Desde Nueva York
El papa Francisco entró en el recinto de la Asamblea General de Naciones Unidas poco antes de las diez de la mañana. Caminó despacio por el pasillo mientras representantes de todo el mundo lo aplaudían de pie. Los ejes de su discurso fueron los problemas ambientales y la exclusión social. Pero no como dos temas aislados, sino interconectados. También vinculado con ambos asuntos, Jorge Bergoglio aseguró que los organismos financieros deben “velar por el desarrollo sostenible y la no sumisión asfixiante a los sistemas crediticios que lejos de promover el progreso someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza y dependencia”. Los primeros aplausos llegaron cuando mencionó que todos los países deben tener la misma participación en el Consejo de Seguridad de la ONU así como en las instituciones económicas internacionales.
Fue un día atípico en la ONU. Era el inicio de la Asamblea General y también de la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible. El organismo, sus autoridades y trabajadores están acostumbrados a las medidas de seguridad y los visitantes importantes, ya que todos los septiembres se reúnen aquí decenas de jefes de Estado. Esta oportunidad, si embargo, fue especial. Cuando todavía era de noche y los carteles de Times Square brillaban, incluido uno gigante con la figura de Francisco con el que el gobierno de la ciudad de Nueva York le dio la bienvenida, ya había gente esperando para ingresar a la sede del organismo internacional.
Antes de hablar en la Asamblea, el Papa tuvo otras actividades en el edificio ubicado entre la Primera Avenida y el East River: se reunió con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon y con otras autoridades y funcionarios y luego habló para algunos trabajadores del lugar. Los que pudieron participar de este último evento habían ganado un sorteo. De la misma forma fueron seleccionados quienes pudieron ver al Papa en la procesión en el Central Park, en la misa en el Madison Square Garden o en el recorrido del jueves por la Quinta Avenida. A los empleados de la ONU les habló en inglés: “Ustedes son expertos trabajadores, funcionarios, secretarias, intérpretes, cocineros, empleados de mantenimiento, personal de seguridad. Estén tranquilos que su trabajo contribuye al mantenimiento de la ONU”, destacó que venían de distintas partes del mundo y pidió “que se respeten uno al otro, que se preocupen el uno del otro, que estén cerca”. Finalmente, pidió “que les den un saludo a los miembros de sus familias y a los colegas que no pudieron estar con nosotros por la lotería”. Dentro del edificio, Francisco se movió en algunos lugares con un carrito tipo golf y fue vivado por los pasillos. Cuando entró al recinto de la Asamblea, también se escucharon gritos de apoyo.
Bergoglio mencionó que no fue el primer Papa en hablar ante la ONU, aunque Ban Ki-moon dijo a su turno que ninguno había participado de una apertura de la Asamblea General y le agradeció por “hacer historia”. El discurso estuvo teñido de la agenda sobre el desarrollo sostenible y la futura cumbre del clima que se realizará en París. El tema coincide con la preocupación del Papa, que dedicó su encíclica Laudato Si a los problemas del ambientes y los vinculó a la vez con los de la pobreza, la exclusión y la explotación económica. Francisco habló en castellano y en seguida envió un mensaje interno al organismo internacional sobre la necesidad de que todos los países valgan igual, incluso en el Consejo de Seguridad, donde cinco potencias (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China) tiene poder de veto. También habló de equidad en relación con el sistema financiero y los organismos de crédito internacional. “La reforma y adaptación de los pueblos siempre es necesaria, para progresar hacia el objetivo último de conceder a todos los países sin excepción una participación real y equitativa en las decisiones. Es necesaria una mayor equidad en los cuerpos con efectiva capacidad, como el Consejo de Seguridad, lo mismo para los organismos financieros o los grupos especialmente ideados para afrontar crisis económicas, para ayudar a mitigar todo tipo de abuso o usura con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros han de velar por el desarrollo sostenible y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios que lejos de promover el progreso someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia”, dijo en una mención que en la Argentina no puede pasar desapercibida ni quedar desligada del conflicto con los fondos buitre ni al marco regulatorio sobre la reestructuración de la deuda soberana que fue aprobada por la Asamblea General de la ONU hace tres semanas. El tema, tanto la votación que se hizo en el organismo internacional por impulso de la Argentina como la alusión del Papa al respecto, serán mencionadas seguramente por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que llegará hoy a Nueva York y hablará el lunes en la ONU (ver aparte).
En otro de los tramos más políticos de su discurso, Francisco respaldó el acuerdo que Estados Unidos y cinco potencias realizaron con Irán y que fue rechazado por los republicanos y el estado de Israel: “Es una prueba de las posibilidades de la voluntad política. Hago votos para que sea duradero y eficaz”.
Vestido de blanco, con los anteojos puestos y su cruz colgando en el pecho, el Papa mencionó que “la promoción de la soberanía del derecho, la justicia, es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad” y que “ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente ni autorizado a pasar por sobre los derechos de otras personas o agrupaciones”. Aseguró que era necesario “consolidar la protección del ambiente y acabar con la exclusión”, que “cualquier daño al ambiente es un daño a la humanidad” y que el daño al ambiente va acompañado por la exclusión. “La exclusión económica y social es una negación de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a la dignidad humana y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren. Son descartados por la sociedad, obligados a vivir del descarte y sufren las consecuencias del abuso del ambiente. Esta es la cultura del descarte”. Instó a los líderes mundiales a adoptar una agenda para el desarrollo sostenible y a alcanzar resultados sobre el cambio climático, pero pidió que las acciones no sean solo declarativas: “El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva para mejorar el ambiente y vencer los fenómenos de la exclusión social y económica con su triste consecuencia de trata de seres humanos, comercio de órganos, explotación sexual niños, tráficos de drogas y armas, terrorismo y crimen internacional organizado”.
También hubo menciones para los temas más tradicionales de la Iglesia, como el “derecho de la familia a educar y de la Iglesia a colaborar con las familias” y la “libertad religiosa”. Y terminó con una cita del Martín Fierro: “los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean los devoran los de afuera”. El final fue con aplausos, pero todavía había una sorpresa: un coro lo esperaba para cantar “Duerme, negrito”, la canción de cuna tradicional que grabó Atahualpa Yupanqui y popularizó Mercedes Sosa. Luego llegó Shakira con “Imagine”, aunque el Papa se tuvo que ir; tenía una apretada agenda que cumplir.
(Página 12, sábado 26 de setiembre de 2015)