Hoy la cuestión no es gobierno contra oposiciones, o gobierno contra algún grupo mediático. Es democracia contra antidemocracia, es democracia contra desestabilización.
Por cierto que algunos no se han dado cuenta. Nos visita, ya varios meses luego de julio, un representante del peronismo moyanista que se siente bárbaro. Y nos viene a aleccionar sobre las bases de la protesta, como si él tuviera algo que ver con la misma. Casi, como si los gendarmes o los caceroleros (que, por cierto, son dos cuestiones bien diferentes) hubieran salido a la calle con grandes fotos de Hugo Moyano, en vez de detestar -al menos desde las cacerolas- a todo o casi todo el arco político, y muy singularmente al peronismo sindical. El orador está confundido, y pretende llevar agua para su molino en un entuerto en que su molino está abandonado.
Ese moyanismo coincidió la semana pasada en una Plaza de Mayo módicamente semicocupada, con gente con la que poco tiene que ver ideológicamente, como es la izquierda que Micheli pretende representar en un sector de la CTA. Sí, ese sector que declaró (y es la segunda vez que lo hace, tiene compulsión al respecto) un paro nacional del que no se enteró nadie, en el borde de lo inexistente. El Sr. Micheli, que parece haber perdido todo norte ideológico o ético, elogió a caceroleros... ¡¡y hasta a gendarmes!! Señaló que lo suyo era una especie de lógica protesta.
Los motivos de la protesta de prefectos y afines tenían cierta lógica que luego fue resuelta, pero la forma de la protesta fue por completo inaceptable para la democracia. En una situación vergonzosa para la tradición política de la izquierda argentina (que tiene tras de sí, nada menos, la experiencia de haber sufrido las muertes y atropellos de la dictadura iniciada en 1976), políticos de conspicua derecha como Macri o Bullrich repudiaron inequívocamente los procedimientos de los prefectos y gendarmes... ¡¡mientras Solanas o Di Gennaro no lo hacían!!
Según ellos, no había peligro de desestabilización; qué raro que casi todo el espectro político lo percibió, mientras ellos lo negaron. Qué raro que las experiencias del intento de golpe policial en Ecuador en 2010 y el que se intentó contra Evo hace apenas unos meses, no los llamaran a una reflexión un poco más seria, y menos ligada a la mezquindad de sacar algún rédito político inmediato.
¿O creen estos sectores que si hay una desestabilización en el proceso político, a ellos les va a ir bien? ¿Creen que los van a cuidar, que van a respetar sus derechos, que la huelga y la movilización social podrían hacerse con los niveles de libertad con que se practican hoy? ¿Creen los escribas de la izquierda –que los hoy y las hay también en Mendoza– que se puede jugar con fuego, y "explicar" piadosamente el caceroleo o los intentos de gendarmes como impolutas protestas democráticas?
Los caceroleros son antipolíticos; detestan, por cierto, tanto a la izquierda como al actual gobierno. No manifiestan su rechazo a la izquierda anti-K, solo porque esta hasta ahora no afecta sus intereses. O para decirlo mejor, rechazan al kirchnerismo precisamente por ser de izquierda, o tener cierto componente de izquierda (además de hacerlo por peronista). ¿O alguien cree que los caceroleros son partidarios de Binner, de Solanas o de Altamira? Será mejor que se advierta de qué barrios y de qué sectores sociales provienen la mayoría de ellos, que no son precisamente los más pobres. Y que se estudie cuáles son sus principales consignas.
Afortunadamente, los que cacerolean parecen más sensatos que el insólito Club de Admiradores que ha decidido "comentarlos" y/o adoptarlos. No concurrieron a la llamada apresurada que algunos hicieron, queriendo sumarlos a los gendarmes, y así usarlos para una aventura protomilitar. Lo que cacerolean no parecen, al menos en su mayoría, dispuestos a llevarse por delante la democracia, y dejar el gobierno en manos de cualquiera, a partir de su rechazo hacia el gobierno. Muchos de ellos no saben quién es Cecilia Pando, pero si supieran no les gustaría tenerla cerca. Muchos conocen, por cierto, a Aldo Rico, y tampoco este suscita entusiasmos caceroleros.
De tal modo, las proclamas en Internet que llaman a un levantamiento cívico-militar para comienzos de noviembre, lo que hacen es debilitar la convocatoria de los caceroleros. No todos estos son militantes de extrema derecha; la mayoría está llevada por su ideología miope y clasemediera, pero no por la idea de liquidar el régimen democrático y asumir cualquier aventura golpista.
Pero esas mismas proclamas por Internet muestran que hay expertos en guerra psicológica que han lanzado una intensa campaña de desestabilización.
De modo que -como sucede en la pelea por la ley de medios, la cual no es solo del gobierno sino de una amplia mayoría social y partidaria-, lo que hoy está en juego es el respeto a la democracia, o la posible liquidación de la misma. Solo al interior del espacio democrático cabe sostener diferencias entre gobierno y oposiciones; pero mientras se ponga en peligro las instituciones, se espera madurez en el espectro político para defenderlas y custodiarlas unánimemente.