Cristina peronista / Escribe: Roberto Follari






Está claro: un gobierno que afecte intereses será atacado. Es la ley de acción y reacción. El actual gobierno es el más atacado que recordemos en la Argentina post-dictadura.



Atacado desde arriba, por los de arriba; por los voceros históricos del golpismo –afortunadamente hoy en baja–, de los grandes propietarios agrarios, de las multinacionales y algunas embajadas extranjeras de países del capitalismo central. Todo ello es de lamentar, pero era de esperar. Y, en cierto sentido, es un buen síntoma: si ciertos personeros están en contra, quiere decir que se marcha por buen camino.

La argentinización de YPF ha marchado en esa dirección. Apoyada por la gran mayoría del pueblo argentino, en tanto es obvio que un área estratégica como el petróleo no puede ser abandonada a la pura lógica del lucro. También porque fue evidente que la empresa concesionaria estaba incumpliendo estándares de extracción de crudo, a la vez que sí cumplía excedidos estándares de extracción de ganancias hacia fuera de la Argentina. Incluso porque la decisión de la presidenta fue cuidadosa: puso el 51% de acciones en manos del Estado, pero mantuvo márgenes amplios de propiedad privada, a los fines de asegurar las condiciones de futura inversión. Y también porque ningún país latinoamericano ha privatizado sus empresas petroleras; ni Brasil ni México, por ejemplo.

De modo que lo que algunos presentan como una medida supuestamente insólita del Gobierno argentino es solo restablecer lo que corresponde, aquello que es aceptado a todos los demás países de la región, y es reapropiar aquello que se vendiera por nada en los años 90, por cierto que entonces sin ninguna resistencia significativa de parte de quienes operaban como oposición política.

Las actuales oposiciones, por su parte, han apoyado en lo fundamental la medida. Hasta Macri tuvo que matizar su inicial recurso de hablar de la cuna de su hija, y pretender con cuentos para niños demeritar la decisión presidencial. Es que se trata de una decisión histórica nada fácil, que ningún gobierno que no tenga a la vez fuerza y convicciones podría tomar; a un gobierno débil esto se lo lleva puesto, uno sin convicciones simplemente evita tomar medidas que pudieran causar conflicto. Pero el actual gobierno sí lo hizo.

Como era de esperar surgieron los detractores de baja estofa, intentando enturbiar la medida. Claro que, a falta de mejor recurso, lo que se puso de moda es tomar –acá en Argentina– la voz del establishment español como si fuera propia. Nada menos.

Se vuelve indemne de muchos lugares, pero no del ridículo. Es la posición en que cierto actual antigubernismo se ubica, lo que Leopoldo Moreau llamó en su momento la práctica del “antikirchnerismo bobo”. Si el gobierno dice blanco, decir negro. Si el gobierno dice A, decir Z. Si el gobierno dice que la Luna es un satélite, decir que es un planeta. Si el gobierno dice que el sol sale por el Este, decir que sale por el Oeste.

Sí; por ir en contra, cualquier cosa. Lo hemos visto en el caso de Malvinas; un grupo de periodistas e intelectuales con escaso sentido de la autoexposición grotesca, coincidió con los ingleses en que quienes deben decidir sobre la soberanía son los isleños (es decir, proponen regalar la soberanía a los ingleses, incluso contra la opinión internacional dominante y las resoluciones de Naciones Unidas).

Ahora, lo mismo: que España está enojada, que tomará represalias, que ya veremos lo que nos va a pasar. La voz de los grandes propietarios y del derechista gobierno españoles, (pro)puesta como si fuera la voz del interés argentino. Un contrasentido tan burdo que, por supuesto, se vuelve como boomerang contra los que lo lanzan. No se puede ser antinacional, dejándose llevar por la ceguera de un absoluto antigubernismo.

Por supuesto, el pueblo español poco tiene que ver con esto; ni gana nada con Repsol, ni deja de estar afectado por un gobierno desastroso (y otro anterior, del PSOE, que no estuvo tan lejos de recetas de ajuste y desocupación). Es un pueblo hermano con el cual tenemos enormes lazos; por cierto que miles de connacionales hoy viven en las diferentes regiones de España.

Y por cierto que no todas las oposiciones en Argentina son tan ciegas como las reseñadas; hay quienes pueden sostener –y efectivamente sostienen– posiciones matizadas. Estos son más desde la última elección presidencial, la que enseñó a muchos que la oposición por la oposición misma es rechazada por la población, que a menudo cree que los malhablantes sobre los demás no muestran ninguna capacidad para hacer por sí mismos.


Se trata del reino del revés. Si uno miraba TV la última semana estábamos en el peor de los mundos, como parecen creer algunos amigos que están fuera del país y solo saben del mismo por medios electrónicos. Si uno mira a nuestra población, hay, en cambio, amplia aprobación y buena expectativa en torno de lo decidido sobre YPF. Un contraste entre realidad virtual y realidad social que viene repitiéndose demasiado a menudo en los últimos años.
(Diario Jornada, lunes 23 de Abril de 2012)

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