MENDOZA /Acerca de la extinción de especies /Escribe: Alberto Lucero






La extinción de especies en la tierra es un fenómeno natural y prácticamente ninguna especie superó los 10 millones de años desde su aparición, por ello, teniendo en cuenta que se cree que la vida en el planeta Tierra surgió hace unos 3.500 millones de años, podemos decir que el 99 % de todas las especies que alguna vez existieron, están actualmente extintas.

Estudiando el pasado, dentro de este proceso natural de extinción de especies, se destacan cinco períodos en los que se han producido, en un breve lapso y por diferentes factores que muchas veces no conocemos, extinciones de carácter masivo. Es decir que de pronto, algún evento ha causado que desaparecieran más de la mitad de las especies existentes en ese momento.


De esas cinco grandes extinciones, la más reciente fue hace 65 millones de años y la teoría mas aceptada sobre su origen plantea la colisión de un meteorito contra nuestro planeta. Es la extinción que más conocemos y que diera fin al reinado de los dinosaurios, permitiendo luego la aparición de nuevas especies.

En la actualidad muy posiblemente se ha iniciado una nueva gran extinción, ya que hemos entrado en un ritmo de extinción de especies preocupantemente acelerado, donde un tercio de todas se encuentra amenazado. Sería la sexta extinción masiva. Una realidad difícilmente palpable a simple vista, pero claramente visible como resultado de los estudios realizados por académicos y organizaciones e incluso aceptada por la ONU.

Y la gran diferencia entre esta nueva etapa de desaparición de especies y las anteriores, es que todo indica que en esta ocasión, la principal causa es el impacto de las actividades humanas en la naturaleza, es decir por antropogénesis.

La expansión humana hacia cada rincón del planeta ocurrida 200.000 años atrás, fue la primera ola del desastre ecológico en ciernes, pero el ecosistema planetario pudo sobreponerse y adaptarse a esta primera oleada. Fue hace unos 10.000 años, con la adopción del sedentarismo y el desarrollo de la agricultura y la ganadería, los que permitieron modificar drásticamente el estilo de vida humano, que se inició la segunda oleada. Pero como en ese momento no había mas de 10 millones de personas en todo el mundo, esta segunda oleada tardó bastante tiempo en ser catastrófica.

Recién hace unos pocos cientos de años, con la llegada de la revolución industrial, se inició la guerra definitiva entre la sociedad humana y la naturaleza. Esta tercera oleada fue sin dudas el paso que faltaba para caer definitivamente en el abismo ambiental de la sexta extinción masiva.

El ecosistema planetario del cual somos parte, está siendo precipitado al caos por nuestra propia especie. Y a pesar de que luego de cada gran extinción, la vida siempre se ha recobrado, esto ha sucedido luego de muchísimos años y una vez que desapareció la causa que llevó a esa situación.

Como en este caso, esa causa somos nosotros, significa ni mas ni menos que, de no modificar nuestro comportamiento hacia la Madre Tierra, la Sexta Extinción incluirá entre sus víctimas a una especie, la de los hombres, que teniendo todas las posibilidades de evolucionar infinitamente en concordancia con su entorno, eligió de forma increíblemente estúpida tomar el camino de la autodestrucción.


Esto a pesar que la capacidad superior de adaptación del ser humano a cambios en las condiciones ambientales, permite que puede legar su cultura o sea, las nuevas generaciones obtienen los conocimientos y las técnicas desarrolladas por sus antecesores pero, lamentablemente así como se transmiten las estrategias evolutivamente exitosas, también se transmiten los errores evolutivamente desastrosos para la humanidad.

Y una característica evolutivamente desastrosa, es la búsqueda del lucro infinito en esta particular etapa de la humanidad, con secuelas en todo el planeta, desde Afganistán, asolado para quitarle el gas; Irak, destruido para obtener su petróleo; Libia, por sus acuíferos; Europa, en crisis para la obtención de réditos financieros y, acá, nuestra querida cordillera de los Andes, hoy focalizada para extraerle los últimos minerales valiosos que atesora, aunque para ello sea necesario inutilizar la poco agua disponible que sustenta delicados ecosistemas milenarios; modificar drásticamente la naturaleza a pura dinamita y dejar contaminantes para toda la eternidad. Evidentemente, este no es el camino. O cambiamos el rumbo, o la sexta extinción nos llevará puestos y no se salvarán ni los más ricos.

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