HISTORIA / Apuntes sobre historiografía revisionista / Escribe: Pedro Godoy






Se escribe y enseña nuestra historia arrancando de la Independencia.
Atrás quedan los tres siglos de la mal denominada "Colonia", descrita como opresiva y oscura. La época indígena se lapida como "Prehistoria" Aunque se aprende que tan dilatado lapso “comienza con la aparición del hombre y finaliza con la invención de la escritura”. Hay testimonios de grafía azteca, maya, chibcha y hasta pascuense ¿Algún docente cuestionará eso de "Prehistoria"? Adelanto la respuesta: ninguno. Ello porque están nutridos no sólo de los dogmas fragmentadores, sino también de la creencia que la historia comienza al vincularse el Nuevo con el Viejo Mundo. No obstante -y he aquí otra manifestación de la desubicación masiva- se ignora la protohistoria peninsular. La explicación está en que las oligarquías anhelan no ser lo que son. es decir, se proclaman europeas y repudian tanto el ayer indígena como los ancestros ibéricos. Legitiman la ruptura con Madrid identificándose con Montezuma, Atahualpa o Lautaro. Finalizan -se sabe- en el calco de lo francobritánico y ahora estadounidense.


Eurocentrismo, indolatría y patrioterismo constituyen la hipotenusa y los catetos del triángulo de esta espacie de Bermudas donde son infinitos los naufragios. Pocos rescatan la admonición de Bolívar: “no somos indios ni europeos. Pertenecemos a un pequeño género humano mixto, somos suramericanos". Los mequerefes que en el aula enseñan o en la prensa publican ignoran que "mixto" es sinónimo de "mestizo".

Con otras palabras, Martí, Sandino, Gabriela Mistral, Darcy Ribeiro y Ramos exaltan el mestizaje y manifiestan que nuestra América es una nacionalidad desmembrada y las repúblicas partículas desprendidas de un todo que fundan Carlos V y Felipe II.

Cada tratado como, por ejemplo, los 20 tomos de la “Historia de Chile” de Francisco Antonio Encina, y cualquier modesto texto escolar reafirma el error, según el cual, las veintitantas patrias son "naciones" y la vecina está poblada de enemigos de ayer, de hoy, de mañana y de siempre. Fronterizos o no son siempre visualizados como "extranjeros" y con defectos y carencia que los tornan indeseables.

José Arévalo, para referirse al Continente, que más bien parece un archipiélago, expresa que nuestras repúblicas "semejan témpanos que flotan en un océano de frialdad sin conexión submarina y privados de común horizonte”.

Los enfoques insulares son asumidos como propios por las capas medias y la masa popular aplastadas por la cultura oficial inyectada a través de la prensa, la TV y la Universidad y sostenida como patrimonio por las FFAA de cada país . Estas consagran los particularismos que disuelven la unidad de la patria común que fuese un sólo cuerpo socio político durante los siglos XVI, XVII y XVIII- .

Cada habitante es inducido por la plática familiar, el texto escolar, la instrucción castrense, el comentario de prensa... a sentirse "distinto" y "distante" -ya veces “superior”- a los oriundos de otros segmentos del contexto hispanoamericano. Toda “Historia de América” –comenzando con la de D. Barros Arana, continuando con la de Antonio Ballesteros y Beretta, Ricardo Levene y Luis Alberto Sánchez - son solo compaginaciones de las historias locales. No logran encontrar el tejido común de las raíces y trayectoria de nuestro “pequeño género humano mixto”, al decir del Libertador. Son “más de lo mismo”. No aportan a superar nuestra crisis de identidad. El mismo título es una invitación al equívoco porque América es sólo territorio que cubre de Tierra del Fuego a Alaska e introduce en la misma talega a hispanoamericanos con yanquis y canadienses.

Constituye una excepción el texto “Historia de la nación latinoamericana” de Jorge Abelardo Ramos que invita a visualizar la Fundación del Nuevo Mundo –de 1492 a 1a actualidad- superando la porfiada insularidad de las repúblicas y detectando los múltiples vínculos que las ligan, no sin denunciar el complot de las grandes potencias y la miopía de las elites nativas generadoras de su atomización. Lo centrífugo se complementa con el quiebre de motivación de pertenencia y con el efecto deslumbramiento. Nuestras patrias viven –o sobreviven– dándose la espalda mientras contemplan embobadas a Europa y EEUU, e impera la autodenigración.

Los imperios y esas minorías logran que se ignoren, se distancien y hasta se odien. En esta historiografía insular, por ejemplo, Bernardo O´Higgins luego del golpe de Estado“ blando” que le propinan en 1822 desaparece. Veinte años en que se omite su actuación en Perú y Bolivia donde interviene –al igual que Ramón Freire- activamente en La vida cívica. Asesora a la Confederación Perú-Bolivia. Eso se oculta. Como también se presentan como traidores a los oficiales insurrectos que, en 1837, en Quillota se pronuncian por “la paz y contra el despotismo”, negándose a marchar contra el ensayo integrador de Andrés Santa Cruz. Se encubren las maquinaciones del capitalismo británico que desencadena la Guerra del Pacífico. No ponderan que el venezolano Sucre es el primer Presidente del Alto Perú y con su nombre se rebautiza Chuquisaca. Sería “pedir peras al olmo” que capten el por qué profundo un militar español -Gabino Gainza- que representa la resistencia fernandina en la chilenísima PatriaVieja después es mandatario de las Provincias Unidas de Centroamérica. La historiografía uruguaya evita poner de relieve a Artigas como un federalista argentino oriental. Por ende su pedestal no es únicamente uruguayo. Poco y nada se alude a la anexión de Tejas por EEUU y menos a la guerra yanqui contra México que le usurpa La mitad de su suelo. Menos hay un comentario sobre la Guerra de la Triple Infamia que implica el genocidio del Paraguay Jamás una referencia a la raíz económica de la Guerra del Pacífico donde gravitan intereses financieros de Londres… Datos significativos de este tipo son infinitos y estimulan a profundizar el texto pionero de Jorge Abelardo Ramos.



En lo que respecta a la relación de chileno-argentina, Nuestra historiografía, siendo imposible se marchiten los laureles de Chacabuco y Maipú, opta por generar un O´Higgins del mismo tamaño que San Martín y se infla a Tomás Cochrane. Este mercenario escosés se convierte en santón de la Armada y la anglofilia de esa rama de las FFAA lo mantiene sobre un altar. En las biografías argentinas de Dorrego que reviso la referencia a Chile son mínimas. Sin embargo, es aquí entre 1810 y 1811 donde se inicia su preparación política y se despierta la vocación militar. Contrario sensu, en tratados y manuales que circulan en Chile apenas si se menciona al destacado héroe. Hay entonces responsabilidad de una y otra historiografía. A los historiadores argentinos la labor cívica y castrense del personaje en Chileno pasa de constituir aventura periférica y para los historiadores chilenos es mortificante que sea protagonista de tan trascendentes hechos patrios un “extranjero” como ese muchacho porteño que viniera, como tantos otros rioplatenses, a estudiar en la Real Universidad de San Felipe. Esa urdimbre común es devaluada u omitida por las historiografías lugareñas. De los gabinetes de los historiógrafos oligarcas o cipayos el virus de la balcanización salta a los manuales escolares de Historia Patria y de allí al imaginario colectivo y a los medios.

Por eso se valora la obra magna de Ramos hoy justipreciada en la Venezuela de Chávez y se juzga valioso fundar -como órgano de Estado y no apéndice de gobierno- el Instituto “Manuel Dorrego” de Revisionismo Histórico.

Jueves, Marzo 13, 2025

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