ARGENTINA / Cristina es a la Rosada lo que Messi a la Selección / Escribe: Alberto Dearriba






La salud presidencial acaparó esta semana la atención de los corrillos políticos, pero la presidenta de la Nación tiene una enorme tarea política por delante y otra financiera, para cuando se reponga: instalar a su delfín para 2015 y disminuir el estrangulamiento del sector externo. La primera tiende a darle oxígeno al kirchnerismo asfixiado por el límite institucional del mandato de Cristina Fernández, y la segunda a darle oxígeno a la economía limitada por el cuello de botella de las cuentas externas.

En los corrillos políticos se discutió si el problema de salud de la presidenta beneficiará las chances del Frente para la Victoria (FPV) en las elecciones parlamentarias. La historia reciente indica que las nanas presidenciales terminaron revalorizando relativamente a los pacientes, pero ni los más optimistas imaginan que el golpe en la cabeza pueda sumar los diez puntos necesarios para instalar un clima favorable a una reforma constitucional. En consecuencia, las PASO certificaron el síndrome de orfandad del oficialismo, ya que ni un milagro podría habilitar constitucionalmente a Cristina para un nuevo mandato. Esto implica que el kirchenerismono no podrá contar en el próximo turno con esa locomotora capaz de vencer a cuanto político intente enfrentarla. Y el problema de salud demostró que Cristina es a la Rosada lo que Leo Messi a la selección. Se puede jugar sin ellos, pero no es lo mismo.


El síndrome de orfandad se funda en la inexistencia de un delfín natural que garantice la continuidad del modelo instaurado por Néstor Kirchner y profundizado por Cristina. Ambos imaginaron una alternancia que les permitiría haber gobernado todo el tiempo que el pueblo hubiese querido. Pero la biología le ganó a la política el 27 de octubre de 2010 y marcó un límite institucional para el kirchnerismo en el poder. Desde entonces, la presidenta no quiso o no supo favorecer la emergencia de un sucesor natural. Si alguna vez se pensó en Amado Boudou para ocupar ese sitio, hace mucho tiempo que la idea fue descartada en virtud de la caída de su figura en las encuestas. Tras la internación de Cristina, el vicepresidente asumió el remplazo correspondiente en un marco de sospechas y brulotes.

Para colmo, el aliado mejor ubicado en los sondeos de opinión, Daniel Scioli, no ofrece las garantías de continuidad del modelo a los kirchneristas de "paladar negro". Descreen de las convicciones populistas del gobernador bonaerense y lo ubican a la derecha del gobierno nacional. Tampoco está demasiado claro cómo seguirá la relación entre la Casa Rosada y el ex deportista después de las elecciones legislativas. Scioli pretende reordenar al Partido Justicialista y dirimir la candidatura del 2015 en las próximas primarias. Si el sucesor de Cristina debiera surgir de los gobernadores provinciales, el sector oficialista más convencido ideológicamente, prefiere al entrerriano Sergio Uribarri. No faltan quienes aseguran que es el preferido de la gran electora y que podría ocupar un puesto destacado en el gabinete nacional tras la elección del 27, con el objetivo de instalarlo para el 2015. Uribarri se ganó el favor presidencial: pese a gobernar una provincia sojera, se mantuvo firme en defensa de las retenciones a exportaciones agrícolas y en las primarias fue ganador por 22 puntos.

La tarea por quebrar una fecha de vencimiento político tiene un correlato en la lucha por evitar la megadevaluación por la cual claman economistas ortodoxos y pitonisas catastrofistas. Se niega porque no sólo implicaría un golpe brutal a los bolsillos populares, sino una derrota política-ideológica del modelo de crecimiento con inclusión que defiende orgullosamente por el mundo. La presidenta sabe que tarde o temprano la memoria histórica reivindicará los años de prosperidad que el kirchnerismo le ofreció al país a la salida de la catástrofe neoliberal.


Para preservar ese capital político, debe salvar el dilema de las cuentas externas. Los cálculos más benévolos preanuncian que con el actual nivel de reservas, hay dificultades para pagar la deuda, afrontar las importaciones y venderle dólares a precio oficial a los turistas. En estas circunstancias, todos los gobiernos apelaron al endeudamiento externo para pagar intereses. El problema sería para el que llegara detrás. Pero el kirchnerismo se negó desde un principio, un poco por convencimiento y otro por los costos usurarios que le exigían tras el default. La eterna bicicleta iniciada durante la dictadura militar saltó por el aire junto con las instituciones en el 2001, cuando se cortó la cadena. El gobierno de Néstor Kirchner inició entonces una política de “desendeudamiento” que encontró su límite ahora, sobre todo por la creciente necesidad de importación de energía debida al aumento de la producción. El ex presidente se sacó de encima la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) cuyas recetas habían llevado al país a la quiebra y se abrazó a la idea de “vivir con lo nuestro”. Cristina Fernández continuó por ese camino y advirtió que sólo aceptaría créditos para financiar proyectos productivos o de infraestructura.

Ahora, el gobierno pactó con el Banco Mundial pagarle a un puñado de empresas extranjeras –con quitas y bonos– una parte de lo que reclaman desde hace años al gobierno argentino y obtuvo a cambio una primera señal favorable para recibir 3 mil millones de dólares frescos, que serán destinados a programas sociales, al área de educación y a infraestructura rural. El CIADI –el tribunal internacional del Banco Mundial al cual se sometió la Argentina en los tiempos de las "relaciones carnales" menemistas- había fallado en favor de los reclamos de algunas de estas empresas extranjeras y estaba a punto de hacerlo en otros casos. Pero el gobierno kirchnerista exigía que las demandas fueran presentadas ante la justicia argentina. Después de años de tironeos, el gobierno aceptó ahora pagar unos 500 millones de dólares, a cambio de lo cual obtendrá del Banco Mundial préstamos por 3 mil millones de dólares.


Simultáneamente, técnicos del FMI dieron señales positivas a funcionarios del área económica, con respecto al nuevo método de mediación del costo de vida que suplantará al desprestigiado índice de costo de vida. Ambos acuerdos constituyen una señal al gobierno de los Estados Unidos, cuya Corte de Justicia es la última instancia del juicio del fondo buitre MyL que obtuvo un fallo favorable del juez neoyorquino Thomas Griessa, para que le paguen la totalidad de su acreencia, sin las quitas que aplicó el gobierno kirchnerista. Una ratificación de ese fallo desataría una catástrofe, ya que todos los acreedores que aceptaron las podas podrían reclamar lo mismo. Pero en caso de extrema debilidad, surge como contrapartida el recuerdo de lo que Kirchner le planteó a los financistas internacionales: "Los muertos no pagan sus deudas". Por el momento, la Argentina demuestra su voluntad de pago para negociar de la mejor manera. Las circunstancias dirán hasta dónde llega. Pero será muy difícil convencer a Cristina de que cambie el curso de su política en favor de una megadevaluación o un retorno al endeudamiento pleno para pagar intereses. El desendeudamiento y el tipo de cambio administrado está en su ADN.

(Diario Tiempo Argentino, sábado 12 de octubre de 2013)

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