Hace unos días me tocó presenciar frente al televisor cómo el periodista de Clarín, Julio Blanck, recomendaba a Axel Kicillof que “en lugar de usar la plata de los jubilados vaya por la renta minera como correspondería a un verdadero progresista”.
Está visto que hasta que Clarín no se amolde a la Ley de Medios estamos dedicados a tratar que no se manipule la población con ese martillo persistente en la cabeza de todos nosotros.
No alarmarse, Clarín hizo cosas peores, por ejemplo, se quedó con Papel Prensa en una mesa de torturas. Demuestra habitualmente que sigue con disposición a los mismos métodos. Hasta ahora, en esta etapa, hemos podido evitar las peores exteriorizaciones.
Pero desenredemos esta bravuconada de Blanck. La frase se las trae.
Primero, el destinatario.
No le habla a la audiencia, no le habla al gobierno, le habla a Kicillof. El socio de Clarín en el negocio del papel y los agroeventos, el diario La Nación, ya dedicó tapas al viceministro con titulares que merecen formar parte del acervo más típico del macartismo. La Nación ya catalogó al funcionario como marxista, judío, nieto del rabino de Odessa. La falsedad del dato histórico no oculta el afán persecutorio y discriminatorio con el que sus cómplices operativos para los negocios, la dictadura, cometió las mayores atrocidades.
No se puede interpretar que el mensaje esté dirigido a Kicillof sin este contexto, entonces, primero, Blanck macartea.
Lo de “la plata de los jubilados” es una falsedad. Construyen el mito, quieren dar la imagen de que hay plata que es de un grupo de la población a la que viene el gobierno y roba. Hacen eso mismo sistemáticamente desde 2008. Muestra de cinismo importante, toda vez que si hay pruebas de algún robo a lo que era un fondo para los jubilados fue por parte de Clarín que extorsionó al conjunto de las AFJP para que compren acciones de su grupo empresario a $30 y que vendieran a $ 6 ocasionando un quebranto de varios cientos de millones al sistema.
Más importante es insistir en que la nacionalización de las jubilaciones implicó un cambio de paradigma. Que el fondo de sustentabilidad no es de los jubilados, es de todos los argentinos y está destinado sí a pagar jubilaciones. Pero esos fondos no pueden quedar inmóviles, hay que usarlos para que produzcan y qué mejor que usarlos en vivienda.
Antes, con las AFJP, las jubilaciones “no existían”, había un sistema de ahorro, en que cada uno de los trabajadores en blanco era obligado a poner un porcentaje de su sueldo en, digamos una “caja de ahorro individual”. Esa caja de ahorro no podía ser tocada por su supuesto dueño hasta que se jubilara. Cuando se jubilara (básicamente) se le devolvía lo que había juntado más la renta que hubiera conseguido su AFJP con sus inversiones, que si todas fueron como las que hizo con Clarín, el final estaba cantado. El importe que tenía que ingresar a las cuentas de capitalización era disminuido por comisiones “de administración” que llegaban a superar el 30%.
Ese sistema jubilatorio había dejado más de 2 cada 5 mayores sin jubilación. Y los que la tenían cobraban mayoritariamente montos bajísimos.
Vale decir que las jubilaciones aparecen para dar respuesta al problema de los ancianos sin cobertura. Si Ud. quiere durante su vida activa ir haciendo un fondito para usar al momento que se retire, puede ser una buena idea pero no es una jubilación. Un sistema jubilatorio debe garantizar cobertura amplia y un mínimo de ingreso digno para todos.
Quienes insisten en plantear la prioridad del 82% por sobre el aumento de las jubilaciones mínimas están priorizando un Estado que potencia la desigualdad social. Para sociedad desigual ya tenemos toda la vida activa. Seguramente los más favorecidos llegarán a su edad avanzada con propiedades y bienes que harán más apacible su vida, si quieren pueden, privadamente, hacer una inversión que devengue una renta mensual. Cuando interviene el Estado estamos autorizados a pedirle que, por lo menos, no aumente la brecha.
Aún así, la nacionalización del sistema se produjo por el desbarranque de las inversiones que hacían las AFJP. Dilapidaron buena parte de los aportes, lo que hacía insostenible aún en sus términos el régimen.
Blanck propone gravar adicionalmente la renta minera. ¿Propone esto? Si se hiciera algo así no es arriesgado sostener como seguro que aparecería cuestionando la inseguridad jurídica de nuestro país.
Para enfrentar corporaciones hace falta poder y voluntad política como ha manifestado este gobierno para enfrentar la concentración de la comunicación. Si hay chances de hacerlo en otras áreas seguramente es en la senda recorrida desde 2003 y no en otra como han dejado recurrentemente de manifiesto los opositores políticos.
Ahora, ¿por qué Blanck pide gravar la renta minera si no quiere gravar la renta minera?
En esta pregunta subyace una clave de estos tiempos cual es la imposibilidad de un debate político. No es posible confrontar proyectos, discutir ante argumentos que no son argumentos, argumentos que son excusas y que van hoy en un sentido mañana en el contrario como si nada, que no tienen un “lugar de enunciación”.
Ubicuos los he llamado en alguna ocasión.
Ubicuidad que se refleja también en que Blanck diga ¡lo que haría un auténtico progresista! Blanck puede decir lo que haría él, lo que haría Clarín, pero si Blanck es quien va a decir lo que haría un auténtico progresista estamos en problemas.
Y estamos en problemas porque la concentración mediática hizo que Blanck dijera hasta no hace mucho qué haría un auténtico progresista.
Afortunadamente, a pesar de Blanck y sus patrones, Argentina tiene hoy una pluralidad, un vigor en las voces que se expresan, que no podrán callar por más que lo intenten.