El 31 de Julio de 1981 el patriota panameño general Omar Torrijos Herrera falleció en un sospechoso accidente aéreo.
Versiones no confirmadas aseguraron que los instrumentos de la nave fueron interferidos desde tierra.
En el istmo de Panamá se desarrolló la civilización chibcha, una de las grandes culturas precolombinas.
En 1513 Vasco Nuñez de Balboa se internó en el mar de su costa occidental con el agua hasta la cintura, desenvainó su espada y tomó solemne posesión del océano Pacífico en el nombre de la Cruz y del rey de España.
La proximidad en esa región de los océanos Atlántico y Pacífico signó el destino del istmo, transformándolo en una zona de gran importancia geopolítica. Panamá se convirtió en un centro comercial de enorme importancia para el sistema monopólico español.
Los barcos que partían de España arribaban a Portobelo en el Mar Caribe, y la carga cruzaba el istmo a lomo de mula hasta Panamá.
De ahí las mercaderías se distribuían a toda la América española del Pacífico, desde San Francisco y Lima hasta Santiago de Chile.
La concentración de riquezas atrajo a piratas y corsarios ingleses como Francis Drake y Henry Morgan, que asolaron y saquearon las ciudades.
Panamá dependía del virreinato del Perú, hasta que en 1717 las reformas de los borbones lo integraron al nuevo virreinato de Nueva Granada.
Formó parte de la Gran Colombia hasta su independencia de España, en 1821.
Por su condición de centro de las rutas comerciales y de comunicación que vinculaban a toda la América hispana, Panamá fue elegida por Simón Bolívar como sede del Congreso Anfictiónico, que debía sellar la unidad del continente tras la independencia.
La reunión se realizó en 1826, pero sin el alcance con que soñaba el Libertador Bolívar se imaginaba a Panamá como Constantino a Bizancio, una especie de capital ecuménica.
La decadencia económica de fines del siglo XVIII y el cambio de las rutas comerciales explica por qué Panamá no prolongó con eficacia su función geopolítica después de romper con España, y por qué no formó una nación independiente al desmembrarse la Gran Colombia, en 1830.
En 1855 se creó el Estado de Panamá, federado a Nueva Granada (la actual Colombia).
En 1880 se iniciaron las obras del canal –que debían resolver con esclusas el desnivel existente entre ambos océanos- a cargo de la Compañía Universal (francesa) del Canal de Panamá
En 1891 estalló un escándalo por maniobras dolosas realizadas por esa empresa, que determinaron su quiebra.
Tres años más tarde se constituyó la Compañía Nueva del Canal de Panamá, para completar las obras del proyecto.
A mediados de 1902, los Estados Unidos compraron los derechos de la compañía francesa y unos meses después firmaron con un representante colombiano un tratado para la construcción y administración del canal.
Obtuvieron así en arriendo perpetuo una franja de 9,5 kilómetros de ancho a través del istmo, y a partir de ese momento continuaron las obras.
El Senado colombiano rechazó el tratado, en forma unánime, por considerarlo lesivo del decoro y la soberanía.
Una revolución –¡oh, casualidad!-resolvió oportunamente el problema a los norteamericanos.
Los “revolucionarios” declararon independiente a Panamá en noviembre de 1903 y Estados Unidos, que impidió con sus marines la represión de la revuelta, reconoció al nuevo Estado a los tres días.
Eran los tiempos del presidente Theodore Roosevelt y su política del big stick (el gran garrote).
Un nuevo tratado otorgó autoridad plena y perpetua a Estados Unidos sobre una franja de 16 kilómetros de ancho y las aguas adyacentes a los extremos.
Philippe Buneau Varilla, un ex-accionista de la empresa canalera, ciudadano francés, firmó como representante oficial de Panamá, cobró sus honorarios en Washington y nunca volvió a Panamá.
El canal, de 82 kilómetros de largo, se inauguró oficialmente en 1914. La “Zona del Canal” reportó a Estados Unidos ganancias incalculables, más que por el peaje, por el ahorro en tiempo y distancia para el tráfico marítimo entre sus costas este y oeste.
Las bases militares norteamericanas en Panamá fueron herramientas estratégicas de control sobre América Latina, en el marco de la guerra fría, y a la vez sirvieron de centro de instrucción y adoctrinamiento de la Doctrina de la Seguridad Nacional para las fuerzas armadas de todo el continente.
El centro financiero creado en el istmo se convirtió en una plataforma para la expansión de compañías transnacionales y el lavado de divisas.
En 1964 veintiún estudiantes murieron cuando intentaban izar el pabellón de su país en la Zona del Canal, bajo la jurisdicción exclusiva de los Estados Unidos.
El sacrificio de los jóvenes panameños los transformó en símbolos nacionales.
Pero la aspiración panameña a la soberanía total sobre el canal fue asumida plenamente recién por el gobierno del general Omar Torrijos.
Había nacido el 13 de febrero de 1928 y en 1968, ya teniente coronel, encabezó el triunvirato que derrocaría al presidente Arnulfo Arias Madrid.
Con una nueva Constitución que lo proclamó “líder máximo de la Revolución” y le otorgó poderes extraordinarios, implantó una dictadura popular y paternalista (una “dictadura con cariño” le gustaba definirla) bajo un régimen militar nacionalista.
Torrijos asumió simultáneamente la presidencia del Gobierno y la jefatura de la Guardia Nacional, la única fuerza armada del país, con funciones de ejército y policía.
En 1978 abandonó la presidencia del Gobierno pero, como general jefe de la Guardia Nacional, controló los resortes del poder hasta su muerte.
En 1973 consiguió una resolución favorable de las Naciones Unidas para la recuperación de la Zona del Canal y más tarde firmó dos tratados (los famosos tratados Torrijos – Carter de 1977 y 1978) con Estados Unidos para su devolución plena a Panamá el 31 de diciembre de 1999.
Su inmensa capacidad de hábil negociador hizo que García Márquez lo bautice como un híbrido, hijo de tigre con mula: astuto como un tigre y terco como una mula.
La lucha por la soberanía cohesionó a los panameños y consolidó un sentimiento nacional desvirtuado por décadas de penetración cultural, control económico e intervencionismo militar de Estados Unidos.
Paralelamente, el gobierno de Torrijos inició un proceso transformador en busca de un orden social más equitativo, con una reforma agraria, otra de la educación, la explotación del cobre con criterio nacional y la “guerra del banano” por precios justos contra las multinacionales de la fruta, como la tristemente célebre UFCO (United Fruit Company), un verdadero imperio dentro del imperio.
Los avatares que siguieron al “accidente” que mató a Torrijos se corresponden al empeño norteamericano de contar con un gobierno títere en Panamá, ante la irreversible pérdida del control del canal.
Sin advertencias ni declaración de guerra previa, finalmente, el 20 de diciembre de 1989 lanzaron un ataque generalizado para apresar al “hombre fuerte”, el general Manuel Noriega.
Guillermo Endara fue investido como presidente en la base norteamericana de Fort Clayton al inicio de la invasión.
Con la movilización de 26.000 efectivos, esta agresión constituyó, a esa fecha, la mayor operación militar norteamericana desde la guerra de Vietnam.
Los bombardeos indiscriminados dañaron barrios populosos de la ciudad y provocaron la muerte de numerosos civiles.
La resistencia panameña, superior a la esperada, prolongó la actividad militar de los invasores.
Noriega, primero asilado en la Nunciatura Apostólica, fue finalmente extraditado y trasladado a Estados Unidos.
El nuevo gobierno aceptó la presencia de “supervisores” estadounidenses en los ministerios, así como la acción de tropas del Comando Sur fuera de la zona del canal, supuestamente para el combate al narcotráfico y la guerrilla colombiana en la frontera.
Sin embargo y pese a todo, desde el mediodía del 31 de diciembre de 1999 el canal está administrado por el estado panameño y su bandera flamea soberana en la zona.
En plena ofensiva diplomática panameña, pocos días antes de ser elegido por tercera vez presidente de los argentinos, el general Perón le envió la siguiente carta a Omar Torrijos:
Buenos Aires, 19 de septiembre de 1973
A Su Excelencia
El Sr. Gral. D. Omar Torrijos
Panamá
Mi querido amigo:
Si una inoportuna enfermedad no me lo hubiera impedido, hace tiempo que hubiese viajado a Panamá, para tener el gran placer de abrazarle.
Ahora, nuevas obligaciones y responsabilidades, me tienen “atado” en mi país.
El portador de la presente, Dr. D. Raúl Matera, viaja a Panamá para participar como profesor de la Universidad de Buenos Aires y Jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Italiano en el XV Congreso Latinoamericano de Neurocirugía.
Le he pedido que tenga la amabilidad de visitarle y transmitirle el afectuoso abrazo que le debo.
Le informará de viva voz sobre la situación de nuestro país y le transmitirá en mi nombre una invitación para que nos visite, y para dar una conferencia auspiciada por el Círculo de Acción Latinoamericana, que preside el propio Dr. Matera, y sobre el tema que Usted considere conveniente en la hora actual.
Como habrá podido observar, el "Cono Sud" se ha visto azotado por un nuevo "coletazo" del imperialismo.
En Chile, la situación ha hecho crisis, un poco a raíz de la presión externa, y otro tanto por errores en la conducción interna.
Al amigo Allende lo han volteado [el 11 de septiembre de 1973] tanto los que lo empujaban de adelante como los que lo hacían de atrás.
Un marxismo a outrance de nuestros países no es lo que puede consolidar a un Gobierno del Pueblo.
Sus enemigos han sido tanto los pro-imperialistas que anhelaban derrocarlo como los comunistas, que lo empujaban hacia acciones descabelladas.
En fin, un pueblo que deseaba liberarse, frente a una nueva frustración.
Le faltó cumplir el apotegma de los griegos: Todo en su medida y armoniosamente.
Espero tener el placer de recibirlo en Buenos Aires, y charlar largamente sobre las cosas que nos son comunes.
Hasta entonces, le ruego quiera aceptar mi más afectuoso saludo y mis mejores deseos.
Un abrazo, Juan Perón.
Cuando Perón se exilió en Panamá después del golpe fusilador de 1955, su ayudante era el teniente Omar Torrijos.