MENDOZA / El golpe a Paraguay / Escribe: Rodrigo Farías






El golpe de Estado a Fernando Lugo es un llamado de alerta para los países de la región. Como en Honduras, en el país vecino la derecha golpista utilizó los ´"medios institucionales" para derrocar al ex mandatario.

Paraguayos reclaman la vuelta de Lugo a la presidencia. Fotos Télam.

Hay quienes no suscriben a que la dimisión del presidente constitucional Fernando Lugo, en Paraguay, fue un golpe de Estado. Se equivocan, lo fue, tal como también fue un intento de Golpe el motín y secuestro de Rafael Correa por parte de la policía de Ecuador durante septiembre de 2010. Bolivia también ha sufrido casi de manera sistemática afrentas contra su sistema democrático por parte de las oligarquías separatistas y grupos de poder en aquel país.
Recientemente se produjo el décimo aniversario del golpe de Estado que se consumó contra Hugo Chávez, pero que fue obligado a retroceder por la movilización popular de 3 millones de personas.
Lamentablemente Honduras no tuvo la misma suerte de poder volver al orden democrático y hacer retroceder a sus minorías golpistas, tal como ocurrió en Venezuela. El 28 de junio de 2009 el presidente Manuel Zelaya fue retirado del cargo en el que el voto soberano lo había depositado. Testimonios señalan que existió, durante la afrenta, la orden precisa de asesinar a Zelaya que no fue cumplida –quizá debido al pudor o la culpa- por los vicarios militares. El golpe de Honduras manchó la inspirada etapa que está desarrollándose en Latinoamérica por parte de gobiernos atravesados por fundamentos y medidas populares. El golpe institucional de Paraguay se suma a esa triste saga de reacción de derechas que son incapaces de ganar elecciones y a la cual se enfrenta hoy la región.
Los medios de comunicación también dieron la letra en esta medida antidemocrática, apoyando con su silencio y complacencia los intereses mezquinos de los partidos Liberal y Colorado en aquel país. No ha sido diferente al papel protagonizado por la mayor parte de los medios comunicacionales privados que operan en los demás países de la región. Es el partido mediático que ofrece sus brazos y espadas manchadas con tinta –a fuer de la libertad de empresa, a fuer de liberticidio comercial- a los sectores conservadores y golpistas.
Resulta necesario el apoyo y solidaridad para los/las periodistas que resisten, y que adhieren y defienden el orden democrático de aquel país pues se deben enfrentar a un panorama adverso: un gobierno golpista investido de falso institucionalismo hará lo que sea necesario para acallar las voces ciudadanas que rechacen su condición anticonstitucional, tal como viene ocurriendo hasta ahora en Honduras.
Una lectura crítica de los medios de comunicación continúa siendo un insumo crítico para el mantenimiento democrático de la región. Que debe ser acompañado –por supuesto- por el accionar organizado y social que tenga por objeto contrarrestar la desinformación de los medios corporativos.
La iglesia, cuándo no, también mantuvo su coherencia histórica, y reitera en Paraguay la conducta antidemocrática y reaccionaria que ha sostenido contra todos los gobiernos progresistas de la región. Los clérigos no pierden posibilidad de hace misa con claustros golpistas y asumen la autoridad moral de la dirección de la sociedad en aquiescencia de los poderes fácticos.
Frente al atropello golpista en Paraguay ha sido destacable el rechazo unánime de los presidentes de la región contra el gobierno de facto. Venezuela ya ha cumplido suspendiendo el envío de petróleo y retirando a su embajador. La Argentina no ha reconocido al gobierno inconstitucional y se ha sumado a su rechazo, adhiriendo a la suspensión del gobierno ilegítimo en el Mercosur e invitando al presidente Fernando Lugo a que asista a la cumbre a realizarse del 26 al 29 de junio en Mendoza.


Por estos momentos resulta imprescindible el apoyo y solidaridad con el pueblo paraguayo que resiste al gobierno inconstitucional. Este es un hecho oscuro y sombrío para el presente de Latinoamérica y debe ser tratado con toda la seriedad que lo amerita. No se puede permitir que resurja el círculo vicioso que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XX basado en el establecimiento de dictaduras en todos los países de la región. No podemos dejar que emerja el terror y la fuerza frente a la democracia latinoamericana en este nuevo siglo. Es necesario decir basta.

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