No es ninguna casualidad que las tensiones en el movimiento nacional y entre el empresariado y la clase trabajadora aparezcan cuando se esté llegando al límite del reparto, agudizado además por la gravísima crisis internacional.
Por más que lo intente(n), no se puede desvirtuar la sana realidad
del país y de su pueblo haciéndola pasar por una terminal, parada al borde del
abismo.
Ayer, en pleno acto de camioneros y apenas unos metros más allá
del cordón de la histórica Plaza, la Argentina real, la de la producción, el
trabajo y la justicia social proseguía su lucha por imponerse al modelo del
atraso, la dependencia y la exclusión.
No había parado nadie.
Sin embargo, triste e inéditamente tanto para la CGT como para el
peronismo histórico, Hugo Moyano dio el puntapié inicial para colocar a dicha
organización en contra de un gobierno popular, en contra del gobierno que más
derechos les restituyó a los trabajadores y que más y mejor los representó e
interpretó desde 1955.
De hecho, fueron los mismos trabajadores los que unos pocos meses
atrás se volcaron masivamente a las urnas para elegir a Cristina, y por segunda
vez consecutiva, como su líder y conductora indiscutible.
En suma y muy a pesar de la realidad nacional, el discurso de
quien fuera pieza clave de la resistencia al neoliberalismo en los noventa y
aliado estratégico de Néstor Kirchner, brilló por su desorientación y nivel de
reacción.
La Sociedad Rural Argentina y prácticamente la totalidad de
las fuerzas políticas y económicas vinculadas a una Argentina semicolonial
apoyan y celebran el gran viraje.
El ariete para derribar la puerta de la Casa Rosada y entronizar a
la reacción en el sillón de Rivadavia, está por fin bien montado y aceitado.
QUE EL ÁRBOL NO TAPE AL BOSQUE.
Pasó la movilización de camioneros, y sin pena ni gloria.
TN titulaba ayer por la tarde: “En una muestra de poder, Moyano
llenó la Plaza…”
Más abajo, se leía: “Moyano y Cristina. Dos discursos y una
pantalla dividida.”
Falso, no hubo una Plaza llena; y falsa –aunque lógica– la
disyuntiva.
Lógica, desde el interés de la República para un puñado de miles y
para sendas corporaciones locales y extranjeras, carentes como nunca de
liderazgo y partido político.
Se vuelve a advertir, como en tiempos de la 125, la pantalla
dividida y la equiparación de un sector (cualquiera sea) con el gobierno.
Pero se equivoca Clarín, porque ni Moyano representa a la
totalidad de los trabajadores, ni los trabajadores son un sector (son una clase
social).
Sector era y sigue siendo la Sociedad Rural y la Mesa de Enlace,
minoritario por cierto dentro del universo rural argentino aunque aún sumamente
poderoso.
Lógica disyuntiva asimismo la planteada por Clarín, puesto que
nada conviene más a la reacción que el enfrentamiento entre trabajadores y la
fragmentación del movimiento nacional.
¿Cómo responder pues a las torpes maquinaciones de Moyano y del
Grupo Clarín?
El campo nacional y popular debe seguir articulando acciones y
ejecutando programas y conquistas que extingan el poder estructural y
bicentenario del Frente del subdesarrollo, el atraso y la dependencia en la
Argentina.
El verdadero enemigo, el enemigo histórico, no ha cambiado.
Tampoco el tipo ni la naturaleza del enfrentamiento.
Mucho menos aquello que convenientemente apropiado y utilizado,
terminará por definir el bando vencedor.
DE CÓMO ELEVAR EL UMBRAL DEL 50% y 50%.
En este sentido y para terminar, algo de vital importancia que la
presidenta de la Nación señaló en su discurso con motivo del lanzamiento del
Programa Argenta.
Dijo: “Los peronistas siempre dijimos el fifty-fifty; el problema
es que estamos llegando al 50% en el trabajo. Ahora el problema es cómo se
distribuye ese porcentaje.”
Gran y estratégica verdad.
Porque el problema de fondo y aquello que precisa el programa
histórico nacional y popular para afianzarse y derrotar al modelo de la
semicolonia, no pasa por debatir la necesidad o no de elevar el mínimo no
imponible, terminar con los impuestos regresivos, etc., etc., sino más bien
pasa por cómo y de dónde extraer los recursos y el capital necesario para
lograr todas y cada una de las grandes medidas pendientes.
¿Cómo salir del laberinto?
Ahondar el camino que permitió al modelo y a partir de 2008,
sobrevivir a la reacción interna y externa.
Hablamos de profundizar la estatización de la ruralidad
argentina: tierra, renta, producción y comercialización (interna y externa).
Porque si las disyuntivas Mesa de Enlace-gobierno,
Campo-Industria, Moyano-Cristina son absolutamente falsas, mucho más falsa es
la dicotomía capital-trabajo.
En un país periférico como la Argentina, en el que aún no se ha
podido eliminar definitivamente las causas estructurales que impiden el
desarrollo de sus fuerzas productivas, no es la relación distributiva entre
capital-trabajo la que define la principal contradicción en el país, ni la que
neutralizará o resolverá las tensiones existentes entre el capital y el
trabajo, o la que motorizará in eternum la autosuficiencia y modernización
económica así como las demandas pendientes y futuras del pueblo argentino.
Es la disyuntiva en el reparto de la riqueza entre el universo de
los asalariados, los sectores de la producción, la ciencia y la tecnología
por un lado, y los sectores concentrados y elitistas
(locales y extranjeros) vinculados a la comercialización de productos y
subproductos primarios con destino al mercado internacional por el otro.
El excedente social en la República Argentina, la renta agraria,
es la llave para aumentar el umbral del 50-50, colocando la típica
contradicción de un país desarrollado (proletariado vs. burguesía)
temporalmente más allá del triunfo del modelo nacional y popular, esto es,
después de derrotados los elementos económicos y culturales de la semicolonia.
Los países del centro pudieron extender la contradicción
capital-trabajo con la explotación de las colonias.
Nosotros conseguiremos hacerlo sólo con la descolonización lisa y
llana del país: intereses populares o corporaciones/oligarquía.