El nuevo “presidente” de Paraguay, que para su mal lleva como apellido “Franco “ -¡ay! los recuerdos de la España fascista- resulta de un proceso golpista casi en paralelo que los intentos criollos de debilitar a Cristina.
No podemos decir que la ola en que se monta Moyano sea un mérito de su poder, o en todo caso, sólo de su poder, que por cierto es lo que tiene y exhibe como un instrumento que sólo él maneja: “yo y sólo yo soy el responsable”, lo que significa que camioneros y la CGT que le queda, son todos de él. Es él frente a Cristina.
Vimos a Clarín mostrando ese poder como propio del camionero y como vencedor en una pulseada con Cristina, nada menos, la Presidenta.
En su conferencia de prensa mostró que sólo él es el contendiente, pero claro necesita ayuda. Y todos sabemos que no sólo no es el único, ni está sólo.
¡Qué notables las vueltas de la historia! Su desafío al gobierno elegido por el pueblo con el llamado a paro y movilización “nacional“ se cruzó en los tiempos con el golpe paraguayo. ¡Qué mala señal para el avance de sus pretensiones! ¡Qué mala suerte!
Obvio que son condiciones distintas, principalmente porque Cristina tiene una fuerza política y arraigo popular y social que excede al país y por desgracia, no tenía Lugo.
Los analistas dicen que el juicio express a Lugo se pergeñó hace tiempo y le impidió formar fuerza propia. No necesitamos aquí hablar de la profunda diferencia entre eso y las fortalezas de nuestro propio proceso democrático que conduce Cristina.
Pero qué notable el paralelismo de los tiempos en procesos destituyentes, aún de diferentes alcances y resultados. Es un paralelismo de intenciones. La más evidente es la necesidad de acudir a parodias públicas que desnudan objetivos similares: terminar con los gobiernos democráticos que impulsan cambios potenciándose en la región o esmerilarlos lo suficiente para debilitarlos, al servicio de la derecha histórica y/o travestida de los nuevos tiempos. Sin obviar claro, el terreno donde se dirime este conflicto en nuestros pagos desde que el peronismo se instaló como fuerza popular mayoritaria.
Pareciera ésa la diferencia, precisamente en la región. Pero hay más, éste ya no es el peronismo del 45, ni de los 70. Estos son tiempos de una construcción nueva renovadora de los viejos ideales, extensiva a nuevos derechos y con ello a nuevos sujetos históricos. Es notable cómo la tan importante organización sindical de los trabajadores, principalmente aquí donde eran la columna vertebral, ha mostrado su retraso y aún su retroceso con las rupturas de la CTA y la CGT, al lado de los avances políticos, sociales y culturales del proyecto nacional iniciado en el 2003. Por supuesto que el terrorismo de Estado no es ajeno a esta situación y lo que va de la democracia no ha alcanzado. Y no hay duda además que esta debilidad nos debilita a todos, y que además nos deja afuera, porque la democratización sindical es una tarea de los propios trabajadores. ¡Vaya si hay cosas pendientes!
De tal manera, que por lo que vemos ni Franco ni Moyano están solos. Por eso mismo tal vez no son ellos quienes tienen la última palabra y han adoptado ambos, artilugios públicos que atrasan, atrasan mucho -arcaico fue lo que dijo de esto el abogado de Lugo- y se ven así, es visible para todos.
Creo que no se han dado cuenta que los pueblos han avanzado y adquirido una visión más amplia que ellos de su propio destino y una madurez de la que ellos, los destituyentes, carecen. Ellos atrasan mientras las sociedades avanzan: ese es el mérito de la democracia que defendemos.