HISTORIA / Mariátegui y la Revolución Permanente (cuarta parte) / Escribe: José Pereira






(viene de la edición de ayer)

Fue solo en abril, cuando Lenin mismo rectificó su vieja fórmula de la “dictadura democrática de obreros y campesinos” para reorientar el partido hacia la toma del poder, que los bolcheviques empezaron el proceso de ganar la mayoría de los soviets y la revolución. La vieja fórmula de Lenin había jugado un papel propagandístico importante, sin embargo se demostraba inútil a la hora de definir el curso de la revolución, . Sólo la toma del poder por parte de la clase obrera podía empezar a resolver las tareas democrático burguesas pendientes. Las mismas sucesivas revoluciones victoriosas, China y Cuba, pudieron defenderse y solucionar la acuciante cuestión agraria solo rompiendo con los límites de una revolución democrático-burguesa y con la nacionalización plena de la economía y el consiguiente apoyo de las masas, rompiendo con el capitalismo.


Por otro lado, en negativo, la concepción estalinista de que la revolución en los países semicoloniales necesita una etapa democrático-burguesa en que la emancipación del imperialismo y el desarrollo de las fuerzas productivas debiesen conseguirse con el apoyo a la “burguesía progresista”, provocó una serie innumerable de derrotas. La Revolución China de 1927 fue ahogada en sangre por aquel mismo Chang Kai Shek, caudillo del Kuomintang (Partido del pueblo nación), que Stalin había invitado como delegado chino a la Internacional Comunista, en nombre de una política de bloque, alianza y colaboración entre todas las clases basada en la idea de que todas ellas se oponían al imperialismo por igual. Chang respondió a esta alianza participando junto a las cañoneras imperialistas en el bombardeo de Shanghái donde los obreros se habían levantado, y a la masacre de un millón de comunistas.

Mariátegui y la revolución permanente

Mariátegui escribió muchos artículos sobre la situación china. En ellos se hallan algunas brillantes intuiciones sobre el trasfondo de la revolución en China y la influencia jugada por la penetración imperialista. En estos escritos, como en otros, particularmente sobre la India, se nota el vivo interés de Mariátegui por las cuestiones internacionales y su proceso de maduración como marxista. En los primeros artículos – particularmente sobre China – Mariátegui hace algunas concesiones al nacionalismo y a algunos de sus exponentes, como Sun Yat Sen o el mismo Chang Kai Shek considerado el hombre que tenía en su poder ser el libertador o el traidor de su pueblo, con una visión todavía romántica de la revolución. Pero ya en los escritos de 1929 y 1930, particularmente sobre la India, no escatima críticas a Gandhi, al que considera un colaborador de los ingleses, apoyando las esperanzas de la lucha por la independencia India en el naciente movimiento obrero organizado de este país.

Sin embargo es en los escritos sobre cuestiones peruanas y latinoamericanas, que Mariátegui conocía y había estudiado personalmente, dónde destaca su autentico pensamiento sobre la revolución en los países coloniales. En su tesis presentada a la primera Conferencia Comunista Latinoamericana de junio de 1929 en Buenos Aires, Mariátegui por ejemplo escribe: “el anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses[8]”.


Compárense estas líneas con estas otras, con las cuales Trotsky se opuso a la política de colaboración de clases en China: “Es un burdo error creer que el imperialismo, como agente externo, funda en un solo bloque a todas las clases sociales de la sociedad china… La lucha revolucionaria en contra del imperialismo no debilita, más bien fortalece la diferenciación política entre las clases sociales[9]”. Trotsky no negaba la posibilidad de una alianza anti-imperialista con el Kuomintang, lo que combatía frontalmente fue el haber considerado a Chang Kai Shek un aliado estable, haber disuelto el partido comunista y haberlo sometido a la disciplina del Kuomintang, medida que contravenía a todas las resoluciones de Lenin sobre la revolución colonial en los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista.

La realidad peruana

No es sorprendente que las tesis de Mariátegui, correctas en forma y contenido, fuesen rechazadas por la Internacional. Su experiencia con el que el mismo Mariátegui definió como “Kuomintang latinoamericano”, es decir la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y su fundador, Haya de la Torre, además de sus estudios sobre la realidad peruana, le permitían ahora enfocar de manera científica el problema de la colaboración de clases defendida por la Internacional. Y lo llevaban a chocar con ella.

En sus “7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, de 1928, Mariátegui da la siguiente caracterización de la burguesía peruana, un fresco que se podía fácilmente aplicar a la burguesía de todo Latinoamérica: “La clase terrateniente no ha logrado transformarse en una burguesía capitalista, patrona de la economía nacional. La minería, el comercio, los transportes, se encuentran en manos del capital extranjero. Los latifundistas se han contentado con servir de intermediarios a éste, en la producción de algodón y azúcar. Este sistema económico, ha mantenido en la agricultura, una organización semifeudal que constituye el más pesado lastre del desarrollo del país”.

¿A quien correspondía entonces la tarea de resolver los problemas de la revolución democrático-burguesa frente a esta burguesía intermediaria, parásita y solo incidentalmente anti-imperialista¿ Mariátegui lo explica tajantemente: “el destino colonial del país reanuda su proceso. La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha anti-imperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir[10]”.

Estas conclusiones a las que llega Mariátegui son las mismas a la que había llegado Trotsky en Balance y perspectivas de 1905 y en la Revolución Permanente de 1929-30 – libros que Mariátegui no conocía – y el propio Lenin en las Tesis de Abril y varios discursos y resoluciones de los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista. Es más, Mariátegui era plenamente consciente del indispensable carácter internacional de la revolución. EnAniversario y Balance, editorial del número 17 de su revista Amauta, publicado en septiembre de 1928, Mariátegui escribía: “La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: "anti-imperialista", "agrarista", "nacionalista-revolucionaria". El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos”.

La cuestión nacional indígena

Una de las críticas más torpes y que más se hicieron y se siguen haciendo a la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky es que esta supuestamente descuida o minimiza el problema de las masas campesinas, relegándolas a un papel auxiliar basado en la desconfianza del potencial revolucionario del campesinado. Como el mismo Trotsky explica en cambio, la teoría de la Revolución Permanente afirma simplemente que la solución plena y definitiva de la cuestión agraria y de la cuestión de la opresión nacional, en su “diferentes combinaciones” solo podía llegar con la adopción de las “más audaces medidas revolucionarias[11]”. Es por esto mismo que Trotsky en el Programa de Transición insistía en que los obreros llevasen la lucha de clases al campo, proponiendo al proletario agrícola y el campesino pobre un pacto de lucha común contra los explotadores y por un gobierno obrero-campesino[12].


Mariátegui, y en esto consiste su absoluta originalidad, fue más allá, rompió prejuicios liberales e incluso de cierta izquierda, al afrontar el gran problema revolucionario constituido por la opresión nacional de las mayorías indígenas de países como Perú, Bolivia, Ecuador, Guatemala, México etc. Aunque su énfasis sobre la cuestión nacional indígena lo llevó a cometer algunos justificables errores teóricos, el valor práctico y concreto de su visión mantiene inalterada toda su vigencia.

Para Mariátegui la cuestión nacional indígena, lejos de ser un problema histórico, representaba un enorme potencial revolucionario. Pero “la reivindicación indígena carece de concreción histórica mientras se mantiene en un plano filosófico o cultural. Para adquirirla -esto es para adquirir realidad, corporeidad,- necesita convertirse en reivindicación económica y política. El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema étnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y político. Y entonces, lo hemos sentido, por primera vez, esclarecido y demarcado.[13]”

(sigue en la edición de mañana)

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