Preocupado por Página/12, el vocero del Vaticano no tiene tiempo de relatar símbolos tan interesantes como la elección del nombre Francisco. Belarmino, inquisidor, teólogo y austero. América latina en el cónclave. ¿Hubo un plan de Bergoglio? ¿Cómo hay que saludar a un papa?
Si se arrodillará o no. Si besará o no el anillo. Si, si, si. Abundan las especulaciones menores sobre qué ocurrirá entre Jorge Bergoglio y la Presidenta el día de la ceremonia de inauguración papal. Ya que todo parece transcurrir en el mundo de las formas y los símbolos, conviene ir adelantando un dato: quien no se arrodilla ni besa el anillo no falta al protocolo. Simplemente, saluda de otra forma. Y ya que la Iglesia Católica aprecia las tradiciones, va otro dato: Bergoglio no era solo arzobispo de Buenos Aires sino que tenía el título de honor de San Roberto Belarmino. El teólogo fino, culto y austero que dirigió el proceso contra Giordano Bruno e interrogó a Galileo Galilei.
Salvo que el vocero vaticano Federico Lombardi considere a la Historia como “izquierdismo anticlerical”, Bruno fue quemado vivo en la hoguera en 1600 tras los juicios de la Inquisición veneciana y, luego, de la Inquisición romana a cargo de Belarmino.
Tanto Bruno como Galilei sostenían la teoría heliocéntrica que ponía al sol y no a la Tierra como centro del universo. Giordano, además, cuestionaba la centralidad terrenal de la Iglesia Católica.
Según el historiador inglés Jonathan Wright en su libro Los jesuitas, Belarmino teorizó “sobre el poder temporal del papado”, es decir acerca de su derecho a intervenir en los asuntos seculares. Wright no es, ciertamente, un izquierdista anticlerical. En su libro no figura la incineración de Bruno en Campo de’Fiori.
Nacido en 1542 y canonizado en 1930, Belarmino integró la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola en 1540. Bergoglio es un jesuita y por eso con el cardenalato le fue conferido un título honorífico sobre la iglesia romana de San Roberto Belarmino.
Como toda institución, la Compañía alberga enfoques diversos. En el cónclave de 2005 pudieron expresarse porque había dos electores jesuitas, Bergoglio y Carlo María Martini, entonces arzobispo emérito de Milán y cardenal del título de Santa Cecilia, en honor a la mártir cristiana que luego fue canonizada y es patrona de los poetas, los músicos y los ciegos. Considerado un miembro del ala progresista del episcopado italiano, coautor de un libro con Umberto Eco sobre En qué creen los que no creen, Martini murió en 2012. Igual no hubiera sido elector, porque cumplió los 80 en 2006.
La Iglesia Católica jamás revisó institucionalmente el proceso contra Giordano Bruno.
En el link http://bit.ly/hyAZEZ es posible acceder al discurso sobre Belarmino pronunciado por Benedicto XVI en la audiencia del 23 de febrero de 2011. Tampoco allí figura el nombre del napolitano sometido al suplicio y a la hoguera.
Bergoglio, que antes aceptó el nombre de Belarmino, acaba de elegir el nombre de Francisco en homenaje a San Francisco de Asís. Si se acepta que el segundo hecho es un símbolo, hasta el padre Lombardi podría admitir que el primero también lo es.
Qué pasó en 2005
Tres mandatos con el apellido Kirchner en la Presidencia y la sorpresiva renuncia de un papa tienen la ventaja de permitir la apelación a la historia. Néstor Kirchner era presidente cuando murió Juan Pablo II y fue reemplazado por Joseph Ratzinger. Esa vez, a diferencia de ésta, la muerte de un papa convocó a jefes de Estado y de gobierno y la entronización del sucesor convocó a comitivas en muchos casos diferentes.
En la entronización de Benedicto XVI, el domingo 24 de abril de 2005, hubo 140 delegaciones. Sólo 36 eligieron un nivel más alto que el de ministro o vicepresidente. La Argentina fue uno de los 36 casos. Si esta vez el protocolo no se altera, primero saludarán al papa Francisco los representantes de las monarquías. El Vaticano es una de ellas, y además absoluta. No existe ningún ejemplo igual en Europa, donde las monarquías son constitucionales. Lo más parecido al Vaticano, por estructura de poder, es la monarquía de Arabia Saudita, aunque los cargos son hereditarios y no elegidos por una nobleza de 115 cardenales como en la Santa Sede. Después de los monarcas saludarán los presidentes. Y como la Argentina empieza con la letra a, si se respeta el orden de 2005 Cristina Fernández de Kirchner será una de las primeras jefas de Estado de una república en darle sus buenos augurios al Papa.
En 2005 Néstor Kirchner de-seó buena suerte. A su lado, la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner introdujo un matiz diferente: “Que Dios lo bendiga”, dijo.
A esa altura habrá terminado la misa que Ratzinger dedicó sobre todo a la parábola del buen pastor y a su papel con las ovejas descarriadas. El martes habrá que prestar atención a la homilía de Bergoglio, que llega al pontificado con más experiencia pastoral que Ratzinger, un teólogo e intelectual sin tanto ejercicio de diócesis. En este aspecto, la trayectoria de Bergoglio se parece más a la de Juan Pablo II, aunque Karol Woityla tenía 58, 19 años menos que Bergoglio.
Son cuestiones terrenales, claro, pero como dice el investigador Eric Frattini, entre los cardenales electores “se discute de hombres, no de Dios”.
Frattini es el autor del libro Los cuervos del Vaticano, donde predijo la posibilidad de que el Papa renunciara. En un chat con los lectores de la web ecodiario.es lo repitió: “La renuncia creo que ha sido una sorpresa para los diplomáticos de Sodano y para los bertonianos de Bertone. Aunque lo que sí es cierto es que Benedicto XVI dio señales de renuncia desde antes de salir elegido en el cónclave de 2005. Incluso habló de la renuncia de un papa durante una entrevista en 1980”.
Sodano es Angelo Sodano, el secretario de Estado, virtual primer ministro, durante el pontificado de Juan Pablo II. Bertone es Tarcisio Bertone, secretario de Estado con Ratzinger. Con Sodano trabajó como número dos el argentino Leonardo Sandri. A él se lo vinculó también con pruebas palpables de su adhesión espiritual, el ex embajador de Carlos Menem en el Vaticano y ex secretario de Culto de Carlos Ruckauf, Esteban Caselli. Las relaciones de Bergoglio con Caselli y con el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, eran malas. A su vez, Bergoglio nunca fue hombre de Sodano.
Pobres
En su reunión con cinco mil periodistas el nuevo Papa explicó por qué eligió el nombre Francisco. Dijo que durante la elección estaba junto al arzobispo emérito de San Pablo, Claudio Humnes. “Cuando la cosa se hacía peligrosa, me confortaba, y cuando los votos alcanzaron los dos tercios se produjo el aplauso. El me abrazó, me besó y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’. Esa palabra entró aquí: pobres. Pensé en Francisco de Asís inmediatamente, y en las guerras, mientras seguía el escrutinio.”
Fue un modo de confirmar la hipótesis obvia de que los cardenales, como cualquier elite nobiliaria del mundo, disputan poder, y que el todavía cardenal seguía la cuestión de su candidatura con ansiedad.
Según trascendidos brasileños, porque en 2005 un cardenal fue indiscreto con un periodista, Bergoglio habría obtenido 40 votos en la primera votación de 2005 y declinó seguir compitiendo frente a Ratzinger.
Aunque habrá que esperar algún VatiLeaks para encontrar la respuesta (ya ni el Vaticano tiene secretos), nada impide preguntarse si las cosas sucedieron así:
- Ya en 2005 Bergoglio comprobó que su figura recogía apoyo entre los cardenales.
- Si Frattini fue capaz de estudiar a Ratzinger, parece lícito suponer que Bergoglio también lo hizo.
- Si la renuncia era una eventualidad, el arzobispo de Buenos Aires bien podía preparar el terreno para un probable segundo cónclave de cardenales electores. Bergoglio tenía 68 años en el 2005. Le quedaban doce hasta los ochenta que quitan la condición de cardenal apto para votar papa.
- En 2007 los obispos latinoamericanos se reunieron en Aparecida, Brasil, para su V Conferencia. Redactaron un largo documento. Pero el verbo “redactaron” es un eufemismo. Por más que haya varias manos, siempre una sola mano presenta el esqueleto inicial y redondea el texto final. Esa mano fue la de Bergoglio, que ahí construyó una suerte de base territorial que sumó a sus relaciones en Europa. Luego Benedicto XVI, que clausuró el cónclave, aprobó el documento. El texto combina guiños a las comunidades eclesiales de base, ortodoxia pura y dura en cuestiones de género y separación de Iglesia y Estado, y la típica descripción de la pobreza y la miseria sin indicadores históricos. En 2007 Hugo Chávez llevaba ocho años en el gobierno, Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner cuatro años, Evo Morales un año y Tabaré Vázquez dos. En Venezuela, Brasil, la Argentina y Uruguay la pobreza y la indigencia habían descendido respecto de cada gobierno que precedió a esos cuatro presidentes.
(Diario Página 12, domingo 17 de marzo de 2013)