HISTORIA / Jorge Rivera, un legado fundamental para abordar la cultura / Escribe: Leticia Martin







Una revista de la cátedra de Historia de los Medios (UBA) recupera la obra y el pensamiento de Jorge Rivera, un pionero en estudiar los medios de comunicación, el arte y el campo popular en todas sus expresiones y contenidos.

Jorge Rivera. Junto a Eduardo Romano y Aníbal Ford inauguraron los estudios sobre medios



La discusión sobre los medios no está saldada, tampoco la de la literatura argentina ni la que implica a la cultura popular.

En este contexto, es conveniente citar y recuperar al ensayista Jorge Rivera para dar visibilidad a estos debates porque él ha sido el fundador de un andamiaje teórico que debiera ser central para entender y discutir medios y cultura en la actualidad.

Jorge Rivera nació en 1935 y murió en 2004 cuando dirigía la Carrera de Ciencias de la Comunicación, de la Universidad de Buenos Aires.

Erudito asistemático, docente, ensayista, escribió sobre temas muy diversos que, finalmente, se encontraron hilvanados en un proyecto intelectual de gran coherencia.

Fue titular de la cátedra de Historia de los Medios (UBA) desde su fundación (1989) hasta el último día de su vida; y su interés permanente por el conocimiento lo fue orientando en busca de los saberes más dispersos.

Centrado inicialmente en la gauchesca, Rivera se extendió en el estudio del folletín, al arte madí, la historieta y los más diversos géneros de la cultura popular.

Se interesó centralmente por casi todos los llamados “géneros menores”, por lo considerado “marginal” y también sobre autores como Roberto Arlt.

Por ello, el primer número de la Revista “ReHiMe cuadernos de la red de Historia de los Medios” presenta un dossier que da cuenta del paso de Jorge Rivera por la cultura y el pensamiento argentino.

En esta edición, varios intelectuales ordenan el recorrido del pensamiento de Rivera quien ostentaba un uso prodigioso y certero de la memoria.

“Esa erudición, que en Borges fue un signo de su cultura universal, en Rivera no tuvo un reconocimiento equivalente”, sostiene la directora de la publicación, Mirta Varela.

Sus libros no trascendieron más allá del circuito universitario y pocas veces fueron reeditados.

“Rivera era la descolección permanente –asegura Pablo Alabarces– pero condenado a ese destino sudamericano de lo periférico, y también, dolorosamente, de cierto ninguneo”.

Por su parte, Eduardo Romano recupera algunas de las pasiones del que fuera un amigo entrañable: desde las lecturas públicas seguidas de intensos debates o su amor por el tango, hasta las mentadas cenas en el restaurante Los Inmortales donde Rivera definía a la poesía como el arte de “diluir el orden en un desorden razonado”.

Rivera siempre necesitó estar cerca del hombre común y su paso por la poesía culminó en la elaboración de La primitiva poesía gauchesca (1968), antología que destituye al Martín Fierro de su lugar de “libro nacional” y ubica a los cielitos de Bartolomé Hidalgo (1810) en los inicios de la gauchesca.

Mirta Varela señala las grandes diferencia entre los orígenes de la literatura nacional que proponen David Viñas y Jorge Rivera, ubicando a este último en un canon diferente, que posibilita la lectura de las literaturas marginales.

Tan asistemático como autodidacta, y seguidor de itinerarios minuciosos, “Rivera hacía un verdadero trabajo arqueológico –cuenta Alabarces– esto le permitía demostrar la trama compleja de las relaciones entre poetas letrados y culturas populares orales en la invención de la cultura argentina”.

Con la llegada del peronismo, momento de inflexión del siglo XX, la cultura de masas entra en su período culminante en la Argentina y allí es donde Rivera encuentra un punto de llegada y una nueva fundación.

Su pensamiento –en palabras de Alabarces– se ubica políticamente en línea con Romano y Aníbal Ford (autores de Medios de comunicación y cultura popular ); y que significaba a la vez una posición política y teórica que consistía en mirar con atención la producción simbólica de, y destinada a, las clases populares.

“Para Ford, Rivera y Romano, esa preocupación era una decisión militante y política: significaba construir una sociedad democrática –escribe Alabarces– y en ese camino reivindicar el derecho al simbolismo de las clases populares, demostrar la riqueza de sus culturas, analizar los modos en que la cultura de masas se tramaba con los deseos y expectativas de esas clases y grupos”.

En este gesto de colocar a los medios en un proceso socio cultural con dimensiones políticas y económicas, Rivera logra hacer un aporte fundamental al estudio de la historia de los medios en la Argentina, haciendo funcionar a la literatura, el periodismo, el cine y la historieta en su mismo universo cultural.

Varela hace además una interesante relación entre la forma y el contenido de la obra de Rivera.

Puede ver en él, más allá de las temáticas, un estilo que también podría calificarse de marginal.

“Nunca explicita la referencia teórica. Sus ideas parecen surgir de la lectura de la empiria histórica.”

Cuando en los 70 la crítica frankfurtiana denuncia a los medios de ser, únicamente, agentes ideológicos del imperialismo, Rivera logra expresar una concepción distinta que valora a la industria cultural por su capacidad inclusiva de los sectores medios y populares.



Si bien la vida no le alcanzó para terminar de reconstruir la historia de los medios masivos de comunicación, como sí pudo hacer con la historieta, el periodismo cultural y la profesionalización del escritor, sus múltiples trabajos son indispensables para entender el presente y lo que el acceso y la democratización a esos medios significan.

(Fuente: Ñ revista de Cultura, viernes 10 de agosto de 2012)

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