(viene de la edición de ayer)
30. En otra, escrita a propósito de la represión policial que acabó con la vida de cuatro obreros que participaban de un acto en la plaza Santa Rosa de Rosario, se postulará que “El Municipio en la lucha entre el capital y el trabajo hará causa común con los obreros y caerá o se levantará con ellos”
31. Dos semanas antes del levantamiento, se exhortará a las sociedades de resistencia independientes a sumarse a la Federación Obrera Rosarina
32. El cinco de febrero de 1905, vigentes ya el estado de sitio y la censura sobre la prensa, en una nota titulada “Ecos de los sucesos” El Municipio anuncia que en la ciudad de Buenos Aires la conducción del movimiento armado protagonizado por la Unión Cívica Radical suspendió las acciones.
La noticia, conocida entre los radicales de Rosario por este medio, decide la suerte del levantamiento. No se hace ninguna mención a la participación del movimiento obrero en las acciones. Pero en “Telegramas”, una nota a tres columnas informa profusamente sobre la situación de Rusia, convulsionada por el estallido de conflictos protagonizados por las masas obreras
33. La mesura informativa y la austeridad de la prosa sugieren que El Municipio eligió evitar el riesgo de la clausura impuesta sobre algunos diarios que violaron la censura, como El Censor, de Rosario, y La Protesta, de Buenos Aires.
La Capital, en cambio, seguramente porque su posición contraria al movimiento radical la alejaba de toda sospecha, ofreció un registro minucioso del desarrollo de los sucesos, sin hacer referencia alguna a la participación de trabajadores o del movimiento obrero.
Cuestionó, incluso, la clausura de El Censor y la entrada en vigencia de una disposición del 14 de febrero, firmada por el Jefe Político de la ciudad, por la que quedaba “absolutamente prohibido” la publicación de noticias relativas a la actitud del vicepresidente; a la crisis ministerial; a los procesos civiles o militares concernientes al “movimiento pasado” y la detención de obreros peligrosos o anarquistas. Debido a esto, el diario se veía obligado a omitir informaciones “como las que veníamos dando”.
30 El Municipio, Rosario, 20/10/1904 31 El Municipio, Rosario, 26/11/1904
32 El Municipio, Rosario, 22/1/1905 33 El Municipio, Rosario, 5/2/1905, “El mes terrible en Rusia” 34 La Capital, Rosario, 15/2/1905, “Prohibiendo la información”.
34. Ricardo Caballero, figura de vasta trayectoria en el radicalismo (vicegobernador de la provincia de Santa Fe en 1912, Jefe Político de la ciudad de Rosario en 1928, legislador nacional en varias oportunidades), formó parte del grupo que tuvo a su cargo la preparación del movimiento de febrero en Rosario y zonas aledañas.
A lo largo de 1903 y 1904 ejerció la medicina y dictó conferencias para obreros sobre temas vinculados a la higiene, una de ellas con Juan Bialet Massé.
Escribió, además, un breve texto sobre la llamada “masacre de la plaza Santa Rosa” que tituló “Sangre proletaria”: “Sobre los adoquines de nuestras calles brilla otra vez, siniestramente, la sangre proletaria (...) ¿No hay un grupo de hombres que hable al pueblo, para aconsejarle que no se deje asesinar cobardemente? (...) ¡oh! pueblo de Rosario, preparáos, porque ya está cercano. Si por hoy es casi imposible la justicia como la soñamos, como la soñáis, pensad que la venganza es también una de sus formas.”
35 Al mismo tiempo, participó de todas las actividades públicas y secretas del radicalismo, esto es, de la reorganización de clubes y comités partidarios; de la redacción del Manifiesto Radical sobre el estado de la nación del 1 de marzo de 1904 y de la organización del levantamiento de febrero de 1905.
En 1906 redactó un manifiesto donde fundamentaba los objetivos y las formas del movimiento de febrero.
La palabra Revolución, escribía este radical por entonces yrigoyenista, condensa y anuncia los medios alternativos a la lucha comicial, viciada en su esencia por “el régimen”.
Habíamos pensado, apuntaba Caballero, en “una Revolución hecha por el Pueblo. Sería hermoso el espectáculo (...) ¡Con cuánto entusiasmo contemplaríamos a las muchedumbres argentinas, renovar en nuestra América los heroísmos inmortales de esas jornadas del 93, del 48 y del 70!, muriendo los combatientes ennegrecidos sobre las volcánicas barricadas, con las grandes y hasta hoy mentidas palabras de Libertad, Igualdad y Fraternidad (...) Pero los armamentos que los gobiernos poseen en el presente los ponen, por desgracia, a cubierto de los asaltos desesperados de las multitudes. [...]
35 Caballero, Ricardo, “Sangre proletaria”, en Discursos parlamentarios y documentos políticos del doctor Ricardo Caballero, compilación de Roberto A. Ortelli, Sociedad de Publicaciones El Inca, Buenos Aires, 1929, págs. 391-92.
Descartada la acción revolucionaria exclusivamente popular por imposible (...) nos es forzoso, pues, echar mano de un supremo recurso, el más temido por los oligarcas, el que casi nos diera el triunfo en la noche del 4 de febrero de 1905: la conspiración civil y militar”
36. Cuarenta y cinco años más tarde, Caballero escribirá un libro titulado Yrigoyen, la conspiración civil y militar del 4 de febrero de 1905. Con la publicación de este relato, dice, buscaba probar que la revolución del 4 de febrero había contado con el apoyo de los últimos sobrevivientes del federalismo y de sus descendientes y había estado animada por sentimientos de solidaridad social
37. Se refería, concretamente, a la participación, como soldados rasos, de estibadores y cocheros a quienes menciona por su nombre, destacando su condición de nativos, la lealtad demostrada hacia jefes y patrones, el apego a las tradiciones criollas y la ulterior participación de varios de ellos en los centros nativistas creados años más tarde por el propio Caballero como parte de su “campaña argentinista de reivindicación histórica”
38. Los anarquistas y la revolución de los radicales Mil novecientos cuatro marca un hito importante en la historia del movimiento obrero argentino. Los socialistas de Buenos Aires lograron un escaño en el Parlamento Nacional. El anarquismo porteño amplió sensiblemente su masa de adherentes y multiplicó el número de círculos y sociedades de resistencia
39. La caracterización de Rosario como la “Barcelona argentina” seguía vigente en 1904, en la medida en que el socialismo, contrariamente al caso de Buenos Aires, tenía aún una presencia acotada mientras que el anarquismo, tal como había observado Bialet Massé en 1902, dominaba claramente “como único señor” entre las clases trabajadoras
36 Caballero, Ricardo, “A los radicales de Córdoba”, en Discursos parlamentarios y documentos políticos del doctor Ricardo Caballero, compilación de Roberto A. Ortelli, Buenos Aires, Sociedad de Publicaciones El Inca, 1929, pp. 393-99.
37 Caballero, Ricardo, Yrigoyen, la conspiración civil y militar del 4 de febrero de 1905, Buenos Aires, Raigal, 1905, p.92.
38 Caballero, Ricardo, Yrigoyen, la conspiración civil y militar del 4 de febrero de 1905, op. cit, pág. 93
39 Suriano, Juan, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890-1910, Buenos Aires, Manantial 2001.
40 Bialet Massé, Juan, [1904], Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República, , Buenos Aires, Tomo II, Grau, 1904, p.411
40. A fines de julio de ese año, en el Cuarto Congreso de la Federación Obrera Argentina, se aprobó una moción que indicaba que la Federación debía abstenerse de tomar parte en los “conflictos políticos armados” hasta tanto pudiera realizar “por su cuenta” un movimiento reivindicador que devolviese a los trabajadores el usufructo íntegro de su libertad económica, “base de toda libertad”
41. La delegación de San Fernando, la Federación Local de Junín y la sociedad Obreros Unidos de Santa Fevotaron en contra de la moción, porque consideraban que la Federación debía aprovechar las revoluciones políticas para sus propios fines progresistas en el orden económico y social
42. El 5 de febrero, La Protesta, publicó “Revolución antirrevolucionaria”, una nota escrita por su director, Alberto Ghiraldo, en estos términos: “Algún diario habló de elementos obreros que adherían o contribuían al presente movimiento. Inexacta es esta información.
El elemento obrero se aleja hoy y más cada día de esos simulacros sangrientos que no rozan la superficie de la constitución social, y ellos, los valientes productores están evolucionando en el sentido de la única revolución, la económica y por ende social [...] no quiere decir esto que los elementos trabajadores no hayan sido solicitados; antes bien, sí lo han sido e insistentemente, como también han tratado de convencer a algunos buenos compañeros; pero todo ha sido inútil”
43. Ese mismo día fue detenido junto a un número importante de militantes anarquistas, acusados de complicidad con los revolucionarios radicales. Varios de los detenidos fueron deportados por aplicación de la Ley de Residencia. La Protesta fue clausura y allanada.
A Ghiraldo se le dio la opción de asilarse en Montevideo mientras rigiese el estado de sitio. Sus días como preso político y sus reflexiones sobre el levantamiento radical quedaron registrados en una serie de cartas y relatos que reunió en un libro titulado La tiranía del frac.
Ghiraldo reitera en estas páginas los argumentos de la nota mencionada y de la moción aprobada sobre este tema en el Cuarto Congreso de la FORA.
41 F.O.R.A. Consejo Federal, Acuerdos, resoluciones y declaraciones. Congresos celebrados por la Federación Obrera Regional Argentina desde 1901 a 1906, Buenos Aires, 1906, pp.10 a 14, citado por Bilsky, Edgardo J., La F.O.R.A y el movimiento obrero/2 (1900-1910), Buenos Aires, CEAL, 1985, p.205.42 Abad de Santillán, Diego, FORA. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina, Buenos Aires, Ediciones Nervio, 1933, p.121. 43La Protesta, Buenos Aires, 5/2/1905.
Si se pretendió que los gremios obreros cooperaran con el movimiento para darle “ambiente popular”, escribe, esta idea debió ser abandonada “cuando sus directores se dieron cuenta de la verdadera conciencia y orientación del proletariado bonaerense”
44. Atribuye la detención de anarquistas a la intención de “aprovechar la bolada del estado de sitio para desorganizar las sociedades obreras” y matar “un diario valiente”
45. El anarquista individualista Eduardo Gilimón, acérrimo adversario de Ghiraldo, definirá a la insurrección de febrero como un motín militar, señalando que aunque algunos anarquistas habían juzgado el movimiento como un bello gesto de desobediencia al gobierno, otros evaluaban que la “veleidad radical” había sido un desacierto que probaba que la redacción del diario tenía ciertas concomitancias con el Partido Radical
46. PROYECCIONES DE LOS SUCESOS DE FEBRERO
Las convulsionadas jornadas de febrero de 1905 han sido analizado, en general, a la luz de sus proyecciones más notorias: el giro impuesto sobre la estrategia partidaria de la Unión Cívica Radical y la aceleración de los tiempos de la reforma política.
La trama del episodio rosarino devela otras proyecciones y advierte sobre los tempranos y relativamente poco estudiados puntos de encuentro y de fuga entre el movimiento obrero y la democracia de masas.
Las actuaciones de Deolindo Muñoz y Ricardo Caballero indican que el radicalismo rosarino tenía visiones divergentes sobre el carácter de la insurrección.
Sugieren, asimismo, que Muñoz buscaba la creación de un movimiento en torno a su propia figura. La existencia de lineamientos ideológicos de matriz diversa y la emergencia de liderazgos personalistas, como ha sido señalado por Ana Virginia Persello, no constituyen fenómenos aislados en la historia del radicalismo argentino
47. El caso rosarino se distingue por la temprana búsqueda de contactos con las masas trabajadoras. Muñoz apostó a sumar a las organizaciones libertarias.
44 Ghiraldo, Alberto [1905], La tiranía del frac, CEAl, Buenos Aires, 1972, pág.43. El destacado es nuestro. 45 Ibídem. 46 Gilimón, E. G., Un anarquista en Buenos Aires, CEAL, Buenos Aires, 1972. 47Persello, Ana Virginia, El Partido Radical. Gobierno y oposición, 1916-1943, Buenos Aires, Siglo XIX, 2004
Caballero no abonó esa estrategia por las razones que expuso en 1906. Pero la construcción de su propio liderazgo tuvo entre sus ejes principales la incorporación de los trabajadores a las filas del partido radical. Por el lado del anarquismo, el análisis de la evidencia empírica deja sin sustento las hipótesis sobre un involucramiento efectivo con la Revolución Radical. El movimiento libertario acató, evidentemente, la posición orgánica fijada al respecto en los primeros días de agosto de 1904, posición que fue ratificada por Ghiraldo en el momento mismo del estallido revolucionario. De todas maneras, los testimonios de Ghiraldo y de Gilimón sugieren que la solicitud radical debió haber algún tipo de eco. Gilimón postula que esa habría sido la posición de la dirección de La Protesta, acusación que Suriano atribuye a su puja con Ghiraldo por la dirección del movimiento
48. Este, a su vez, manifiesta que la propuesta fue descartada por el proletariado bonaerense, indicación que permite inferir la intención de sugerir que en otras regionales la recepción pudo haber sido distinta. Los votos en disidencia del Congreso de la Federación Obrera Argentina demuestran que existían, en efecto, opiniones favorables a la participación en un movimiento que violentaba principios constitutivos del anarquismo como el antipoliticismo y el antimilitarismo
49. Las deportaciones, las detenciones, la clausura de locales y el cierre temporario de La Protesta señalan que la insurrección radical tuvo efectos por completo negativos sobre el movimiento libertario. El gobierno, claramente, “aprovechó la volada”. Pero no es menos cierto que en Rosario los preparativos de la revolución ofrecieron una impensada herramienta de crecimiento para el movimiento obrero. Buscando “influenciar” a los obreros, Deolindo Muñoz convirtió a El Municipio en el más eficaz de los medios de comunicación de las organizaciones anarquistas.
48 Suriano, Anarquistas..., op.cit, pág 288.49Sobre el antipoliticismo y antimilitarismo del anarquismo, ver Suriano, op.cit, cap.VIII, “El Estado, la ley, la patria y las prácticas políticas del anarquismo argentino”








