ARGENTINA / Desbordados / Escriben: Andrea Recúpero y Jorge Repiso






Eran las tres y media de la mañana y el cielo, encapotado desde mucho antes. Un alerta meteorológico de los tantos había movido a los porteños a tomar algunas precauciones, las mínimas, como la de colgar la ropa adentro de las casas. El cielo bramó. La lluvia y el viento desatados parecieron eternos. En Barrio Mitre, un pequeño vecindario próximo a la frontera con la provincia, Antonio Maciel, un padre de familia de 45 años, instaló la compuerta, conocedor de los riesgos de vivir bajo nivel. El agua subió de repente y superó los marcos de las ventanas. “No pudimos hacer nada, y fuimos arriba a la casa de los primos y llevamos los dos chicos arriba y mi suegra y mi suegro que está enfermo. Falleció una vecina, que quedó adentro y murió ahogada”. La catástrofe se abatió sobre Buenos Aires y sus alrededores y horas después y con mayor virulencia, sobre La Plata. Capricho de la naturaleza mezclada con imprevisión humana, se llevó la vida de seis personas en la ciudad de Buenos Aires y más de cincuenta en la capital bonaerense. Las pérdidas son incalculables. El enorme desastre también permitió mostrar otro costado de la sociedad, y entonces llegó la solidaridad como un soplo de vida. Y como en toda tragedia, también los actos miserables. “La Metropolitana se preocupaba más por el shopping que por nosotros y trajeron un montón de coches de asalto”, se lamenta Antonio.


El clima. El fenómeno meteorológico que azotó varias zonas del país, pero sacudió con especial fuerza la Capital Federal, el Gran Buenos Aires y La Plata, no es una catástrofe más. Responde al cambio climático que se experimenta a nivel global y que empieza a mostrar su fea cara.

Para intentar explicar este fenómeno, Veintitrés consultó a Antonio Deane, titular del servicio de información climática Weather Wise Argentina, quien señaló: “Hay que entender que estos fenómenos climáticos existen de una manera caótica, pero existen, y en casi todas partes del mundo. Pongamos como ejemplo el huracán Sandy, que impactó hace poco en la ciudad de Nueva York. Fue previsto con antelación, pero los factores que lo crearon son más o menos parecidos al sucedido en nuestro territorio”. El experto en agrometeorología se apoya en el caso de Estados Unidos para explicar mejor lo ocurrido en la Argentina. “El huracán, de tremenda potencia, se alimentó del vapor del golfo de México, que tenía una temperatura de 30 grados, aunque tiempo después los expertos reconocieron que había sido una tormenta tropical. En Buenos Aires, sus alrededores y La Plata el fenómeno se puede explicar así: en el cielo hay áreas donde existe vapor en suspensión y otras áreas secas. El Río de la Plata, una masa de agua de baja profundidad y cálida, bombeó el vapor hacia el 60 % del territorio. Para que una gota de agua caiga del cielo hacen falta 7 mil partes de vapor. Entre Buenos Aires y Mendoza hubo un centro de baja presión que aceleró aún más el ingreso de vapor proveniente del río. Durante la madrugada del día 2 hubo cinco tormentas entre Bahía Blanca, Buenos Aires y Montevideo”.

–¿Fallaron los pronósticos?

–Los pronosticadores podemos fallar, y hace tan sólo una semana erramos con una precipitación copiosa ocurrida entre San Nicolás y el sur de Córdoba. La de La Plata y Buenos Aires fue prevista por los modelos de pronóstico, pero no se pudo suponer la real magnitud y semejante descalabro. Hubo radares meteorológicos que no leían hacia el oeste y sur.

Durante la noche del 4 de abril de 2012 se desató una tormenta huracanada que dejó un tendal de daños materiales y la pérdida de 25 vidas. El 6 de diciembre por la tarde, una elevada temperatura ambiente terminó en un fuerte aguacero. Poco tiempo antes, el Grupo de Trabajo II del panel intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas, con el meteorólogo Vicente Barros a la cabeza, presentaba en sociedad un estudio. El paper aseguraba que el territorio bonaerense padecería lluvias más agudas y sugería la realización de obras consistentes en canales aliviadores y sistemas de alerta. Las inundaciones se hicieron más frecuentes en la década de los ’70. La impermeabilización de los suelos a costa de tanta agua caída ya no alcanza a evaporarse ni a drenar.

Greenpeace, por su parte, reclamó a las autoridades tomar en serio el cambio climático: “La cuestión ambiental nunca ha sido prioritaria y hay que reconocerlo como problema… es necesario estar prevenido para este tipo de fenómenos cada vez más excepcionales”, señaló en un comunicado. Agrupaciones en pro de la conservación de los bosques afirman que en los dos últimos años se desmontaron un millón de hectáreas, área equivalente a 50 veces la Capital Federal.

Respecto de estos fenómenos, ante la pregunta de si la Argentina está “tropicalizada”, la doctora Matilde Rusticucci, directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos e investigadora del Conicet, respondió: “Claramente no. Un clima tropical implica que la temperatura es constante a lo largo del año, y en nuestras latitudes tenemos estaciones bien marcadas. Lo que sabemos, por estudios realizados en nuestro país, es que las temperaturas aumentaron significativamente, en casi todos los meses”.

–¿Estos son episodios climáticos aislados o tendremos que acostumbrarnos?

–Los llamamos “eventos climáticos extremos”. Sabemos que la frecuencia ha ido aumentando en nuestra región, y que según los modelos climáticos globales que se utilizan para proyectar el clima en los próximos años, esta frecuencia seguirá incrementándose. Esto quiere decir, claramente, que debemos saber que van a ocurrir más seguido.

–¿Por qué no se llegan a predecir con más tiempo?

–El alerta de lluvias extremas estaba difundido por el Servicio Meteorológico Nacional. El problema es que un sistema de alerta se completa cuando le llega a la población la información de las acciones a tomar.

Para Pablo Canziani, director en Ciencias Físicas e investigador del Conicet, el Servicio Meteorológico Nacional está resurgiendo de décadas de desmantelamiento y abandono. En 1966, el entonces presidente de facto Juan Carlos Onganía transfirió a la órbita de la Fuerza Aérea un organismo que fue primero en Latinoamérica y segundo en el mundo. “Con el tiempo fue perdiendo su parte operativa y con las privatizaciones de los años ’90 de Ferrocarriles Argentinos e Hidronor que aportaban redes meteorológicas, se sintieron los efectos”, señala Canziani, quien es además director de Estudios Atmosféricos de la Universidad Católica Argentina. “Desde 2005, el SMN está bajo la órbita del Ministerio de Defensa y con apoyo de Ciencia y Técnica. Confío en que con el tiempo las funciones y la tecnología van a mejorar para que podamos pronosticar mejor los fenómenos. El modelo de predicción debe ser tan bueno como el dato que se ingrese en él”, añade el especialista.

Antonio Elio Brailovsky es un ambientalista que en 2010 publicó Buenos Aires, ciudad inundable en la editora Capital Intelectual. En sus páginas dio pistas sobre varias de las causas por las que la ciudad capital se inunda una y otra vez. “Para la cuenca del Maldonado, uno de los templos es la construcción de la autopista Perito Moreno durante la última dictadura militar, cuando se atravesó el techo de canalización con las columnas de sostén a la altura de su cruce con la avenida Juan B. Justo; los escombros nunca fueros retirados y obstaculizan el normal escurrimiento de agua del arroyo en la entrada de la ciudad”. También apuntó al auge de los barrios privados que rodean la metrópolis: “Tenemos un conjunto de urbanizaciones de lujo –vendidas como “parques náuticos”– en los humedales del Delta del Paraná. La estrategia de todas es la misma: construir en el pantano, sobreelevando una parte del terreno, para lo cual se toma tierra del fondo de una laguna interior. Estos proyectos carecen de un adecuado estudio hidrológico que garantice que no van a inundar a los vecinos, de modo que es probable que por lo menos algunos de ellos lo hagan”.

El reconocido arquitecto Rodolfo Livingston aporta que “la ciudad y el conurbano son una sola unidad, y la ciudad avanza a causa de la especulación inmobiliaria. Se ignora lo que está abajo y arriba, la naturaleza, y de pronto todo hace crisis. Existe un viejo plano de Buenos Aires donde están todos los arroyos, un plano que explicaba cómo corrían las aguas de las lluvias. Esos cursos de agua fueron tapados, y a los ríos no les gusta que los metan en tubos. Asfaltan todas las calles y todo el mundo lo ve como algo mejor. Los países tienen en común que creen en el consumo indefinido. Más consumo, más salarios, más desarrollo, y eso es imposible. Aparece así el calentamiento global, no hace falta seguir fabricando autos, por ejemplo. Por día, en el país nacen más autos que niños”, y argumenta sobre la base de su experiencia en Cuba, donde todos los habitantes ayudan a reconstruir las casas después de una catástrofe. “La comunidad organizada puede colaborar en la reconstrucción. En este caso hay 350 mil evacuados en un área con cuatro millones de familias, y es mucho lo que se puede hacer. Acá hay que destapar los desagües pluviales y protestar. Cuando se pretendan hacer ‘nordeltas’ tiene que haber alguien que diga que no”, agrega Livingston.

Tormenta política. La tragedia también derramó sus consecuencias en el plano político. Generó acercamientos y pases de factura, hubo demoras en aparecer en escena, actos fallidos, varios pedidos de disculpas y nuevos roles protagónicos.

El primer impacto de la tormenta lo recibió la ciudad de Buenos Aires, donde las fuertes lluvias causaron al menos seis víctimas fatales y afectaron a 350.000 personas que perdieron sus pertenencias bajo las aguas. Dos personas fallecieron ahogadas dentro de sus autos y otras murieron electrocutadas como un empleado de la línea B de subte. Cuando la tormenta –que dejó sin luz a 52 mil hogares de Capital– todavía arreciaba, la vicejefa de gobierno porteño, María Eugenia Vidal, reunió a todo el gabinete macrista para analizar la crisis. La funcionaria se puso a la cabeza del gobierno local ante la ausencia del alcalde, Mauricio Macri, quien aprovechando el fin de semana largo salió del país para tomarse unas vacaciones en Brasil. Vidal no pudo elegir un segundo plano, ya que el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, tampoco estaba en el país. Regresó este jueves, cuando las aguas comenzaron a bajar y los vecinos empezaban a recuperar el servicio eléctrico después de 50 horas de cortes.

Vidal, rápida de reflejos, convocó a una reunión de ministros y legisladores del Pro en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura. Allí les ordenó que se calzaran un chaleco amarillo y salieran de inmediato a la calle para poner la cara y lidiar con la crisis. La vice de Macri les ordenó a todos evitar echar culpas y aguantar la bronca de los vecinos indignados por lo que estaba pasando. Aunque se había comunicado con Macri, la autonomía de Vidal resultó evidente. Sin embargo, aunque sus asesores de imagen le vienen aconsejando a Macri que deje de victimizarse porque esa postura no rindió buenos frutos en la disputa por el traspaso del subte, no bien bajó del avión que lo trajo de vuelta al país el alcalde comenzó a repartir culpas. Apenas se encendieron los grabadores y las cámaras de TV para la conferencia de prensa que brindó al filo de las 19 del martes, el líder del Pro no dudó en responsabilizar a la madre naturaleza y al gobierno nacional de las graves consecuencias de la tormenta en el distrito. “Esto sólo se va a resolver haciendo la obra del Medrano”, dijo Macri, y acto seguido denunció que las obras en ese cauce de agua que conecta la ciudad con la provincia de Buenos Aires no se realizaron porque su gobierno no recibió los avales necesarios para tomar un préstamo con ese fin. “Falta que el gobierno nacional dé su aval para hacer obras que le van a cambiar la vida a la gente”, afirmó y subió la apuesta: “No me parece nada bien que el gobierno nacional haga politiquería” con lo sucedido.

“Existe un pésimo manejo de los sistemas pluviales de la ciudad”, replicó el ministro de Planificación de la Nación, Julio De Vido, quien a través de un comunicado advirtió que el gobierno porteño sabía que estaba llegando el temporal y no realizó acciones de prevención. También salieron al cruce legisladores de la oposición porteña para aclarar que el Gobierno de la Ciudad subejecuta el presupuesto y reiteraron que todo lo que hace Macri está inspirado “en la lógica de los negocios” con que afronta la gestión pública. El senador porteño del Frente para la Victoria Daniel Filmus subrayó que Macri no resolvió los problemas estructurales en las obras de los canales Maldonado, Vega y Medrano e invitó a “analizar las responsabilidades” del gobierno local en el desastre. La Coalición Cívica, el radicalismo y Proyecto Sur también criticaron la actitud del líder del Pro, a quien le reclamaron que se haga cargo de los problemas hídricos. Más de uno recordó que hace justo un año, el 4 de abril de 2012, otro temporal de lluvia y granizo causó la muerte de 16 personas en el área metropolitana, cinco en la ciudad de Buenos Aires y una en Santa Fe.

Cuando los cruces por la responsabilidad política de lo ocurrido en la Capital Federal estaban subiendo de tono, el agua frenó la disputa de un modo brutal. En apenas siete horas, cayeron 400 milímetros de agua en tierras bonaerenses, el total de lo que llueve promedio un otoño cualquiera en la provincia de Buenos Aires. Las crudas imágenes de los estragos que dejó la lluvia en la ciudad de Buenos Aires se multiplicaron en la provincia tras el peor temporal de agua que haya padecido la capital bonaerense. Más de 50 víctimas fatales, decenas de desaparecidos, miles de evacuados y el sistema eléctrico y de comunicaciones colapsado eran el saldo de la tragedia al cierre de esta edición. Un resumen que deja afuera las incontables pérdidas económicas y materiales sufridas a ambos lados de la General Paz y que las administraciones de cada distrito intentaron paliar ofreciendo subsidios y créditos a tasa bajas que, en muchos casos, tal como denunciaron los damnificados en los medios de comunicación, “son insuficientes”. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), unos 4.000 comercios de Buenos Aires y La Plata fueron afectados. “Las pérdidas promedio por comercio, entre mercadería, mobiliario, equipo y lucro cesante por cese de ventas rondan los 33.632 pesos”, mientras que los daños “alcanzan en total los 530,6 millones de pesos”.

La presidenta Cristina Fernández recorrió las zonas inundadas, se metió entre los vecinos, escuchó las quejas y contó. “Yo lo viví cuando era chica, tenía 15 años y se inundó mi casa, allá en la calle 7”, recordó la mandataria, quien tras sobrevolar las zonas anegadas en Tolosa se bajó del helicóptero oficial para recorrer a pie el barrio donde vive su madre, Ofelia Wilhem, quien se negó a dejar su casa a pesar de la tormenta. También visitó un centro de evacuados montado en la escuela 125 del barrio Villa Elvira y se reunió con el gobernador. Horas más tarde se acercó al Barrio Mitre, uno de los más afectados por el temporal en Capital Federal. El encuentro de CFK y Daniel Scioli se produjo después de varias semanas de rumores sobre tensiones entre la Casa Rosada y el gobierno bonaerense a raíz del conflicto docente y de los fondos que reclama el gobernador para afrontar las paritarias de este año. Acompañaron a la Presidenta en toda la recorrida y también participaron de la reunión con las autoridades bonaerenses el secretario de Seguridad, Sergio Berni; el secretario de Obras Públicas, José López; el vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, y el diputado Andrés Larroque, dirigente de La Cámpora. Más tarde se sumaron a la mesa los legisladores provinciales Fernando “Chino” Navarro y José Ottavis. Durante la reunión se decidió que la prioridad era dar asistencia a las víctimas y reforzar la seguridad durante la noche para evitar saqueos y otros hechos violentos. “Hay temor a los saqueos”, aseguró CFK tras hablar con los vecinos afectados por el temporal.

Muchos dirigentes de la oposición, como en otras ocasiones, eligieron las redes sociales para hacer declaraciones. También, como en otros contextos menos dramáticos, algunos se limitaron a repartir críticas. Uno de ellos fue el líder de Proyecto Sur, Fernando “Pino” Solanas, quien tras solidarizarse con las víctimas destacó que “las gestiones de Macri y de Scioli carecen de un proyecto serio que dé soluciones a los problemas de los vecinos”. Poco después la diputada de Libres del Sur, Victoria Donda, se sumó al afirmar que “vivimos presos de gobiernos ciegos, ensimismados y corruptos”. Otros decidieron dejar de lado las chicanas por respeto a las víctimas y los damnificados. El diputado radical Ricardo Alfonsín fue uno de ellos. Pidió “no sacar partido de la situación” y convocó a reunir víveres y ayuda para los evacuados. Roberto Lavagna, Patricia Bullrich, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer también hicieron un paréntesis y prefirieron no confrontar.

En medio de la tragedia, hubo tiempo para advertir que además de Macri y De Narváez, otros dirigentes estaban ausentes. Mientras en las redes sociales algunos twitteros se preguntaban dónde estaba la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, porque no participó de los operativos de rescate y asistencia en la provincia, otros replicaban una foto del intendente de La Plata, Pablo Bruera, entregando bidones de agua a las víctimas, cuando en realidad el jefe comunal estaba descansando en Brasil. Desde su cuenta de Twitter, el intendente platense posteó una foto con el mensaje: “Desde ayer a la noche recorriendo los centros de evacuados”. Aunque al trascender el engaño, la entrada fue eliminada de las redes, ya era tarde porque había sido replicada por varios usuarios. El intendente se disculpó y dijo que los encargados de su comunicación le manejan la cuenta.

El impacto de la tragedia fue tal que hasta el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, opinó desde Twitter. “Muchos daños son evitables”, dijo y reclamó políticas de Estado para afrontar los desafíos climáticos. Los docentes bonaerenses decidieron suspender todas las medidas de fuerza previstas para esta semana y el paro de 72 horas que comenzaba el lunes próximo. Al contrario, los maestros se pusieron al frente de las aulas para recibir a los damnificados y brindar asistencia. El jueves llegó el mensaje del papa Francisco para las víctimas. El Sumo Pontífice se manifestó “profundamente apenado por la noticia de los graves daños producidos por las lluvias torrenciales” y ofreció “sufragios al Señor por el Eterno descanso de los fallecidos”. Además, alentó “a las instituciones civiles y eclesiásticas, así como a las personas de buena voluntad, a prestar con caridad y espíritu de solidaridad cristiana la necesaria ayuda a cuantos han perdido sus hogares o bienes personales”.


“Hoy es tristeza, bronca, ver todo el esfuerzo y perderlo, ver que pasa el agua y se te cae la tele, lavarropas, los muebles, la cama. Es el sacrificio del día a día, levantarte a la mañana e ir a trabajar, y volver y perder todo”. Quien habla es Gabriel, resignado a pesar de sus jóvenes 17 años: “Tiraron ropa y colchones, pero te dicen mañana volvemos, y te vas a dormir y al otro día preguntás: ¿dónde están?”. Sin respuestas.

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El adiós a una Abuela

La tragedia nos ha tocado de cerca”, manifestaron las Abuelas de Plaza de Mayo en un emotivo comunicado donde informaron sobre el fallecimiento de Lucila Ahumada de Inama, hallada muerta en su casa platense de la calle 29 entre 36 y 37, bajo un metro setenta de agua.

Luchadora persistente, Lucila aún buscaba a su nieto desaparecido el 2 de noviembre de 1977, cuando su hijo, Daniel Inama, y su nuera, Noemí Macedo –embarazada de seis meses–, fueron secuestrados y llevados al centro clandestino Club Atlético. “Por la memoria de las víctimas de la inundación y por el dolor de sus familias, las Abuelas llamamos, en particular a los jóvenes, a seguir siendo solidarios con la gente que lo ha perdido todo o casi todo, en muchos casos lo poco que tenía”, pidieron desde la asociación.

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La reacción del gobierno de la Ciudad

Vacaciones, enojos y reparto de culpas

La primera reacción del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, fue enfrentar enojado las cámaras de TV durante la primera conferencia de prensa que brindó después del temporal. La segunda, echarle la culpa de la falta de obras al gobierno nacional que no le firmó los avales para acceder a créditos internacionales para financiar las obras en el arroyo Medrano. En otras ocasiones, Macri había utilizado la misma estrategia para justificar el demorado entubamiento del arroyo Vega, que la Legislatura local presupuestó en 250 millones de dólares. Según los especialistas, ambas son prioritarias para evitar las inundaciones en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires. Una obra parecida se realizó, después de varias inundaciones memorables, debajo de la avenida Juan B. Justo, por donde corre el arroyo Maldonado. Ese emprendimiento logró solucionar –según algunos vecinos, parcialmente– los problemas derivados de las lluvias que durante años azotaron el barrio de Palermo. “Eso demuestra que si se hacen las obras necesarias, se evitan las inundaciones”, destacó Eduardo Epszteyn, auditor general porteño.

Con el correr de las horas se supo que la demora en avanzar con los trabajos del Vega estaba relacionada con la caída por falta de avales de un crédito que le había preotorgado a la gestión Pro el brasileño BNDES. La administración macrista pretendía presentar como garantía la coparticipación cuando eso está prohibido. Luego, la Legislatura aprobó un cambio en la ley de endeudamiento y eso les permitió buscar fondos por otros canales. Tras años de demoras, la financiación para las obras del Vega está a punto de resolverse ya que el gobierno nacional comenzó a conceder los avales. De hecho, ya lo hizo para que la ciudad lograra acceder a un crédito del BID de 130 millones de dólares para construir pasos bajo nivel, más calles peatonales en el centro y nuevas bicisendas. Por ahora, las únicas obras hídricas que se están realizando en la ciudad son de menor alcance y afectan los canales aliviadores. Los fondos para el Vega también podrían llegar de la mano del BID, aunque Macri está en tratativas con el Banco Mundial. Pero ese organismo no tiene cupo de préstamos en el país, por el momento.

En ese marco, legisladores opositores porteños se encargaron de subrayar que esas obras también hubieran podido realizarse sin recurrir al endeudamiento. “Se trata de una cuestión de prioridades”, dijo el legislador Rafael Gentili en declaraciones radiales. Es decir, el jefe de gobierno tiene potestad sobre el destino de las partidas presupuestarias y podría derivar recursos a las obras hídricas imprescindibles y ahorrar en bicisendas y rejas, por ejemplo. Además, hay que agregar que los fondos asignados a la red pluvial que figuran en el presupuesto fueron subejecutados en los últimos años y que esa partida se redujo un 80 por ciento en 2013. Los problemas de la red pluvial no son sólo de infraestructura, sino también de mantenimiento. Hay que recoger las hojas caídas en otoño y evitar que la basura que se acumula en los barrios termine taponando los desagües, por ejemplo. Parte del presupuesto tiene que ir a parar a estas tareas básicas de mantenimiento. Otras voces se sumaron para destacar todo lo que recauda la ciudad y todos los aumentos que autorizó el alcalde: desde que asumió, el ABL se incrementó hasta un 1.000 por ciento, los taxis entre un 194 y un 252 por ciento, el estacionamiento entre un 83 y un 213 por ciento y el subte un 127 por ciento. También se incrementaron otros impuestos, como Ingresos Brutos, Patentes y Sellos, muy por encima de los índices de inflación registrados.

Después de haber ordenado esos incrementos en el ABL y después de la tormenta, Macri aseguró que el Gobierno de la Ciudad no eximiría del pago de esa tasa a los damnificados por el temporal. También había anunciado subsidios de hasta 8.000 pesos para las víctimas. Sin embargo, al cierre de esta edición cambió de parecer y anunció que los subsidios irán de los 8.000 a los 20.000 pesos y que se eximirá del pago de ABL durante seis meses a los damnificados. El jefe de gobierno cambió de opinión luego de que el gobernador bonaerense decidiera librar de esos impuestos por un año a los afectados por las inundaciones y para evitar un escándalo en la Legislatura local, donde se preparaban para impulsar un paquete de medidas para corregir los topes que había fijado el Ejecutivo porteño.

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Una tarde desesperada a espaldas del Dot

Por Leandro Filozof

Una pila de muebles de madera destruidos y abandonados en la plaza es lo primero que se ve desde la calle Dr. Rómulo Naón. Hacia la izquierda, por Correa, una mujer de 69 años está sentada en un banco, rodeada de bolsas de basura y más muebles deshechos. Se llama Marta Elena Peralta. Por al lado pasan su marido y su sobrina, escurriendo trapos o sacando objetos de la casa, hasta casi vaciarla. “Hay bolsas llenas de fotos pasadas por agua –cuenta María, señalando las bolsas negras–; fotos antiguas de mi papá, de mis hermanos, tuve que tirar todo. Ver mis cosas flotando en el agua, el colchón que acabo de tirar, la ropa, no me quedó nada”. “Parecían los rápidos, era terrorífico –agrega Miguel Ángel Carrizo, su marido–, no podíamos movernos; mi hija sostuvo a Marta contra la puerta, sobre el banco, hasta las diez de la mañana y yo estaba parado sobre una silla”. “Mi marido se apoyó en una mesa y se partió. Si no lo agarra mi hija, por la corriente, nos ahogamos los dos”, continúa Marta. La situación es la misma en todo el Barrio Mitre: 365 casas vacías, con marcas de agua de al menos un metro y medio en las paredes, olor a podrido y palabras que se repiten de puerta en puerta: “Bronca, tristeza, resignación, impotencia”.

Pero esas palabras llegaron luego, cuando el agua comenzó a escurrirse, en el mediodía del martes. Durante la madrugada del 2 de abril lo único que existía era miedo y desesperación. “Fue todo de golpe. Cuando empezó a llover estaba afuera. A eso de las dos de la mañana, en veinte minutos, vi que desde la calle Arias venían olas –recuerda Juan Pablo, de 31 años–. Trabé la puerta de mi casa y mi familia quedó encerrada. Y salí a ayudar a la gente que no tenía compuertas, sacando inválidos, ancianos, familias. Después se cortó la luz. Todo oscuro, el agua que crecía y gritos que se escuchaban por todos lados”. Juan Pablo fue parte de un grupo de personas que auxilió a sus vecinos ante la ausencia de autoridades: “La única ayuda que llegó fueron cuatro camionetas de la Infantería que custodiaron la puerta del Dot para que la gente no vaya a reclamar nada”.

El Baires Dot, del grupo IRSA, es el shopping más grande de la ciudad, con sus 17.000 metros. Funciona desde 2009 y desde su construcción está en el centro de la polémica. Ubicado al lado del Barrio Mitre, los vecinos denuncian que desde su instalación las inundaciones se reiteraron, ya que los desagües del centro comercial desembocarían directamente en las calles del barrio. Pablo Lorenzo, abogado y hermano de uno de los vecinos, afirma que “se priorizó un negocio inmobiliario millonario y se olvidaron que atrás había un barrio de obreros. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires autorizó esta obra que hidráulicamente no tomó un mínimo recaudo. Ya en la inundación anterior, en diciembre, se hicieron reclamos, valederos y jurídicos. Pero se quiso amordazar a la gente y estamos lamentando la muerte de una persona que se podría haber evitado. Por estos reclamos hay gente del barrio judicializada, seis personas imputadas, cuando reclamaban para que no pasara esto que hoy nos da, desgraciadamente, la razón”.

Fabián López vive a dos casas de Juan Pablo, y cuenta que su vecino estuvo “tirado” hasta la noche anterior “y no paraba de llorar. Fue el único que estuvo afuera desde la una de la mañana. Se le murió una señora. La puerta estaba trabada y se la escuchaba rogar: ‘Dios, no me lleve’. No se pudo tirar la puerta y se ahogó”. La mujer, de 80 años, fue una de las al menos seis muertes en la Capital Federal. En la calle de Fabián todavía quedan restos de agua. Afuera hay dos televisores arruinados y ropa colgada de los árboles: “Fue terrible. Me asusté cuando el agua entró por la ventana, por mis dos nenas chiquitas. Estuvieron un rato arriba de camas superpuestas, pero cuando siguió subiendo tuve que sacarlas con el agua al cuello y las llevé a lo de unos vecinos. Cuando paró la lluvia, mi señora y mis hijas se fueron a lo de mis suegros. Quedó el olor a podrido, no sabía qué carajo hacer. Me largué a llorar y pegué un par de piñas a la pared”.

En la plaza, Gendarmería reparte mate cocido caliente y comida para la merienda, el almuerzo y la cena. El gobierno porteño entregó algunos colchones y frazadas: “Lo único bueno es que vemos a las autoridades, una vez en la vida se están preocupando por nosotros –comenta Juan Carlos Rico–. No hablo ni de Ciudad ni de Nación, a todos estamos agradecidos por esta mano que nos dan. Estamos recibiendo muchas donaciones de gente que no sufrió la inundación, sin ser de ninguna bandera, y a esa gente le agradecemos porque no tienen compromiso con nadie. Y pedimos ayuda para que no termine acá y no nos olviden”. Mientras Juan Carlos habla, a unos pasos nada más, se escucha el sonido de los muebles y objetos que va triturando el camión de basura. “Vivo en la casa 226, tengo tres hijos en el Barrio Mitre, cinco nietos y lo perdimos todo –continúa Juan, con la voz ahogada–. Contra la naturaleza no se puede, pero esto es por el hombre”.

Lorenzo asegura que “la gente no quiere más colchones, o Gendarmería, o la foto con diputados, quiere soluciones de fondo. Si no, vuelve a llover y puede aparecer otra persona fallecida”.

A las 18.30 la zona empezó a alborotarse: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner estaba en el barrio. Un cordón de vecinos y militantes, entre ellos los diputados y referentes de La Cámpora, Juan Cabandié y Andrés “El Cuervo” Larroque, custodiaron a la mandataria durante la hora que duró la recorrida.

Luciano, de 31 años, vive en una de las casas que visitó Cristina: “Sirve, porque tres meses atrás hubo otra inundación y perdí todo y no vino nadie. Soy metalúrgico y con mi sueldo no puedo recuperar lo que perdí. La Presidenta preguntó por mi hija, cómo habían pasado las cosas, eso puede llevar a una mirada enfocada en el barrio”.

A espaldas del inmenso Dot comienza a caer la noche. Pequeños hilos de agua corren por las calles. En la plaza predomina el barro, los pozos y los colchones que ya no sirven. Las marcas de una noche de desesperación se suceden al salir del barrio y el eco de las palabras resuena aún más en la oscuridad y en las paredes vacías: “Bronca, tristeza, resignación, impotencia”.

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Toneladas de ayuda

Alimentos no perecederos, ropa, pilas, colchones y frazadas. Desde el jueves 4 la catedral metropolitana funciona como uno de los principales centros de recepción de donaciones a partir de una iniciativa espontánea de la Red Solidaria, en un operativo del que participan varios grupos de Scouts y la Policía Metropolitana. Hasta allí llegaron sin pausa, desde las primeras horas del jueves, las personas que se acercaron a donar todo tipo de productos para las víctimas del temporal, principalmente habitantes del norte porteño y de buena parte de la ciudad de La Plata. Todas las donaciones se llevan hasta las sedes de Cáritas Argentina de las zonas afectadas y luego se distribuyen a las familias que lo necesiten. Desde el interior del país, conmovieron las imágenes de los habitantes de Tartagal –quienes sufrieron graves inundaciones, con desmoronamiento de viviendas en el pasado no tan lejano– empeñados en una colecta comunitaria para ayudar a las víctimas de este temporal.

Además, los ministerios de Salud nacional y bonaerense pudieron en marcha un operativo de vacunación contra la gripe, la hepatitis A y el tétanos en los centros de evacuados de La Plata y a través de cuatro hospitales móviles instalados en las zonas afectadas por el temporal. El ministro de Salud, Juan Manzur, anunció que se realizarán informes periódicos sobre la situación sanitaria. “Los insumos para asistir a los damnificados están garantizados –confirmó–. Contamos con el stock suficiente de vacunas y se priorizan la de la gripe y la antitetánica. También contra la leptospirosis y la hepatitis A, de la que tenemos más de un millón de vacunas”.

En La Plata, en el barrio Tolosa, funcionan tres hospitales móviles en las calles 7 y 523 y en 118 y 522; en Los Hornos, en 137 y 64; y en Villa Elvira, en 7 y 89. Además, el Ministerio del Interior implementó un operativo especial de documentación, destinado a atender a aquellos damnificados que perdieron su DNI. El trámite es gratuito y se puede realizar en dos camiones ubicados en 1 y 59 y en 46 entre 4 y 5.

También el Ministerio de Planificación nacional dispuso una línea especial de atención telefónica para que los vecinos damnificados puedan comunicarse con las autoridades. La línea es: 4390-9500 y 8 líneas rotativas.

Sin fronteras. Desde el miércoles 3 de abril comenzaron a llegar al país las muestras de solidaridad de Bolivia, Uruguay, Brasil y Venezuela, entre otros países que se comprometieron a brindar ayuda, tal como suele suceder ante catástrofes naturales. La pincelada inesperada, lo que llamó la atención, fue un mensaje de los habitantes de las islas Malvinas (kelpers), difundido el jueves a través de su cuenta oficial de Twitter, @falklands_utd, bajo el hashtag #HumanTragedy (tragedia humana). “Pensamientos y oraciones tienen que estar con la gente de Argentina a raíz de las terribles inundaciones”, manifestaron. Curiosa forma de poner un paréntesis en el enfrentamiento que mantienen con el país por la disputa acerca de la soberanía del archipiélago.

Diferenciándose, la cuenta oficial del gobierno de Malvinas, @FalklandsGov, no se pronunció respecto de las inundaciones.

(Revista Veintitrés, 5 de abril de 2013)

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