“¿Quién es más solvente, el que tiene 20 mil pesos en el bolsillo o el que lleva 2 mil, pero puede gastar 50 mil con la tarjeta de crédito? Eso es lo que tenemos que hacer, habilitar la tarjeta”, sostiene un encumbrado funcionario ante Página/12. Más de 30 mil millones de dólares de reservas en el Banco Central son suficientes para el funcionamiento actual de la economía. Eso no es problema. Pero mejor sería si además el Estado, sus empresas y las del sector privado tuvieran acceso abundante a financiamiento en divisas. Con ello empezaría a quedar desterrada la idea de que una devaluación brusca está a la vuelta de la esquina y quienes hoy apuestan por esa opción –ya sea por intereses sectoriales o como un comportamiento defensivo– comenzarían a dejar de hacerlo. En la etapa que arrancó con el cambio de gabinete, más que pensar en medidas que restrinjan la salida de dólares –aunque alguna otra puede haber, sumada al proyecto de ley para encarecer la compra de bienes suntuarios– la estrategia del Gobierno está orientada a habilitar un ingreso sostenido de dólares, destinados al desarrollo de infraestructura e inversiones productivas.
Con ese diagnóstico, alternativas como la creación de un dólar turista a 8 o 9 pesos o cualquier otra que implique un movimiento brusco de la escena económica quedaron descartadas. Incluso un objetivo a futuro en la secuencia pensada para resolver la restricción externa es volver a permitir la compra de billetes verdes para atesoramiento. El número que se mira hoy son 10 mil dólares al año por persona, pero podría ser otro mayor si los planes en marcha dan resultado.
Llegar a ese punto demandará otras acciones previas. Pero a diferencia de las creencias de la city de que se cocina un salto en el tipo de cambio o un desdoblamiento en las cotizaciones, las acciones en marcha apuntan a recrear expectativas, generar confianza y convencer a consumidores, empresarios argentinos y del exterior que la economía goza de buena salud, y que por lo tanto pueden seguir consumiendo y haciendo negocios sin estar obsesionados por el dólar. Cuando eso pase, las autoridades analizan permitir ahorrar otra vez en dólares, con un límite de 10 mil por año o similar como se mencionó más arriba. Aunque, en realidad, al mismo tiempo lo que debería pasar es que avance la nueva ley de mercado de capitales y los pequeños inversores tengan a mano otras opciones de atesoramiento para sus pesos: instrumentos financieros como acciones, bonos y fideicomisos, que pueden rendir mucho más que el dólar y cuya función es más virtuosa para la economía porque resultan un canal de financiamiento para empresas, gobiernos y consumos.
Jorge Capitanich, jefe de Gabinete, y Axel Kicillof, ministro de Economía, dijeron ya varias veces en los pocos días que llevan de gestión que no hay que esperar anuncios grandilocuentes. En todo caso, el principal ya ocurrió y fue el estruendoso cambio de gabinete, con el alejamiento de tres de las cinco cabezas del área económica, Guillermo Moreno, Mercedes Marcó del Pont y Hernán Lorenzino, mientras que Ricardo Echegaray, titular de la AFIP, se llamó a silencio. Ordenar la conducción en espacios destacados del Poder Ejecutivo fue el primer paso. La potencia del cambio también se aprecia con la designación de figuras de peso, como Capitanich, Kicillof, el nuevo titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, y del nuevo ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela.
En diez años de kichnerismo, la actividad económica tiene una fluidez respetable, propia de haber recreado un mercado interno amplio, con integración social y regional. Los dos problemas más gruesos a resolver son la suba de precios y la amenaza de la restricción externa. Esto último quiere decir que la oferta de dólares para abastecer una demanda de divisas concentrada en importaciones de energía, industriales, de autopartes en particular, de electrónica y en menor medida de turistas al exterior sea insuficiente, provocando una estampida en la cotización del dólar.
Para la suba de precios, Capitanich y Kicillof anticiparon la respuesta en las reuniones de anteayer con sindicatos y empresas: acuerdos de precios, estudios de las cadenas de valor para detectar qué actores tienen más responsabilidad en los aumentos y medidas activas para aumentar la producción de bienes, como facilitar líneas de crédito a las empresas. Es una respuesta que ratifica el perfil heterodoxo de la conducción económica, que llega no para cambiar la línea de lo que se venía haciendo sino para darle más orden y también más potencia. Empresarios y gremialistas no escucharon que se vaya a apelar a un ajuste fiscal y una suba de tasas de interés como recomiendan los economistas del sector financiero, sino que la salida sigue siendo apostar al consumo y al crecimiento.
En lo que sí hay diferencia respecto de lo que se hizo en los últimos dos años es en cómo enfrentar la amenaza de la restricción externa. En octubre de 2011 se empezó a bloquear la compra de dólares para atesoramiento y meses más tarde se llegó a su prohibición definitiva. Fue una acción defensiva frente a la constante fuga de divisas, que hoy los funcionarios siguen reivindicando. Pero en esta etapa quedó claro que no alcanza. Como se indicó antes, las principales causas de salida de dólares son las importaciones de energía, insumos industriales, electrónica y en menor medida por turismo. El otro gran ítem, que pesa tanto o más que los anteriores, es el pago de deuda pública con reservas del Banco Central. La evaluación que hacen en despachos oficiales es que a corto plazo no hay mucho que se pueda hacer por ese lado. Entonces lo que queda es generar canales de acceso a divisas para el Estado y las empresas.
Lorenzino tendrá su misión en Europa negociando una salida al default con el Club de París, mientras que por otro lado se buscará establecer una relación madura y no de dependencia con el FMI. Pero más allá del financiamiento que pudiera venir de organismos internacionales, se pondrán sobre la mesa todas las alternativas de crédito y de ingreso de divisas existentes: préstamos para infraestructura y para el desarrollo de empresas públicas, YPF saliendo al mercado internacional a buscar divisas y socios, swaps –canje de monedas– con China y hasta colocaciones en el mercado voluntario del Estado nacional. Otra fuente es la inversión extranjera directa y los créditos que obtengan empresas nacionales en el exterior. El equipo económico avanzará por distintos frentes a la vez, mientras sigue estimulando el crecimiento y el mercado interno.
Entre tanto, si hiciera falta se podría apelar a medidas como la venta de bonos en moneda extranjera en poder de la Anses, alternativa que todavía no se ha utilizado. También se analiza un eventual impuesto o tasa a los pasajes de avión para viajes al exterior, pero no es la prioridad. La energía estará puesta en llevar tranquilidad, aplacar las aguas para que la economía navegue con mayor serenidad. Se trabaja en un combo con distintas variantes, escapando a las estridencias y a medidas que causen escozor. Kicillof lo dijo en sus primeras definiciones como titular de Economía: no se hará nada que afecte el bolsillo de los argentinos. En todo caso, las medidas que pudiera haber en ese sentido apuntarán a consumos de sectores de ingresos elevados, como las ventas de autos de lujo, aviones y embarcaciones o la quita de subsidios en las facturas de servicios públicos.
(Diario Página 12, domingo 24 de noviembre de 2013)