MENDOZA / De vieja data: despolitizar la conciencia colectiva / Escribe: Ramón Abalo



El cacareo del gorilaje contra la posible ley que les permita a los pendejos/pendejas votar desde los 16 años de edad, de hoy en más, para elegir a sus represenantes en los distintos poderes del Estado, no cesan Como tampoco cesa la gritería contra la actividad política al interior de los establecimientos educacionales. La panacea para curar esa especie de pandemia kirchnerista es la antipolítica. y parte de la receta de un peronismo sin Perón, al estilo aquel que proclamaba Timoteo Vandor, el astuto líder del gremialismo ortodoxo de los años 60, y que tuvo su expresión máxima en la tragedia argentina del genocidio del 76. Nada menos. Y no es nada nuevo. En una de las jornadas de esta semana de los juicios contra los genocidas aquí en Mendoza, el testigo Ricardo Ramiro Díaz en una de las causas que se debatía (Neloy y Mario Camin), afirmó que en 1976, cuando era estudiante en el Liceo Agrícola, junto con Jean Paul Burlot, capo de la ultra derecha peronista en ese ámbito (Guardia Restauradora Nacionalista, Línea Nacional), le dijo que los objetivos eran "despolitizar la Universidad, impedir las asambleas y toda actividad política".

Como se ve, se nota, el cacareo es más sutil que el mero oponerse, y resalta sí lo que se esconde tras las muecas de la ortodoxia antipopular y antinacional. Se advierte -mejor, se huele- el tufillo de la descomposición de lo viejo y retrógrado como es el pensamiento de la oligarquía vacuna´y sojera (Sociedad Rural), la burguesia cipaya, los partidos políticos de la decadencia. Un pensamiento tenebroso, el de "civilización o barbarie",(regar la pampa con sangre de indios y de gauchos); el centenario, la conquista del desierto, la patagonia ovejera. Y las contradicciones de clases cuando el conflicto se vuelve insoluble en las mesas de discusión.


Entonces, las argucias agazapadas se destrababan en la disputa por el poder. Uno de los campos más críticos fue -es- el de la educación. La educación ha sido convulsionada con cada revolución que la sociedad históricamente ha experimentado y es también, por ello, un producto de la lucha de clases, política e ideológica. "En la sociedad primitiva (es decir, sin clases), como dice el pensador marxista argentino Aníbal Ponce, la educación era una función espontánea de la sociedad en su conjunto. Desde entonces, señala Ponce, se asistió a dos grandes revoluciones de la educación: cuando la sociedad primitiva se dividió en clases y cuando la burguesía del siglo XVIII sustituyó al feudalismo".

Y lo que emanaba de las aulas se transformaba en proyecto político y la política se introducía desde el patriarcado "del campo", los textos del derecho romano en mescolanza con las iracundias del púlpito. La educación en España (herencia oscurantista) ha estado tradicionalmente en manos privadas, especialmente religiosa respecto de la educación pùblica. La razón de esta debilidad pùblica en la educación se puede encontrar en el inmenso poder de la Iglesia Católica sobre la sociedad y la política españolas, que llegó y se instaló en el mundo "descubierto". El gran Sarmiento transitaba por las galerías del centroeuropeísmo, escribió un catecismo para las escuelas pùblicas y expandía por las pampas, los montes, los desiertos y montañas de la América indígena el decálogo de la primacía civilizatoria de la Rubia Alvión y el resto de la Europa judeocristiana.


Cuando vino el peronismo, en 1943, los jóvenes imberbes de las aulas secundarias y universitarias se abroquelaron contra eso nuevo que asumía el poder político y que con un lenguaje cuasi plebeyo, llamaba a imponer ideológicamente la soberanía política, libertad económica y justicia social. La resistencia contra revolucionaria se abroquelaba en las aulas, potenciada por el poder de lo establecido, mientras en las calles, en los talleres y en las fábricas tomaban bríos la clase trabajadora y una incipiente burguesía nacional.

Braden o Perón, ese grito libertario del 45/46 fue asumida por el pueblo argentino como parte de una identidad de su lucha de clases, la que se acentúa con la violencia del golpe del 55 y alcanza relevancia durante el frondicismo con aquello de la educación laica o libre, una verdadera confrontación de ideas, las que adquieren cuerpo con la lucha armada para enfrentar el gorilismo ideológico y la represión organizada y estructurada en el Pentágono, el FMI, el Banco Mundial.

Y de ahí en más, la ecuación -revolución o dependencia- de la conciencia colectiva del pueblo argentino se resuelve -o no- en las aulas, con los jóvenes e imberbes, con los laburantes, los técnicos, científicos, literatos y filósofos, poetas y novelistas, amas de casa, en el taller, en la fábrica, en las villas. Con la política, en la calle.

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