Si el pueblo paraguayo, sus organizaciones sociales, y las fuerzas democráticas y progresistas, son incapaces de desbaratar el plan estratégico del imperio y de sus corporaciones del agro negocio y de la minería, que se ha comenzado a aplicar con el Golpe de Estado Parlamentario del 22 de junio pasado, este país podría ser convertido en un enclave político y militar para socavar los gobiernos progresistas del cono sur de América, según diversos indicios.
A un mes y medio apenas del asalto al gobierno de Fernando Lugo, por un conglomerado armado por las cúpulas de los dos partidos tradicionales, el Colorado y el Liberal, más el empresarial Patria Querida y el filofascista UNACE, detalles del paquete golpista y de sus diseñadores, asoman con claridad en la pequeña vidriera de la política paraguaya.
Lugo mismo, en sus apariciones públicas, y en los actos cerrados que anima, cada día habla más de esa posibilidad y, superando progresivamente su discreción inicial, ha comenzado a identificar, con nombres y apellidos, a los actores materiales y amorales de su desplazamiento del Palacio de López (en honor del héroe nacional, Mariscal Francisco Solano López, muerto al final de la Guerra de la Triple Alianza, 1865/70).
A diferencia de la notoriedad buscada por los operadores locales, convencidos de que pasarán a la historia como salvadores de la nación, extravío mental cultivado a través de los medios de la prensa cómplice en el golpe, es difícil identificar a los autores intelectuales, pero los dardos apuntan hacia los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y el Vaticano, junto a las empresas transnacionales de la agro-ganadería y de la megaminería.
Cierto es también que mucho facilitó el trabajo a los conspiradores las propias debilidades de la ex gobernante Alianza Patriótica para el Cambio (APC), heterogénea fuerza que, con mediocre nivel político e ideológico, confundió gobierno por poder, subestimando la quinta columna que operaba en sus entrañas, cuya figura más mediática fue el Vicepresidente Federico Franco, golpista investido de Presidente tras al simulacro de juicio político de 32 horas contra Lugo.
Cuando José Mujica habló acerca de la participación del narco coloradismo en el golpe, que oportunistamente jerarcas de ese mismo partido explotaron contra el empresario Horacio Cartes, uno de los cabecillas del Partido Colorado, acusado por el espionaje norteamericano de encabezar una organización regional delictiva, el mandatario uruguayo se habría quedado corto en su apreciación, pues el decurso de los días está revelando a otros actores que juegan, como es costumbre, desde atrás.
La indiscreción que siempre le juega en contra a Federico Franco, hijastra infiel de su indisimulada egolatría, está permitiendo conocer el rostro de los grandes intereses que han propiciado el corte del proceso de cambios, encabezado desde el 2008 por Lugo, en un golpe que ha permitido instalar una administración putativo, cuya misión es la de servir de punta de lanza para la aplicación del plan estratégico político-militar de Estados Unidos contra todos los gobiernos sudamericanos que desobedecen al imperio.
Analistas diversos, tal el caso de la experta mexicana Ana María Ceceña, coinciden en que desde hace años, esta isla rodeada de tierra está considerada por el Pentágono como una de sus reservas estratégicas, equidistante de Buenos Aires, La Paz, Caracas, la Amazonía y Brasilia, vasto teatro de rebeldías que se han traducido en administraciones autónomas que urge cortar de raíz antes que logren la transformación estructural de esos países.
En el norte del gran Chaco, Estados Unidos hizo construir el aeropuerto Mariscal Estigarribia durante el régimen del General Alfredo Strossner, con una pista inmensa en la que pueden operar normalmente aviones de guerra, un elemento indispensable en la instalación de una base militar permanente, como existen en Perú, Colombia, Panamá, ahora en Chile y maquilladas en el norte argentino y Costa Rica, entre otros.
Producto del cambio de contexto histórico, con el descrédito de células como la CIA, la USAID, instituciones caritativas y ciertas sectas religiosas, al igual que los organismos incondicionales a los designios del imperio, tales la OEA, la SIP, el FMI, e incluso la vía militar desembozada, como ocurrió entre los años 60 y 80, Estados Unidos está utilizando otras herramientas para instalar gobiernos a su servicio en el subcontinente.
Hace tres años, en Honduras fue el Poder Judicial que derrocó al Presidente Constitucional Manuel Zelaya, y hace seis semanas en Paraguay el peón fue el Legislativo, con la novedad actoral determinante de la participación directa de las corporaciones del agronegocio, encabezada por Monsanto y de la megaminería, con Río Tinto Alcan.
Prueba irrefutable de esa estrategia es el pedido, casi un ruego, hecho a Washington para que instale una base de guerra en el Chaco, formulada por el Presidente de la Comisión de Defensa en la Cámara de Diputados, el oviedista (UNACE) López Chávez, anticipándose al llamado a los capitales extranjeros que hizo Franco a la semana de asumir, ofreciendo el país como una mercadería cualquiera en un mercado de pulgas.
La estadounidense Monsanto y Rio Tinto Alcan son los que llevan la punta a nivel de la ocupación empresarial del territorio, la primera convirtiéndolo en monocultor de soja, dejando alguna parcela para los OGM de maíz y algodón, con la autorización de nuevas variedades y la importación de paquetes de plaguicidas contaminantes.
En tanto la británica de origen y canadiense por adopción, con mucho apoyo de los golpistas, se apresta a quedarse 30 a 50 años explotando un tercio de la producción nacional de energía eléctrica, para fabricar lingotes de aluminio para la exportación, en base a bauxita y alúmina importadas, apenas un 10 por ciento del total, poniendo el país anfitrión el 90 por ciento en electricidad y agua para generar el producto final, según el Ingeniero Ricardo Canesse y otros expertos.
Muchas respuestas de indignación frente a tanto entreguismo están surgiendo en todo el Paraguay, y numerosas organizaciones sociales y gremiales lanzaron esta semana una campaña “Contra el Golpe de Río Tinto Alcan”, con el propósito de reunir 100 mil firmas, estimulados sus impulsores por la experiencia de las 200 mil logradas en el 2005 contra el proyecto norteamericano del ALCA, actividad que contó con Lugo entre sus impulsores.
En paralelo y juntos, militantes enemigos de los paquetes transgénicos que comienzan a inundar el país, con buena participación de los cientos de responsables del SENAVE que han sido despedidos, preparan la segunda edición de la Semana Nacional de la Semilla Nativa, en defensa de las familias campesinas e indígenas y su alimentación tradicional, amenazada por la fuerte incursión de las transnacionales agrotóxicas.
La solución, según el faccioso Federico Franco, con diploma de médico pero casi nulo ejercicio, es que el pueblo consuma tortillas de soja, como lo dijo alegremente días atrás por los canales de la servil televisión privada, uno de los actores más activos en el golpe.
(Fuente: Argenpress)