HISTORIA / Izquierda nacional y peronismo: Spilimbergo y Hernández Arregui (parte 2) / Escribe: Mario Casalla






(viene de la edición de ayer)

Por otra parte, el anuncio –de Carlos Piñeiro Iñiguez– de una obra suya, en preparación, sobre Juan José Hernández Arregui y la consiguiente invitación a escribir allí una breve opinión mía sobre este pensador argentino y latinoamericano, me produjo una doble satisfacción. En primer lugar, porque faltaba una obra que presente y difunda el pensamiento –siempre vivo– de Hernández Arregui, el cual sobradamente lo merece; y en segundo lugar, porque la calidad humana e intelectual de Piñeiro Iñiguez siempre promete un trabajo sólido y sugerente, tal como en sus anteriores estudios sobre pensamiento latinoamericano.


He conocido a la persona y frecuentado –más aún– su pensamiento en la obra escrita y, sin lugar a dudas, Hernández Arregui es una referencia indispensable para entender la “cuestión latinoamericana”, desde adentro y sin anteojeras. Escrita a lo largo de breves e intensos doce años (1957-1969, me refiero a sus cuatro obras básicas), los libros de Hachea (¡con ese pie de imprenta circularon siempre entre nosotros!) se vendían entre los jóvenes como pan caliente, mientras las grandes editoriales y los medios culturales los ignoraban con regular puntualidad.

Es que Hernández Arregui denunciaba aquello que otros preferían ignorar o minimizar (el imperialismo y la consecuente dependencia latinoamericana), al mismo tiempo que –superando la mera crítica intelectual– su pensamiento era propositivo y esperanzador (las luchas nacionales contra esa dependencia política, económica y cultural, unidas y organizadas en torno de un programa de liberación nacional y latinoamericana). Resultaba así doblemente “peligroso”: tanto por el diagnóstico, como por la propuesta; de aquí que la intelligentzia lo silenciara y los gobiernos lo persiguieran. Destino que compartió con no pocos intelectuales latinoamericanos, de ayer y de hoy.


Por esto el propio Hernández Arregui –contestando las usuales críticas de aquel mundo académico– declaraba por anticipado que sus libros eran “de lucha” y que cambiaba “mil citas a pie de página, por una idea”. Y sin embargo, la seriedad de sus trabajos y la profundidad de sus ideas son hoy reconocidas por quienes se acerquen a ellas sin los prejuicios del pasado. Es de esperar que este libro de Piñeiro Iñiguez contribuya aún más en esa dirección; en aquel mismo pasado de los años 60 y 70 latinoamericanos, numerosos políticos e intelectuales populares supieron valorar a tiempo la obra de Hernández Arregui. Perón desde su exilio madrileño le agradece emocionado el envío de La formación de la conciencia nacional, catalogándolo como “un libro que sirve para entender y no sólo para leer” (carta al autor de 1969). Algunos años antes, Rodolfo Ortega Peña reconocería (en su prólogo a la primera edición de ¿Qué es el ser nacional? de 1963) que la lectura de Hernández Arregui le había “cambiado la vida”; situación que luego se repetiría con numerosos políticos e intelectuales de la izquierda clásica que –desencantados de ésta– comenzarían lentamente a comprender el campo nacional y popular, ingresando a los partidos que lo representaban (el peronismo en la Argentina y otros en los diferentes países latinoamericanos), e irían conformando así una “izquierda nacional” que dialogaría con éstos y con el correr del tiempo fundaría sus propias instituciones políticas.

Hernández Arregui es uno de los primeros promotores latinoamericanos de esa singular expresión política. Es esta una característica original de su obra que no quería dejar de mencionar: ese puente de plata que supo tender entre la vieja izquierda latinoamericana y los flamantes movimientos nacionales de liberación, por el cual transitarían después ilustres políticos e intelectuales latinoamericanos; puente que enriqueció (y sigue enriqueciendo) a ambas orillas.

En segundo y último lugar –a fuer de la necesaria brevedad- quisiera rescatar la certera reflexión de Hernández Arregui sobre el concepto de “nación” en perspectiva latinoamericana, la cual sigue teniendo una extraordinaria vigencia para sus nuevos lectores. El último libro publicado por Hachea está expresamente referido a esta cuestión fundamental (Nacionalismo y liberación. Metrópolis y colonias en la era del imperialismo, de 1969), habiendo ya precisos anticipos en La formación de la conciencia nacional de 1960.


Al respecto, la “operación intelectual” de Hernández Arregui podría describirse así: 1º) Separar el concepto latinoamericano de “nación” de las tematizaciones europeas y norteamericanas sobre esa misma cuestión. Esto lo llevará a una muy cuidadosa –e implacable– revisión tanto del marxismo–leninismo clásico como de los diferentes liberalismos; 2º) A partir de lo ganado en el punto anterior, revalorizará el concepto de “pueblo” (que ambos desdeñaban por “populismo”), integrando a su vez los análisis en términos de “clase social”, cuando y donde estos correspondieran; 3º) Sobre tales bases, hablará entonces de un nacionalismo de liberación, distinguiéndolo tanto de los nacionalismos metropolitanos (esencialmente racistas y dominadores), como de los “internacionalismos” declamativos de la vieja izquierda europea (comunista y socialista), traspolados acríticamente por sus repetidores latinoamericanos.

Como se advertirá, todo un programa intelectual con inmediatas y muy importantes consecuencias políticas. Estas podrán o no suscribirse (en todo o en parte), pero lo que resulta innegable es la valentía y la originalidad con que Hernández Arregui supo en su momento enriquecer el debate ideológico y cultural latinoamericano. Aquel aire fresco –aportado en medio de tanta humareda “inteligente”– nos sigue siendo necesario todavía hoy, para seguir pensando nuestras propias cuestiones y –a partir de ellas– las que el mundo nos propone. Inversión fundamental en la que Hernández Arregui encuentra la compañía de un Arturo Jauretche, un Sergio Almaraz Paz, o un Manuel Ugarte, entre muchos otros intelectuales latinoamericanos de su generación.

(Fuente: Reseñas y Debates 25, Octubre 2007)

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