MENDOZA / Argentina Ghana / Escribe: Roberto Follari






Gana Argentina si no reconoce a los fondos buitre. Gana si mantiene su posición de pagar solo parcialmente una deuda que fue contraída por vía del chantaje económico y de funcionarios venales de gobiernos anteriores.

Gana Argentina si no hace caso a la presión de Ghana.


Penosamente, algunos aprovechan la buena fe de la ciudadanía para juntar dinero a los fines de pagar a los fondos buitre para que liberen la Fragata Libertad. La fragata que es nuestra, y que antes o después regresará a la Argentina. A Ghana no le interesa la fragata, tampoco a los fondos buitre. Lo que ellos quieren es dinero –mucho más de lo que valen una y cien fragatas–, quieren usar bonos de bonistas auténticos (que ellos no lo son), para que Argentina los pague a un precio nominal que es sideral, si pensamos en los intereses que se cobraba a la Argentina con su deuda externa.

Porque el tema no es la fragata, según ese pensamiento –chato y caseteado por los medios– que uno escucha en bares, colas de bancos y reuniones familiares, cuando no de diligentes taxistas: “Cristina, devolvé la fragata”. Como si ella fuera quien la ha retenido, y no las autoridades de Ghana. Y como si devolviendo la fragata se resolviera el tema de fondo, que es la presión de los fondos buitre; no sobre el Gobierno argentino sino sobre el Estado argentino, sobre las finanzas de la Nación que le afectan a usted, lector, tanto como a mí.

Es lo mismo que pasa con el publicitado fallo del juez Griesa, un juez estadounidense que falla contra la Argentina. Contra la Argentina: no contra su gobierno sino contra su erario, contra el presupuesto de todos nosotros. La TV opositora hace el triste papel de antipatria, pues por ir contra el Gobierno va abiertamente contra el país: y celebra alegremente al juez ultraconservador y antilatinoamericano, celebra que fallen contra nuestra Nación. Esa TV celebra que busquen nuestra ruina y cierta clase media argentina se le hace eco, sector de la clase media preprogramado como un CD al cual se le graba su contenido.

Lo que está en el fondo de la cuestión no es esa bobada que la TV machaca, sino la de la deuda externa argentina. Argentina está hoy en derredor de los 140.000 millones de dólares de deuda externa, unos 30.000 millones menos que los que había cuando Néstor Kirchner inició su presidencia en 2003.

Pero esa diferencia no es lo más importante. Lo importante es que la fenomenal negociación de los bonos de deuda externa que Kirchner hiciera (entonces con el protagonismo de Lavagna como ministro de Economía) permitió cortar de una vez con el aumento exponencial y permanente de la deuda externa argentina. Permitió acabar con una decadencia constante, y con una salida de fondos que nos empantanaba y nos impedía crecer.

Argentina creció en la última década no por algún providencial “viento de cola”. Creció, principalmente, porque dejó de estar pagando una deuda que se llevaba gran parte de lo que producíamos y que nos obligaba a tomar más deuda para pagar, en una espiral viciosa e imparable.


Dejamos de vivir aumentando a cada segundo la deuda, y sin el famoso “riesgo país” que en otros tiempos nos angustiaba cada noche. Nos olvidamos del Fondo Monetario y el Banco Mundial, que nos humillaban monitoreando hasta las finanzas de los municipios. Técnicos del llamado Primer Mundo se metían en nuestros presupuestos como si fuera en las cuentas de su casa. Eso se acabó. Y vale la pena hacer un cálculo de dónde estaría nuestra deuda externa si hubiera seguido creciendo al ritmo anterior: hoy deberíamos alrededor de 320.000 millones de dólares, más del doble de la que tenemos. Y estaríamos definitivamente hundidos en la decadencia económica imparable.

Así que Argentina gana si no hace caso a las presiones de los buitres. Los buitres que están en los fondos, pero también en los medios. En algunos medios de comunicación trabajando contra el país, regocijándose torpemente si un juez antiargentino nos perjudica, promoviendo un odio irracional que amenaza con llevarse por delante nuestra normalidad institucional, así como la paz social entre argentinos.

(Diario Jornada, miércoles 28 de Noviembre de 2012)

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