ARGENTINA / La banalización de Francisco / Escribe: Hernán De arriba






Francisco se transformó inmediatamente en un objeto de deseo de algunos sectores que buscaron apropiarse de la figura del Papa, con el único objetivo de hacerlo jugar en la interna política argentina. Esa banalización se amplificó en el debate mediático. Sin candidato propio, pretendieron encontrar en el ex arzobispo de Buenos Aires a una figura clara en la que proyectarse.


La relación entre la presidenta Cristina Fernández y Jorge Bergoglio siempre fue distante. Los medios habitualmente interpretaron las crípticas homilías del arzobispo como mensajes de cuestionamiento político al gobierno nacional. Como contrapartida, la presidenta evitó una y otra vez participar del oficio del Tedeum en la Catedral de Buenos Aires en las fechas patrias y trasladó en cambio esa ceremonia al interior del país.

Hacia adentro del kirchnerismo se abrió una polémica por la designación del nuevo Papa que se expresó en las denuncias sobre el rol que jugó Berglogio durante la dictadura cívico-militar. El mismo cruce se dio al interior de los organismos defensores de los Derechos Humanos. Pero Cristina Fernández no terció en ese debate y los funcionarios del gobierno mantuvieron silencio de radio sobre el tema.

En cambio, los gestos que llegaron de uno y otro lado desde que el humo blanco anunció al mundo la existencia de un nuevo Papa fueron bien distintos de aquellas señales de desdén que parecieron cruzar la relación con el kirchnerismo. La presidenta reaccionó de inmediato con una carta de salutación a la designación de Bergoglio. La cuestionaron por demasiado formal. La mandataria profundizó la postura institucional y organizó una comitiva para saludar su entronización de la que participarán el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, referentes de la oposición y representantes gremiales.


Francisco también hizo su jugada. Cristina Fernández será la primera presidenta del mundo en ser recibida por el Pontífice en la Santa Sede.

Eso no quiere decir que las diferencias preexistentes se hayan esfumado por la mera transformación de Bergoglio en Francisco, sino que ambos comprendieron que en este momento deben ponerse por encima de ellas. La reunión de mañana tiene ese trasfondo.

Sin embargo, los medios concentrados evitaron reparar en aquellas señales. La lectura casi monocorde es que la designación de Francisco implicó una derrota para el gobierno nacional.

La utilización de la figura del Papa como eje opositor fue desde las columnas de opinión hasta el lugar más insólito, como las cartas de lectores de Clarín. Allí un jubilado recuerda el respaldo de Bergoglio a su reclamo por una mejora en las jubilaciones, y eso sirve como demostración de que el gobierno no se ocupa de los abuelos. No se puede cuestionar la justicia del reclamo de los jubilados que merecen mejores ingresos, tanto como tampoco se debe olvidar el rol del Grupo Clarín en el negocio de las AFJP que perjudicaron a los pasivos. Esos análisis que cargaron las tintas sobre las diferencias entre Bergoglio y Cristina omitieron sistemáticamente, por ejemplo, el respaldo explícito que el cardenal ofreció a la Ley de Medios de la democracia.


Es difícil predecir qué rol buscará jugar Bergoglio en la política nacional. Nunca desmintió su pertenencia peronista y siempre enfatizó su opción por los pobres. Hoy en el Vaticano, y antes en su diócesis.

Más difícil aún es pensar que Francisco, que enfrenta el desafío de conducir a 1200 millones de fieles en todo el mundo, vaya a transformarse en el referente de una oposición que tiene dificultades para encontrar su camino y no duda en banalizar hasta la figura del Papa para salvar la ropa.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 17 de marzo de 2013)

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