los levantados o sublevados del gueto de Varsovia, hacía referencia a la dignidad propia y de toda su comunidad.
Alemania había invadido Polonia y había generado una maquinaria de exterminio injusta y enorme, donde a través de su aparato industrial de la muerte asesinaba impunemente en uno de los actos de mayor injusticia jamás conocida Campos como Auschwitz-Birkenau donde el proceso industrial de la cárcel y de la muerte llegó a traer el infierno a la tierra, o campos como Theresienstadt (muy bien descripto por Sebald), que era un campo para mostrar a la cruz roja y donde se ocultaba el exterminio con la negación exterior, hasta el Gueto de Varsovia donde el hambre producía la muerte de familias enteras. Pero frente a la injusticia suprema, frente al exterminio previsible, frente a la complicidad, se levanta perenne la dignidad humana.
Un 19 de abril Mordechai Anielewicz y su compañera Mira Fucher, junto con miles de hombres dignos (de los que muchos no se pudo rescatar su nombre y apellido) hicieron honor a la dignidad humana y se levantaron, se sublevaron contra el asedio incrédulo de las tropas nazis, tropas formadas y equipadas, bien armadas, un conjunto de ciudadanos hambrientos sin equipos, sin elementos, sorprendentemente les hacían frente y les producían bajas.
La fuerza de la dignidad, la fe en la justicia y la mirada en el futuro eran las características de aquellas mujeres y hombres que enfrentaron al mal absoluto
El mal absoluto no podía entender, su mirada era perpleja. Cómo se atrevían estos hombres a ser dignos? Cómo se atrevían estos hombres y mujeres a morir por el futuro?
Primo Levi, dice y sostiene, no los perdono, y no se puede perdonar al mal absoluto.
El mal absoluto como dice el filósofo Carlos Nino, el mal sin fisuras, el nazismo que era fomentado por miles de medios de comunicación que mentían hasta el hartazgo, había impuesto su visión de la realidad y no admitía el ejercicio de la dignidad.
El 19 de abril comenzó (coincidiendo con Pesaj) el levantamiento de la dignidad, las termopilas del pueblo de Varsovia.
Nadie mejor que Héctor German Oesterheld para tratar del episodio de las termopilas en una de las entregas de su obra MortCinder.
Héctor Oesterheld perdió a sus hijas, una a una, y luego fue asesinado por la dictadura Argentina, quedando hoy su viuda Elsa Oesterheld con vida sosteniendo su lucha.
El 16 de mayo los nazis produjeron la represión del levantamiento a través del jefe Jurgen Stroopy se dio parte del aplastamiento de la sublevación.
La línea de unión entre las termopilas griegas, el levantamiento del gueto del 19 de abril de 1943 y la resistencia a la dictadura Argentina es muy clara y poderosamente luminosa.
La línea de unión tiene que ver con la lucha por la dignidad humana y la luminosa tarea de quienes dieron la vida por un mundo mejor que ellos sabían que no iban a alcanzar a ver, porque sabían que la derrota era segura.
Sabían que el enemigo era el dueño del mal absoluto, sabían que finalmente pagarían con su sangre la defensa de la dignidad y lo que es peor, en el caso de Héctor, quien sabía que estaba pagando con la sangre de sus hijas su propia dignidad.
Son historias terribles, son historias que ponen en juego nuestros valores más profundos y más elevados.
Pero de estas historias está hecha la dignidad suprema del ser humano.
En Mendoza la gesta fue recordada por Marcelo Stern, Mario Roitman y Daniel Rafecas, el 19 de abril, en el Centro Cultural Israelita de calle Maipú, marcando la neta relación entre el nazismo y la dictadura Argentina, destacando la misma metodología del mal.
Pero también en su opuesto, en el rescate de la dignidad también pertenece a los sublevados de Varsovia y a los sobrevivientes de la dictadura pertenece la misma esencia.
Hoy aquellos viven en nosotros y serán levantados por nuestros hijos y nietos pues lo que dice Primo Levi en su libro “si esto es un hombre” de levantar la memoria y la justicia, es una realidad en el pueblo judío y hoy puedo asegurar también en el pueblo Argentino.
Ambos pueblos construyen su historia a partir de la memoria y la justicia y así será posible quizá un mundo mejor.
Y como dice el monumento donde están enterrados Mordechai y Mira, “toda la tierra es su tumba” y yo agrego: porque su lucha es la lucha de la humanidad por la dignidad.
Quiero terminar con un poema introductorio del libro de Primo Levi, si esto es un hombre:
Si esto es un hombre:
Los que vivís seguros en vuestras casas caldeadas, los que os encontráis, al volver por la tarde, la comida caliente y los rostros amigos: considerad si esto es un hombre, quien trabaja en el fango, quien no conoce la paz, quien lucha por la mitad de un panecillo, quien muere por un sí o por un no, considerad si es una mujer, quien no tiene cabellos ni nombre, ni fuerzas para recordarlo, vacía la mirada y frío el regazo, como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido: Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones, al estar en casa, al ir por la calle, al acostaros, al levantaros. Repetídselas al vuestros hijos. O que vuestra casa se derrumbe, La enfermedad os imposibilite, Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Piensen que el nazismo y el terrorismo de estado en Argentina ocurrieron recuerden a sus hijos hagan memoria, piensen estas palabras, solo así se hará efectivo el nunca más.