En la IV Cumbre de las Américas que se realizó en Mar del Plata, en noviembre de 2005, el tratado de libre comercio impulsado por Estados Unidos fue rechazado por el mayoritario bloque de países latinoamericanos liderados por Argentina, Venezuela y Brasil. Ese histórico acontecimiento derivó en una nueva etapa en las relaciones regionales y llevó al entonces mandatario estadounidense, George W. Bush, a reconocer: "Estoy sorprendido, acá pasó algo que no tenía previsto."
Fue el punto de partida para la consolidación institucional de una unidad continental realizada desde una perspectiva latinoamericanista, sin la hegemonía de los países ubicados al otro lado del río Bravo: Estados Unidos y su socia menor, Canadá. La naciente configuración político-económica se concretó mediante la fundación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en 2008, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en 2012 y el fortalecimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). A esa proliferación de nuevos organismos, se sumaría el crecimiento de un Mercosur expandido con la entrada de Venezuela, más el ingreso inminente de Bolivia que, el 7 de diciembre del año pasado, firmó su incorporación, y de Ecuador, que está en la sala de espera.
Sin embargo, este no fue el camino emprendido por todos en la nueva etapa que se abrió después de las jornadas de Mar del Plata. En el México que entonces presidía el panista Felipe Calderón, en la Colombia del conservador Álvaro Uribe y en el Perú del aprista Alan García, se comenzó a trazar otra estrategia, afín a Washington desde el Pácífico, que, a diferencia del proyecto del ALCA, no cuenta con su participación directa y visible.
Estos gobiernos de centroderecha –a los que luego se sumó Chile con la llegada al poder de Sebastián Piñera–, tuvieron de todas maneras que aceptar, aunque parcialmente, las nuevas reglas de juego. Incluso, Juan Manuel Santos, el heredero de Uribe en Colombia, terminó elogiando la mediación del primer secretario general de la Unasur, Néstor Kirchner, que contribuyó ostensiblemente a solucionar las relaciones entre Bogotá y Caracas que, en agosto de 2010, pasaban por su peor momento.
Las condenas que frenaron los intentos destituyentes en la región, primero en la media luna boliviana y luego en Ecuador, también fueron dos episodios que demostraron el peso insoslayable que había ganado Unasur.
Más allá de una tibia aceptación a estos nuevos espacios de decisión continental, los países del otro lado de Los Andes buscaron un contrapeso tanto a nivel político como económico. La Alianza del Pacífico surgió a partir de una propuesta del anterior presidente peruano, Alan García, que recuperó Ollanta Humala. Luego de la fundacional Declaración de Lima de 2011, se empezaron a realizar cumbres para establecer acuerdos sobre cómo conformar la organización, sus objetivos y los requisitos para ingresar. En ese documento se hablaba de "avanzar progresivamente hacia el objetivo de alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas". Toda una declaración de principios.
El 5 de marzo de 2012, en la tercera cumbre presidencial, realizada esta vez por videoconferencia, los presidentes de los países miembros y de los países observadores aprobaron el texto del acuerdo marco que da vida al bloque.
El 6 de junio de 2012, en el cerro Paranal, en el desierto chileno de Atacama, se constituyó formalmente la Alianza con la firma del tratado por los presidentes de Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Juan Manuel Santos; Perú, Ollanta Humala; y el entonces presidente de México, Felipe Calderón.
Telma Luzzani, especialista en política internacional, definió en ese entonces los alcances e implicancias de este proyecto. "El acuerdo del Pacífico es muy importante para la región, tanto en aspectos positivos como negativos. La parte positiva para los países que integran el acuerdo es que pueden incrementar sus negocios con los países de Asia. Eso podría generar mayores empleos y un crecimiento económico en general. La parte negativa es que el acuerdo tiene un fuerte tinte neoliberal porque lo primero que dicen es que abrirán la fronteras, lo que significa la privatización de los recursos naturales y de los servicios".
La autora de Territorios Vigilados agrega que "puede ser un acuerdo tanto, como dicen algunos, para generar una contrabalanza con el Mercosur como, lo que dicen otros, que es la continuidad del ALCA que fracasó en Mar del Plata. Lo que fracasó por la puerta, quiere meterse por la ventana. Muchos ven también la mano de Estados Unidos que busca finalmente llegar a un acuerdo semejante al del ALCA”.
Como sea, las cuatro naciones de la Alianza del Pacífico reúnen el 35 % del PIB de Latinoamérica y si se sumara toda su producción y se les contara como un solo país, serían la novena economía del planeta. Por otro lado, tienen una población de 207 millones de habitantes (casi el 35% de la población de América Latina y el Caribe), un PBI de 2,1 billones de dólares y una renta per cápita cercana a los 13 mil dólares.
Sus exportaciones representan el 55% del total de América Latina y el Caribe, superando en volumen al Mercosur. Prueba del posicionamiento de estos países es que todos ellos tienen TLC firmados con EEUU y diferentes tratados con la UE. Chile, México y Perú integran, además, el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC). Con su ingreso al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en sus siglas inglesas), México coincide con Chile y Perú, que ya formaban parte de ese selecto club.
Otros países que participan de la AP son Panamá y Costa Rica, aunque como observadores postulados para convertirse miembros plenos. Entre los que mantienen el status de observadores se encuentran España, Japón, Canadá, Guatemala, Uruguay, Australia y Nueva Zelanda. El gobierno de facto de Paraguay mediante su canciller, José Félix Fernández Estigarribia, remitió hace semanas una solicitud formal a los países miembros para integrarse.
Recientemente, en dos encuentros presidenciales, la Alianza del Pacífico ratificó su estrategia conjunta. En la Cumbre Iberoamericana de Cádiz, de noviembre pasado, concretaron una reunión aparte, con agenda propia y la infaltable foto de familia.
"A comienzos del año que viene más del 90% de los bienes podrán circular sin aranceles entre los cuatro países", anunció en esa ocasión Piñera, en representación del grupo. En un comunicado conjunto emitido en dicha oportunidad, los cuatro gobernantes se comprometieron a reforzar instrumentos comerciales como ventanillas únicas de comercio exterior, cooperación aduanera, o la promoción de rutas aéreas en el cordón del Pacífico latinoamericano.
En la última cumbre de la Celac-Unión Europea, en Santiago de Chile, se volvieron a ver las caras. Esta vez, con Enrique Peña Nieto como mandatario mexicano. Allí, Santos afirmó: "Será la Alianza más importante de América Latina, no sólo por los países que la conforman, sino por los resultados que ya estamos teniendo. Son las economías que más rápido están creciendo". Perú y Colombia anunciaron que firmarán acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y Chile informó que ampliará a nuevas áreas el TLC que ya tiene con Europa.
Humala, en su intento de hacer equilibrio entre los países de centroizquierda encabezados por Argentina y Brasil, y la continuidad que representa su gobierno con el anterior de Alan García, explicó los motivos de la participación peruana. "Este es un espacio no confrontativo, ni ideológico, es un espacio abierto que no busca ser oposición a otros espacios de integración latinoamericana, sino más bien un espacio que complemente y nos integre más", afirmó el ex militar que ganó las elecciones con el apoyo de los sectores progresistas y nacionalistas, pero que terminó elogiado por el liberal Mario Vargas Llosa y todo el establishment de su país. Los mismos que antes lo acusaban de pretender "chavizar" al Perú.
Una piedra en el zapato
Perú y Chile mantienen una vieja disputa desde La Guerra del Pacífico, que entre 1879 y 1883 terminó con la victoria chilena. Aquél conflicto bélico dejó diferencias persistentes respecto a la soberanía marítima, que representa la piedra en el zapato para las relaciones actuales. El 16 de enero de 2008, Alan García interpuso una demanda contra Chile en la Corte Internacional de Justicia en La Haya. A partir de ese momento, comenzó una nueva etapa marcada por el tire y afloje diplomático.
El conflicto tiene un trasfondo económico y raíces históricas, que parten de la disputa por un “triángulo exterior”, con importantes recursos pesqueros y situado en la línea marítima que separa la ciudad chilena de Arica de la peruana Tacna.
Públicamente, los presidentes Sebastián Piñera y Ollanta Humala declararon que respetarán lo que La Haya decida. En su encuentro en Lima, a raíz de la cumbre de la UNASUR de noviembre del año pasado, lo confirmaron en una conferencia de prensa conjunta sobre el tema.
Se espera que el fallo se conozca entre junio y julio próximos, luego de que en diciembre pasado expusieron sus alegatos orales en el juicio. Chile y Perú tienen un fuerte vínculo económico. La inmigración peruana en Chile, que cifras oficiales sitúan alrededor de las 200 mil personas, es la más fuerte en el país trasandino. Allí, las inversiones peruanas superan los 7 mil millones de dólares, al tiempo que las inversiones chilenas en Perú se estiman en 12 mil millones de dólares.
MIRADA I
Diferentes conceptos del estado y de cómo procesar "las señales del mercado global" / Por Alberto Sosa
En América del Sur conviven, a grandes rasgos, dos tipos de proyectos de integración. Uno de ellos propicia la existencia de Estados que permitan la libre actuación de los grupos económicos, prescindiendo del tamaño de cada uno de ellos y de la diversa influencia que tienen en las relaciones sociales y políticas. Estima que las causas de los problemas de América Latina son la excesiva intervención del Estado y el distanciamiento de los mercados internacionales. Sus partidarios consideran que la apertura de la economía al exterior y la desregulación de las relaciones económicas, laborales y sociales promocionan el estatus de los países. Además, opinan que el ahorro externo, la autonomía del banco central, la libre circulación del capital, la competencia y el mercado juegan un rol decisivo en la conducción de las personas y las sociedades. En este marco, el Tratado de Libre Comercio (TLC) es el epítome de este modelo.
El segundo proyecto prioriza la relación con los países del entorno para acumular poder y conceptúa que la negociación con los países desarrollados y el capital corporativo transnacional tendría que llevarse a cabo desde el conglomerado que los aglutina y no individualmente. El espacio económico para el despliegue de sus fuerzas productivas es tanto el respectivo territorio nacional como el del Mercosur o la Unasur, aprovechando las economías de escala y los blindajes que en materia de paz, democracia, seguridad y cooperación dispensan los citados esquemas de integración. Según esta corriente de opinión, el ahorro interno y no el externo es una de las palancas fundamentales del crecimiento y bienestar.
Si bien las situaciones nacionales y los "clubes" (Arco Pacífico-Mercosur-Alba) que componen la Unasur no manifiestan una coincidencia absoluta con ninguno de los dos modelos de integración mencionados, si nos atenemos a las actuales coaliciones gobernantes, puede inferirse que los miembros del Arco Pacífico comulgan más con el primer proyecto, mientras que los miembros del Mercosur-Alba comparten el segundo.
La Alianza del Pacífico está conformada por Chile, Perú, Colombia y México. Cada uno de ellos adhirió a un TLC con los EE UU, mientras que el Mercosur y los países suramericanos del Alba no lo hicieron.
Sin duda, el futuro de la Unasur está condicionado por el desenlace de la disputa entre los conglomerados Mercosur-Alba y Alianza Pacífico por la vigencia de uno u otro modelo.
Si bien ninguno de aquellos es homogéneo, dado que cada uno alberga fuerzas sociales y políticas partidarias de ambos proyectos, el eje Brasil-Argentina-Venezuela (1ª, 3ª y 5ª economías de América Latina, respectivamente) propiciaría un proyecto de desarrollo anclado en un mercado de alcance casi continental, entretanto el Arco del Pacífico (México y Colombia 2ª y 4ª de América Latina) promovería el crecimiento de sus economías, pero "adscriptas a las señales del mercado global".
MIRADA II
Un bastión aperturista en un escenario difícil / Por Mariana Reyes
La Iniciativa del Arco del Pacífico es un proyecto iniciado por Perú que comenzó a discutirse en medio de la crisis que generó la decisión de Hugo Chávez de retirar a Venezuela de la Comunidad Andina. Eso, sumado a la presencia en este bloque de dos gobiernos con políticas económicas diferentes como los de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador, llevaron a reflexionar sobre la necesidad de una nueva estrategia regionalista. A partir de esto, el ex presidente Alan García, visitó países como Colombia y Chile, y reforzó vínculos con México promoviendo la creación de un espacio comercial que profundice la articulación económica con Asia. Espacio que rápidamente recibió la aceptación del resto de los países de la cuenca del Pacífico latinoamericano y condujo a la oficialización del Foro del Arco del Pacífico a través de la Declaración de Santiago de Cali en enero del 2007, a partir de la cual se lo puede definir como un nuevo proceso de integración en el continente americano.
En él participan Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Perú, países que han declarado su interés de profundizar este proceso y se han autodefinido como un espacio informal que busca generar uniones en materia económica y comercial, teniendo como interés común fortalecer y profundizar sus relaciones y articulación con las economías del Asia-Pacífico. La dinámica actual de la demanda agregada de estos países, su crecimiento de la producción y el comercio mundial han desplazado el interés sobre ellos, ya que demostraron en los últimos años su potencial de crecimiento y recuperación de la crisis de 2008, principalmente China (un actor económico con gran presencia América Latina).
Este nuevo escenario busca ser una estrategia que se diferencie de las propuestas vigentes y de la reconfiguración de la integración latinoamericana de esta primera década del nuevo milenio, por lo que no se lo puede evaluar sin considerar el cambiante escenario político, en el que se encuentran gobiernos de izquierda y bloques como lo son la Unasur o Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), que en los últimos años han sido críticos al modelo del regionalismo abierto que imperó en la década de los '90 basándose en un sesgo comercial. El Foro es una instancia que aún se mantiene apegada al enfoque de integración abierta y es la línea en la cual se encuentra fijada su agenda. Es que el litoral Pacífico siempre se ha mantenido al margen de la oleada antineoliberal y al postularse como un nuevo eje de regionalismo abierto, ha creado un espacio exclusivamente latinoamericano para defender su modelo económico, lo que lo convierte en el único bastión "aperturista" en el marco del complejo escenario regional, y contribuye a profundizar la fragmentación de la integración en América Latina.
MIRADA III
Una respuesta a la presencia de nuevos socios comerciales / Por Gustavo Cardozo
En la última década, América Latina y el Caribe (ALC) fue escenario de una reconfiguración integracionista orientada sobre la base de una cooperación multilateral distante de aquellos modelos de regionalismo abierto imperantes en la región durante la década del '90. Esta nueva realidad se ha convertido en una propensión dinámica, donde los marcos de diálogo han madurado bajo décadas de contemplaciones integracionistas muchas veces inadecuadas. Los intereses colectivos han pasado a primar en el período presente de las relaciones intra-zona, observándose un valioso designio por prevenir discrepancias de larga data que pudiesen ensombrecer el desarrollo de lazos más estrechos entre los diversos países regionales.
Dentro de los factores que motivaron esta proliferación de iniciativas de reciprocidad multilateral, convergen –no sólo– el ascendiente crecimiento de las economías regionales y su mayor autonomía financiera, sino la presencia de nuevos socios comerciales. La extensión de la actuación internacional en regiones geográficamente distantes como Asia Pacífico, dieron resultado al entendimiento de intereses políticos, económicos, estratégicos; y al surgimiento de nuevos actores que captaron protagonismo local–China e India–, incrementando los lazos de las interacciones imitados hasta los noventa.
En Latinoamérica comenzó a tomar cada vez mayor importancia desarrollar un consenso más estrecho con una creciente región asiática. La necesidad de estrechar lazos de diversa índole motivó a varios países ubicados sobre el Pacífico a poner en marcha la iniciativa del Foro del Arco del Pacífico (conformado por México, Costa Rica, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Chile) en agosto de 2006. La creación del Foro expresa la creciente importancia del Pacífico como potencial comercial para Latinoamérica, algo que se ha profundizado por la creciente presencia de China como actor económico.
La creación del Arco del Pacífico no puede evaluarse de forma adecuada sin considerar algunos elementos concretos que plantean interrogantes frente a su función en la región. El primero surge de las diversas visiones que se tienen en cómo asumir la apertura comercial multilateral con Asia Pacífico. Más allá de concordar a favor de una política económica apoyada en el mercado, algunos países como Chile y México, continúan promoviendo un esquema de integración abierta, camino poco viable para otros miembros del bloque. Por otro lado, el Foro define una agenda social o productiva, como por ejemplo se viene impulsando en la Unasur.
Asimismo, se percibe un "vacío" de liderazgo dentro del Arco del Pacífico, donde por el momento, ni Chile, ni México asumieron una postura definida frente a este aspecto. En materia de flujos intra-bloque, los niveles de interdependencia comercial son bajos si uno lo compara con espacios como el Mercosur. Si bien esta realidad abre un abanico de posibilidades en materia de incremento del comercio, también podría significar amplias y largas negociaciones, motivo de la heterogeneidad de los miembros.
En conclusión, la creación del Arco del Pacífico y su impacto en la región dependerá del camino que asuman sus miembros, ya sea afianzando el posicionamiento regional en Asia Pacífico mediante una convergencia de intereses con otros bloques regionales como el Mercosur, o afianzar otros caminos alternativos a los puestos en marcha, estos últimos años, en materia de integración latinoamericana.
MIRADA IV
Arco de libre comercio con la vista en asia / Por Nicolás Rojas Scherer
Instituida con una velocidad pretendida por cualquier organización internacional, la Alianza del Pacífico se ha constituido en el otro polo de integración latinoamericana. Desde su I Cumbre el 28 de abril de 2011 en Lima, Perú, hasta su V cumbre en noviembre de 2012 en Cádiz, España, la integración comercial propiciada por el núcleo de países conformados por Chile, Colombia, Perú y México no han retrocedido en su intento por articular un enorme corredor de libre comercio en América Latina.
Y es que el objetivo oficial de esta alianza se funda en la plena integración comercial basada en la apertura total de sus economías al mercado externo. Cuentan que en 2020 o 2025 se hayan amortiguado todos los aranceles entre sus Estados partes.
Adicionalmente, buscan constituirse como una gran zona de libre comercio que tenga como principal proyección el Asia - Pacífico. Para llevar adelante dicho objetivo, se busca avanzar en la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Esto es, generar mayores flujos de comercio e inversión entre los Estados integrantes.
Específicamente, se busca eliminar aranceles y reglas de origen, al mismo tiempo que alcanzar un acuerdo de cooperación aduanera.
Mientras que en 2011 el PBI del Mercosur representó (con Bolivia incluido) un total de 3,4 billones de dólares a precio corriente, la Alianza del Pacífico constituyó 1,9 billones de dólares (CEPAL). A pesar de su menor gravitación comercial como bloque, los países de la alianza significaron el 55% del comercio externo de la región, al mismo tiempo que su población interna alcanzaba los 215 millones de habitantes para el 2012. Así, este bloque se ha constituido en el 35% del PBI latinoamericano. Estos datos, aun incompletos, muestran la enorme gravitación económica de este bloque comercial en creación.
El principal objetivo de la Alianza del Pacífico es la integración de sus Estados partes a la división internacional del trabajo. Lo cual significa esencialmente producir bienes en la medida en que sean competitivos. Gracias a este enfoque, los países integrantes se han especializado en la exportación de materias primas como minerales, petróleo y alimentos y en la importación de productos con valor agregado.
Para el actual proceso de integración sudamericana representado por Unasur puede significar un giro hacia los paradigmas de la economía neoclásica, en la medida en que la soberanía y la interdependencia económica de los Estados sudamericanos quedan integrados al vaivén de la globalización y el capital financiero.
Y si bien la Alianza ya cuenta con Estados "observadores" como Panamá, Costa Rica y Canadá, llama la atención el hecho de que para ser parte del conglomerado se necesita tener firmado un Tratado de Libre Comercio (TLC) con todos los Estados participantes. Este punto es ciertamente preocupante para los Estados progresistas de la región, en la medida en que Uruguay y Brasil han manifestado su interés por ser miembros observadores de la Alianza del Pacífico.
(Diario Tiempo Argentino, sábado 9 de febrero de 2013)