ARGENTINA / Fuego a discreción / Escribe: Jorge Rachid






La orden de abrir fuego implica un demostración de debilidad, de pérdida de estrategias, de falta de salidas, casi de desesperación frente a acontecimientos que no se pueden modificar, excepto por actos voluntaristas o por acciones tomadas al calor de la angustia que implican los desenlaces inminentes, que siempre arrasan la lógica de la batalla y la colocan en el terreno del todo vale.

Así están hoy los grupos de poder hegemónico, ante el avance estructural que produce el peronismo desde el gobierno, al asumir la necesidad de “deconstruir” el estado neoliberal de concentración de la riqueza al amparo de la codicia financiera y la construcción de la historia por parte de los medios de comunicación masiva, verdaderos arietes de las políticas antinacionales, atadas a intereses fomentados por los organismos de crédito internacionales, espadas sin dudas del poder mundial basado en la fuerza militar del imperio.


Claro que están los compatriotas, quienes al no sentirse contenidos por el gobierno adoptan políticas confrontativas, aún siendo parte históricamente del movimiento nacional y popular en la lucha contra ese poder que desde 1976 implantó una cultura de dominación colonial a fuerza de sangre, dolor y desamparo durante la dictadura militar y luego con una democracia acotada al mercado, de acuerdo al Consenso de Washington, que provocó el endeudamiento nacional, la pérdida de soberanía y la exclusión social de millones de argentinos. Esos argentinos deberán reflexionar sobre las consecuencias a futuro de ser funcionales al fuego enemigo, que si logra triunfar, sin dudas volverá el estado ausente, la flexibilización y exclusión laboral y la marginación de millones de trabajadores, es decir un país sin soberanía. Se puede estar en contra, se pueden plantear opciones de métodos de conducción, se puede discutir, pero no se puede desde el campo popular avalar la contraofensiva neoliberal que defiende intereses que históricamente hemos combatido.

Viviremos sin dudas una ofensiva final impensable en términos racionales, hacia una política de desplazamiento del gobierno que afecta sus intereses en el campo nacional e internacional. Es que una redefinición de los medios de comunicación con la Ley en marcha, la recuperación de las políticas soberanas de hidrocarburos asumiendo YPF, modificando la Carta Orgánica del Banco Central verdadero ariete al corazón financiero del poder, las leyes laborales restauradas con convenios colectivos en funcionamiento, la política de DDHH que desnuda complicidades genocidas con negocios espúreos, la consolidación del UNASUR con su sistema de Defensa Continental en marcha y el Banco del Sur que desplazará al dólar como moneda de intercambio den la región a través del Sucre, cambia el mapa estratégico del poder en la región. La ubica del lado de los gobiernos populares, llamados peyorativamente “populistas”, es decir sin eufemismos, populares, democráticos, soberanos, republicanos y progresistas en el término no ideológico de la palabra sino en el compromiso con el pueblo y los sectores mas desprotegidos de las sociedades latinoamericanas, saqueadas por siglos en nombre de la democracia y la libertad.

El pueblo argentino esté o no en un ciento por ciento de acuerdo con el camino emprendido, no retrocederá a épocas autoritarias de los dueños del poder económico, que sometieron al pueblo a la lógica mercantilista y sumisa al orden internacional, que despreció lo nacional, estigmatizó al hombre argentino y vendió su dignidad al mejor postor. Ni un paso atrás planteamos antes de esta ofensiva que es un insulto a la inteligencia del pueblo argentino, no sólo por la virulencia y la falta de respeto, sino que muestra por primera vez, visibiliza las garras del capital salvaje en la defensa de sus intereses construídos al calor del avasallamiento de los derechos sociales y políticos en las dictaduras militares, que fueron arietes de esos grupos económicos que los utilizaron para construir sus negocios monopólicos como cómplices contratistas del estado. Hoy están en la palestra, con sus negociados expuestos, con un marco legal que recuperó al estado como ordenador social y a la política como herramienta única de construcción de un nuevo modelo del siglo XXl. Los espanta la idea de la construcción de un nuevo paradigma que los desplace en los próximos 40 años, que se afiance en un nuevo marco constitucional que consolide los avances de ampliación de los derechos sociales de nueva generación, que elimine lo conceptual del neoliberalismo de la Constitución vigente que fue reformadora de la de 1853, o sea que los argentinos nos manejamos con conceptos del siglo XlX, con las mujeres invisibles y los trabajadores sin derechos. Debemos propugnar una Nueva Constitución Emancipadora que fortalezca el nuevo equilibrio de fuerza que el avance democrático ha logrado y se asiente en el marco regional que se ha construído, dejando atrás las teorías eurocentristas del siglo XlX e imperiales-coloniales del siglo XX.


Avanzar en camino de la reconstrucción del ser nacional siempre es arduo, conflictivo y confrontativo de intereses, que son los del pueblo o del capital concentrado, que se construye con decisiones soberanas o con claudicaciones internacionales, que se afianza en la región o colabora en la diáspora y la fragmentación latinoamericana, que apuntala el mercado interno, el trabajo y al pueblo o plantea marcos macroeconómicos de supuestas lógicas ortodoxas, que amplía los derechos y la seguridad social solidaria o se rinde al capital financiero, que apuntala la educación y salud públicas y solidarias o fortalece los sistemas de lucro, en definitiva construye un país en serio con futuro y planificación o sucumbe al acompañamiento globalizado de la timba financiera con los resultados conocidos aquí y en los países centrales.

Un desafío abierto, una lucha política en marcha, una profundización pendiente y un peronismo renovado, rejuvenecido, atrevido, transgresor y “políticamente incorrecto” que vuelve a modificar el mapa político, social y económico argentino y se apresta a dar batalla a los verdaderos “profetas del odio” que no trepidan en vidas para lograr sus objetivos. Lo hemos vivido, lo hemos escarmentado pero “lo que no te mata te fortalece” y en esa batalla estaremos todos los hombres y mujeres del movimiento nacional y popular.

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