ARGENTINA / Patéticas miserabilidades / Escribe: Alberto Dearriba






Un editorialista de la oposición publicó ayer un comentario en el que acusa a los oficialistas que convocan a festejar la "victoria global" de un "patético eufemismo" tendiente a ocultar la derrota en los principales distritos. En verdad, hacerse el distraído con la caída del Frente para la Victoria (FPV) en once distritos es tan patético como negar que continua siendo la fuerza más votada en todo el país.

Otro comunicador del mismo grupo subrayó anoche en Canal 13 que el gobierno cayó del 54% que obtuvo Cristina Fernández en las elecciones presidenciales, al 28 por ciento. Se trata en realidad de otro acto patético, ya que además de no "caer" al 28, sino casi al 33%, no se pueden comparar papas con tomates.

Cualquier aprendiz de analista político que no tenga mala leche sabe que una elección presidencial es muy distinta a una parlamentaria. Y que no se puede considerar honestamente que una fuerza que retuvo un tercio del electorado nacional, ha sufrido un desastre en las urnas. Mucho menos si la segunda fuerza –la UCR y sus aliados socialistas– obtuvieron 12 puntos menos a nivel nacional.


También es patético minimizar que en esta elección parlamentaria el bloque de diputados oficialista haya sumado cinco legisladores y perdido sólo una banca en el Senado, que fue conquistada por Fernando Pino Solanas con la cooperativa UNEN. En suma, tras la presunta aplastante derrota sufrida ayer por el gobierno, sigue siendo la primera minoría a nivel nacional y continuará controlando el Parlamento hasta el final del segundo mandato de Cristina Fernández.

Con todo, es obvio que la elección de ayer será recordada como un punto de inflexión para la fuerza que no sólo logró mantenerse en el poder durante más de una década, sino que pudo sacar al país de la postración a la que lo llevaron las políticas neoliberales.

Y esto es así porque quedó certificado lo que preanunciaron las primarias: los kirchneristas más puros vieron desvanecer definitivamente el sueño de habilitar a Cristina Fernández para una nueva postulación presidencial. Esta es en realidad la derrota oficialista. Porque haber perdido sólo un senador, sumado cinco diputados y resultar la fuerza más votada a nivel nacional, no parece ser un traspié y mucho menos una derrota catastrófica.

La estridente ausencia de Cristina Fernández en los últimos tramos de la campaña electoral y en los actos de anoche, tras la elección, parece un preanuncio de la orfandad futura del kirchnerismo.

Sin su locomotora, el FPV deberá optar por la difícil tarea de instalar un candidato propio o apoyar la postulación de Daniel Scioli, que ayer sufrió un duro golpe en su territorio. El rostro siempre sonriente del gobernador bonaerense, anoche lo decía todo.

El FPV perdió en 13 distritos, entre los cuales se cuentan los cinco más importantes: Provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fé y Mendoza.

Pero el peor dato para el gobierno es que sus más enconados adversarios tienen motivo para celebrar. El rotundo triunfo de Sergio Massa en el distrito más estratégico, el que concentra el 37,36% del padrón nacional, lo habilita a lanzarse a la búsqueda de la candidatura presidencial.


Tiene por delante dos años para disciplinar a la derecha peronista en el interior del país, pero también dos años para moverse bajo los focos del resbaladizo escenario nacional.

Ya no se trata de colocar cámaras filmadoras para detectar delincuentes en el municipio de Tigre y de criticar al gobierno por la inseguridad, sino que deberá responder a las demandas de quienes lo votaron esperanzados.

Massa se topará en Córdoba con José Manuel de la Sota, quien también aspira a la esquiva candidatura presidencial, que perdió cuando fue el turno de Néstor Kirchner. Pese a perder cuatro puntos con respecto a las PASO, frente a los cinco que ganó el kirchnerismo cordobés, De la Sota revalidó sus laureles con el triunfo de Juan Schiaretti.

El alcalde porteño, Mauricio Macri, lanzó abiertamente su candidatura presidencial poco después de conocida su victoria porteña.

El Pro consiguió dos bancas en el Senado por Capital y otra por Entre Ríos, además de diputados en varias provincias que le permitirán contar con un bloque de 18 escaños en la cámara baja.

Pero para Macri, la Argentina profunda sigue siendo un territorio ancho y ajeno. Sólo consiguió hacerse fuerte en Santa Fé con el cómico Miguel del Sel, ser la cuarta fuerza en Córdoba, hacer algo de ruido con el pintoresco Alfredo Olmedo (que no entrará al Senado) en Salta y catapultar al sojero Alfredo De Angeli en Entre Ríos. Tiene dos años para trasponer la Avenida General Paz y proponerle a los argentinos un retorno al imperio del mercado.

Para Julio Cobos el camino será inverso. Su amplio triunfo en Mendoza lo habilita a iniciar su trabajo desde la cordillera hacia los grandes centros electorales. Tal vez deba zanjar antes la interna radical con su correligionario Ernesto Sanz, para pensar luego si desea mantener al partido de Alem aliado al Frente Amplio Progresista, porque el triunfo de Hermes Binner en Santa Fe, también lo habilita a soñar con una nueva candidatura presidencial.

Todos los presidenciables respiraron anoche aliviados cuando constataron a ciencia cierta que en 2015 no tendrán que vérselas con Cristina. Y eso es lo que puede celebrar la oposición.

Retener después de diez años casi un tercio del electorado no parece una derrota catastrófica. Aunque algunos crean que esto también es un patético eufemismo.

(Diario Tiempo Argentino, lunes 28 de octubre de 2013)

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