Videla y las logias militares / Escribe: Alejandro Horowicz






Al obedecer las órdenes inconstitucionales de María Estela Martínez de Perón (“neutralizar o aniquilar” en Tucumán) e Ítalo Argentino Luder (“aniquilar” en todo el país), para poder ejecutarlas, Videla rompió la cadena de mandos; al hacerlo transformó las Fuerzas Armadas en una logia. Hace siete décadas se conformaba el GOU. Esto es, la logia de oficiales que junto al coronel Juan Domingo Perón dio el golpe del ’43, y de algún modo la última logia de significación.
¿Vale la pena considerar hoy un fenómeno que ya entonces resultaba cuasi “anacrónico”? ¿Sólo remite a la apasionada historia militar? ¿A la aparición de mi nuevo libro Las dictaduras argentinas?
Para nada.

La desaparición de las logias militares, la crisis que azota desde 1975 a las Fuerzas Armadas y las declaraciones de Jorge Rafael Videla a la revista española Cambio 16 forman parte de un mismo núcleo problemático. Es fácil carajear a un oficial degradado, no sólo porque le han quitado el grado, resulta más complejo entender lo que dice, y en última instancia colegir el sentido del reagrupamiento político que impulsa.



Con estridencia, Videla afirma: “Yo digo que estamos en una situación hoy muy negativa, totalmente negativa, hemos perdido una gran oportunidad en las últimas elecciones de sentar puntos de apoyo a una oposición sólida y que actuara responsablemente para cambiar este estado de cosas al que me refería antes. Hablo de un cambio, claro, por la vía democrática, ya no es el tiempo de los golpes de Estado, aunque tampoco habría Fuerzas Armadas para darlo ni vocación para hacerlo. Esta situación de inmediato no va a cambiar, lamentablemente, porque no veo el actor, el líder, y no creo en los iluminados.”

Desmontemos el argumento. Dos campos quedan definidos desde el vamos: la oposición (campo de Videla) y el gobierno K (“situación muy negativa”). La oposición perdió “una gran oportunidad” al no reagruparse. Y la oposición importa porque para dar un golpe de Estado “tampoco habría Fuerzas Armadas” ni “vocación para hacerlo”. No se trata de la renuncia a un instrumento, sino de la siguiente constatación: no hay Fuerzas Armadas capaces de dar un golpe de Estado. En boca de un profesional de la violencia (aun degradado no deja de serlo) no es una afirmación menor.

Es una pena que el sociólogo y periodista Ricardo Angoso –que interroga a Videla en presencia de su familia– sea profesionalmente tan poca cosa, de lo contrario le hubiera preguntado lo obvio: ¿Qué pasó para que las FF AA ya no puedan dar un golpe de Estado? No es que crea que semejante minusválido intelectual esté en condiciones de explicar tan complejo asunto. Pero su silencio, o su decir tartajeante, también merecen registrarse. En cambio, sólo tenemos ruidos y ruiditos, pero aun así, la pregunta vale.

Un general con más estilo arrima el bochín en sus Confesiones. Escribió Alejandro Agustín Lanusse: “Los defensores de la represión tal como fue no comprenden que, al justificar el accionar de los grupos de tareas, justifican la ruptura de la cadena de mandos, el fin de la disciplina militar. Es decir, la destrucción de las Fuerzas Armadas.”

Ahora se entiende. Al obedecer las órdenes inconstitucionales de María Estela Martínez de Perón (“neutralizar o aniquilar” en Tucumán) e Ítalo Argentino Luder (“aniquilar” en todo el país), para poder ejecutarlas, Videla rompió la cadena de mandos; al hacerlo transformó las Fuerzas Armadas en una logia; en las logias no hay cadena de mandos, sus integrantes la sustituyen por el orden interno; y los mandos naturales quedan sujetos al poder de veto de la logia; con un agregado: el programa político de la logia pasa por garantizar sus objetivos, asegurando la ubicación de sus integrantes en la cúspide del poder. Una vez alcanzado el objetivo, el poder para sus integrantes, el destino de toda logia militar es la autodestrucción. Así pasó con el GOU y así pasó con las FF AA de Videla, Massera y Agosti. Por eso se debaten en crisis perpetua. A tal punto, que del servicio militar obligatorio del pasado, pasaron a los “soldados profesionales” del presente. Y en ninguno de los dos casos lograron que las FF AA tengan un rol en el dispositivo de seguridad nacional. Una hipótesis de conflicto que no sea la guerra interna, la lucha contra la “subversión”, y permita organizar un orden militar posible. Todo el tiempo oscilan entre la “inteligencia interna” y la nada administrativa.

No cabe duda de que la razón instrumental (ruptura de la cadena de mandos, y aceptación del pillaje bajo la forma de botín de guerra) descompuso a las FF AA. Tiene razón Lanusse, pero eso no es todo; el golpe de Estado fue política del bloque de clases dominantes hasta que dejó de serlo. Cuando se observa (como sucede en Las dictaduras argentinas) las crisis que soportaron los gobiernos de Raúl Alfonsín o Fernando de la Rúa, sin que se moviera un birrete en ningún cuartel, queda claro que la irrupción política de la FF AA no es nunca una decisión puramente militar.

Sin embargo, Videla señala un asunto todavía más significativo: si el bloque de clases dominantes decidiera otra cosa, no tendría instrumento militar. Por eso importa la oposición. Por eso no hay otro camino que las elecciones. Por eso Videla no contempla la “evasión”, como corresponde a un prisionero de guerra, sino “los medios de comunicación”, al considerarse un preso político. De ahí que la revista registre sus decires, y garantice que no resulten “tergiversados”; para la publicación española Videla es un referente insoslayable: el jefe virtual de la oposición unificada, la marca del partido del orden. ¿Una fantasía absurda? Para Cambio 16, y para Videla no existe otro camino, por eso “no veo al actor, al líder, y no creo en iluminados”. ¿Habrá entendido la “oposición”? ¿Estarán dispuestos a ser soldados de Videla?

Volvamos a empezar. Las logias militares del pasado sirvieron para que los golpes de Estado no descompusieran la cadena de mandos, para que la logia absorbiera en su dinámica la violenta contradicción que supone la existencia de un cuerpo “ilegal”, dentro de la Fuerza Armada del Estado “legal”. Esta posibilidad promovió un fenómeno peculiar: el independentismo militar. Es decir, una cierta autonomía en el cuerpo de oficiales que espejaba los conflictos del bloque de clases dominantes.

La deuda externa, en tanto política que facilitó girar al exterior una masa decisiva de capital nacional, generada por José Alfredo Martínez de Hoz, primero, y la convertibilidad, de Carlos Menem y Domingo Cavallo, después, alentó, facilitó, posibilitó la creación de un grupo de rentistas que viven en un country “barato”: la Argentina. Una especie de sociedad anónima de cortadores de cupones para los que la política no puede ser otra cosa que la continuación a perpetuidad de su propio negocio.



La crisis internacional y la política de los países del Cono Sur dibujaron un nuevo recorrido posible. Donde nuestros rentistas imaginaron estática a perpetuidad, emergió una dinámica que estaba en los libretos de muy pocos. La crisis global permite, sugiere, impone pensar todo de nuevo. No existen antecedentes para un viraje tan descomunal. Una potencia que hasta mediados del siglo XVII fue la más importante del planeta, dos siglos más tarde fue colonizada con los instrumentos más brutales, a mediados del siglo XX logró su unidad nacional, de la mano de Mao y el Partido Comunista Chino, y hoy discute mano a mano con los Estados Unidos cómo será el nuevo orden internacional. De ese debate formamos parte, y nuestro destino depende de cómo se salde en definitiva.
(Diario Tiempo Argentino, viernes 4 de mayo de 2012)

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