Bautista Almirón vivía en Junín, y era un concertista de guitarra amigo de José Chavero. Como no les sobraba el dinero, hicieron un acuerdo por el cual dos de los hijos de Almirón vivirían con los Chavero, y Héctor Roberto se alojaría en su casa, donde le enseñaría sin cobrarle; a manera de pago tenía que cuidarle un rosal. Allí Atahualpa Yupanqui descubrió la música de Sor, Albeniz, Granados y Tárrega, y también las transcripciones para guitarra de obras de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Luego, ya más grande, se trasladaba 16 Km a caballo desde Roca a Junín, donde primero tomaba lecciones con un profesor de inglés, y luego de guitarra con Almirón, interrumpidas a veces por compromisos del maestro, quien finalmente se trasladó a Rosario, lo que significó el final de sus estudios musicales.
Atahualpa Yupanqui conoció Tucumán en 1917, en uno de los viajes de vacaciones en que su padre llevaba a la familia en el tren aprovechando que no tenía que pagar pasaje. Allí estuvieron dos meses y conoció otro paisaje, otra música: la zamba, y otros instrumentos: el arpa, el bombo. Luego volvería varias veces a esa provincia, a la que le cantó tanto.
Realizó sus estudios secundarios en Junín, donde comenzó a escribir sonetos y otros poemas para una revista escolar firmándolos con el seudónimo "Yupanqui", simplemente para ocultar su verdadero nombre. Aunque sabía el significado de esa palabra (narrarás, has de contar), pues conocía el quechua, recién después lo asume, y le agrega "Atahualpa" delante (viene de tierras lejanas), de manera que "Atahualpa Yupanqui" significa "Viene de lejanas tierras para contar algo".
Un 14 de noviembre de 1921 el padre de Atahualpa Yupanqui se suicidó sin razón aparente, por lo que tuvo que trabajar para ayudar a su familia. Fue hachero, arriero, mandadero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista, haciendo notas sociales, sobre casamientos o velorios.
Le tengo rabia al silencio
por todo lo que perdí.
Que no se quede callado
Quien quiera vivir feliz.
Un día monté a caballo,
Y en la selva me metí,
Y sentí que un gran silencio
Crecía dentro de mí.
Hay silencio en mi guitarra
Cuando canto el yaraví,
Y lo mejor de mi canto
Se queda dentro de mí.
Cuando el amor me hizo señas,
Todo entero me encendí.
Y á fuerza de ser callado,
Callado me consumí.
Le tengo rabia al silencio
Por todo lo que perdí,
Que no se quede callado
Quien quiera vivir feliz.