MENDOZA / Observatorios de medios / Escribe: Roberto Follari






Los medios masivos detentan poder. Y mucho. Hace rato que no son "el cuarto"; quizá sean el primero de los poderes sociales. Un poder no elegido por nadie, no reconocido por quienes lo detentan (dado que su efectividad depende de no exponer tal poder, de parecer neutros), que está instalado desde tiempos a veces seculares, y que nadie puede predecir si dejará de estar en algún momento. Poder que no da cuentas a nadie; por el contrario, se sostiene en la autovictimización de la apelación perenne a la libertad de prensa, tanto cuando efectivamente ello viene a cuento como cuando la transgresión proviene de su propio ejercicio.

¿Qué hacer frente a tal poder? Los gobiernos latinoamericanos, con desigual suerte, han establecido medios estatales desde los cuales han buscado contrarrestar las campañas mediáticas opuestas al voto popular (cuando se trata de gobiernos progresistas solamente; los gobiernos de derecha son tomados por buenos, por "democráticos", y se los apoya sutil o abiertamente desde esos medios hegemónicos). Ello ha ayudado a pluralizar las miradas, y los gobiernos pueden al menos reclamar la legitimidad que les surge del voto, mientras que los propietarios de los medios sólo pueden reclamar la legitimidad -cuando la hay- de su propiedad privada, que les permite decir en el medio lo que ellos quieran, por fuera de la opinión y voluntad de millones de ciudadanos sin acceso a propiedad de medios.



Pero no es lo mejor la pelea medios-gobiernos, sobre todo porque para los ingenuos (y algunos astutos también) los gobiernos siempre estarían sospechados de parcialidad, mientras la parcialidad de los medios siempre estaría encubierta como supuesta "neutralidad informativa".

Por eso son útiles los Observatorios de Medios. Si éstos se compusieran por personas de intachable calidad moral e indisputable pericia intelectual en temas de comunicación, podrían ser el tercer actor que sirviera a dirimir con claridad lo que hacen los medios. Podrían dar informes que una buena ley de Medios incluyera como vinculantes, es decir, con capacidad de que se decida en consecuencia.

Podría así señalarse cuando hay directas faltas a la verdad informativa. Cuando existan adjetivaciones y valoraciones permanentes, en páginas que no fueran de opinión. Cuando en los espacios de opinión no se dejara claro cuál es el lado ideológico-político desde el cual se habla. Cuando se privilegiara noticias secundarias y se dejara de lado otras principales, según el interés editorial del medio, ya sea gráfico, radial o televisivo.

En esta y otra clase de operaciones que permiten tendenciar la noticia, sería muy útil lo que los Observatorios -cuando están bien constituidos- puedan reportar. Lo que puedan denunciar y advertir. Porque, por cierto, no se trata nunca de que un medio no tenga posición; es inevitable que la tenga. Lo triste es que se escude en ella para faltar directamente a la verdad, o que pretenda ecuanimidad y objetividad para intentar disimular el lugar particular desde el cual organiza su específico punto de vista.-

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