HISTORIA / A mí no me la van a contar, diría Mordisquito / Escribe: Ana Jaramillo






Pido permiso señores de la Academia de historia y del CONICET, como dice el tango- Soy doctora en Sociología de la UNAM y no de Historia, pero puedo explicar porque escribo así.

No es la misma, la construcción simbólica de la realidad y de la historia a través de la palabra, la conceptualización o las diversas formas simbólicas de la estética cuando se realiza con total libertad que bajo las recurrentes dictaduras que asolaron Nuestra América.
Algunos “historiadores científicos” preconizan y acusan prejuiciosamente a los integrantes del Instituto Manuel Dorrego de ser cuasi iconoclastas.



Seguramente son los que olvidaron que al CONICET lo creó Juan Domingo Perón en 1951 por el decreto 9695 y los que olvidaron que el mismo Presidente fue quien suprimió los aranceles universitarios en 1949 por el Decreto 29.337.
Los integrantes del Instituto no pretendemos tirar monumentos abajo, ni esculturas ni quemar textos o lapidar personas como hicieron los déspotas a lo largo de nuestra historia. Todavía el homenaje escultural en la Quinta de San Vicente a los descamisados, se encuentra sin cabezas.
A los seis años, me obligaron a tapar las caras de Perón y Evita en los textos escolares con figuritas abrillantadas. Claro que a esa edad me encantó que me compraran muchas figuritas y desconocía que un Decreto de Rojas de 1956 mandó expropiar, recopilar y concentrar en el Congreso todos los textos, discurso, libros y documentación del “tirano”. Ese mismo Congreso al que le impedía funcionar. También quemaron cuadros, esculturas, y prohibieron la palabra oral o escrita que nombrara al susodicho “tirano” y a su esposa, mientras fusilaban al General Valle y a muchos otros peronistas.

A los diez años, en 1959, a la agregada cultural enviada por el presidente Frondizi a Roma, no la dejaron llegar porque el embajador general Videla Balaguer no quería comunistas en su órbita, demostrando quien tenía el poder. Los cuadros, libros, discos, esculturas que llevaba eran para recibir al presidente en Gubbio de donde era oriundo. La agregada cultural era mi madre.
A los diecisiete años, en mi primer año universitario, los bastones largos de Onganía nos corrieron escaleras arriba en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, agujerearon todas las puertas para controlar la disciplina estudiantil y prohibir cualquier reunión de más de tres personas ya que era subversivo.

A los veintisiete años ya me persiguieron sin tregua. La dictadura más cruenta quemó libros, mató e hizo “desaparecer” a miles de personas, violaron a mujeres y hombres y se apropiaron de sus hijos. Por supuesto prohibieron cualquier texto de Scalabrini, Ugarte, Jauretche, Abelardo Ramos, Puiggrós, entre otros, así como Marx, Engels, Trotsky y muchos etcéteras.
Afortunadamente pude leer o releer todos los libros en México que amparó a miles de argentinos. Tuve el honor de que dos historiadores exiliados allí, como Sergio Bagú y Rodolfo Puiggrós fueran quienes me presentaron para cursar el Doctorado en la UNAM. Ambos fueron mis maestros.

“Quién escribió la historia argentina que sobrevivió a tantas tempestades?
Por primera vez tenemos tanta democracia y tanta libertad para contar TODO como nos pidió la Señora Presidenta al inaugurar el Aula Magna Bicentenario en la Universidad Nacional de Lanús.

Poco a poco podemos ponerle los nombres de los proscriptos, asesinados, perseguidos por las distintas tiranías en los edificios y aulas académicas. Los estudiantes pueden leer TODO, incluidos aquellos libros cuyos autores consintieron, callaron o directamente festejaron cada golpe de Estado.

Poco a poco podemos reeditar textos que habían quedado bajo tierra o escondidos en algún desván. Seguimos a Marechal cuando nos dijo que “el pueblo recoge todas las botellas que tiran al mar con señales de naufragio”. Todavía faltan muchos textos por reeditar.
No puede producir escozor, ni temor descubrir otras verdades. Dos años antes de que la Presidenta le hiciera el homenaje a la Vuelta de Obligado fuimos docentes, no docentes y estudiantes a recuperar el sitio histórico, colocar las cadenas, la cartelería, etc. Fueron muchos los que dijeron ese día “Es la primera vez que vengo y no me meten preso”-
En el Primer Encuentro del revisionismo histórico Manuel Dorrego, el anfitrión dijo que se estaba conmemorando el ajusticiamiento de Dorrego. ¿Sería justo el fusilamiento?
También un historiador acusa a algunos miembros de la universidad por poner una foto de un represor muerto en Malvinas en un Manual de Historia. Cuando se editó, todavía no se sabía que había sido represor. Para eso sirve investigar y revisar todo. ¿Querrán quemarlo? A nadie le es ajeno que en la guerra hubo represores, empezando por Astiz, corajudo con las monjas y los civiles, pero cobarde y rendido a los pies del león inglés.

En dicho manual también hay fotos de la Reina de Inglaterra, de Galtieri, de Anaya, de la Sra. Thatcher y muchos otros que nos hubiera gustado no poner la foto, porque nos hubiera gustado en realidad que no hubieran nacido. Pero es un manual de historia, no es un libro de ciencia ficción. Narrar Malvinas en las escuelas es un mandato de la Ley de Educación y su defensa un mandato constitucional, como un deber moral de quienes amamos la Patria como sostuvo José Hernández. Quienes defendemos a nuestros héroes defendemos con la misma fuerza la soberanía nacional como la soberanía popular y la libertad de la cual gozamos.
Cuando un gobierno toma medidas concretas para redistribuir el poder económico, social, cultural, educativo o mediático, las minorías protestan .Desenclaustrar o exclaustrar la educación y la cultura para que se la apropien todos, parece implicar quitarles un poco de poder a las minorías.

Lamento que el ex presidente del Uruguay, Julio María Sanguinetti, diga que la creación del Instituto Dorrego es un “abuso de poder” de nuestra Presidenta. El abuso de poder lo ejercieron los militares. Esos que llamándose Fuerzas Conjuntas entraron a mi casa en Montevideo para registrar si tenía libros, seguramente como decía Zitarrosa, de Lenin o del Príncipe Kropotkin.
Afortunadamente no los encontraron. Esas mismas Fuerzas Conjuntas fueron las que después integraron el famoso Plan Cóndor que mataron en Chile, en Brasil, en Argentina, en Uruguay, en Perú o en Paraguay con la anuencia de los gobiernos que sí abusaron del poder estatal.
Sanguinetti presidió el Consejo de la Universidad de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas mientras yo era Presidenta del Consejo Académico Internacional. Sabe que no hay paz ni justicia sin verdad. No se trata de “revolver cenizas” como dice el ex presidente, mientras acaban de encontrar los restos de Julio Castro, un maestro torturado y ejecutado en su país y mientras las Abuelas recuperan día a día nietos y nietas apropiados por la dictadura. Mientras tanto, el General Pedro Aguerre dice que no encubrirá los crímenes que se hayan cometido en la dictadura por las Fuerzas armadas uruguayas.


Se parece al señor Lanata que está “harto de la dictadura” pero no se atreve a decir que está harto de la legítima búsqueda de los genocidas nazis y de sus muertos.
Para concluir, quisiera recordar que no escuché que protestaran tantos “historiadores científicos” cuando el Presidente Alfonsín sancionó el Punto Final y la Obediencia Debida para los genocidas, mientras al mismo tiempo decretara la persecución del ex Gobernador de Córdoba, el Dr. Ricardo Obregón Cano y el ex Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el Dr. Oscar Bidegain. Y tampoco vi que reclamaran muchos la libertad de Obregón Cano que estuvo preso cuatro años, teniendo de vecinos a genocidas como Videla, Massera y Agosti. Pero vinieron a dar su testimonio a favor de Obregón varios dirigentes políticos de la talla de Wilson Ferreyra Aldunate.
No aceptamos el punto final de la historia, seguiremos revisando. Pero no somos iconoclastas, no quemamos, no prohibimos, no destruimos ni perseguimos a escritores, artistas, militantes, historiadores o políticos por pensar distinto. Ni siquiera los integrantes del Instituto Dorrego pensamos igual, y nos llevamos bastante bien. Porque discutimos con respeto y libertad.
En el aniversario del fusilamiento de Dorrego, me pareció importante relatar historias vividas de quienes todavía estamos y que nadie nos contó. Historias de proscripciones, mentiras, persecuciones y avasallamientos de toda libertad. Podemos volver a preguntar, ¿quiénes son los bárbaros y quienes los civilizados? Podemos volver a refutar la frase atribuida a Perón “alpargatas sí, libros no”. Por el contrario fueron libros para los que sólo se podían calzarse con alpargatas, como la actual política educativa actual creando más universidades gratuitas públicas en el conurbano bonaerense para el pueblo que nunca pudo llegar a la universidad.

(Ana Jaramillo es rectora de la Universidad Nacional de Lanús y miembro del Instituto Manuel Borrego)

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