ARGENTINA / Neoliberalismo, un remedio que agrava la enfermedad / Escribe: Alejandro Robba






Si hace quince días, los titulares hablaban de la peor semana económica del año, la que acaba de terminar podría ser caracterizada por la de mayor volatilidad de 2015. En efecto, entre lunes y martes seguían las malas noticias y la economía mundial continuaba en caída libre, pero a partir del miércoles, la tendencia se revertía recuperando parte de las pérdidas de los días previos. Las oscilaciones de los indicadores de las bolsas mundiales han sido muy intensas, moviéndose a la baja y al alza pero con intervalos elevados y con promedios de alrededor del 5 por ciento.



Hay cierta unanimidad entre los analistas de que las turbulencias han detonado a partir de la devaluación del yuan. Sobre llovido, el nuevo sacudón de las bolsas chinas después de las fuertes bajas de junio pasado, impone que todas las miradas se centren sobre la economía del gigante asiático. Parafraseando la idea del efecto mariposa, aquel que basado en un proverbio chino sugiere que "el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo", nadie hubiera imaginado hace no muchos años atrás que China pudiera tener impactos desestabilizadores sobre la economía mundial, tanto en países centrales como periféricos.

Ya algunos apresurados han salido a advertir sobre un supuesto "efecto dragón" causado por una eventual crisis china, pero son miradas que no se asientan en datos reales sino en especulaciones e improvisaciones. No hay evidencia de que la desaceleración china –en torno al 7% anual– sea el paso previo a una crisis, sino que todo indica que se van cumpliendo los planes del gobierno comunista de estabilizar su crecimiento a tasas menores, un proceso que ellos mismos han denominado "la nueva normalidad".

Si se analiza el crecimiento de la segunda economía del mundo, se observa que las "tasas chinas" ya hace tiempo no están en la góndola del súper. La última vez que experimentaron alzas de dos dígitos fue a mediados de 2011 y desde 2012, su nivel de actividad viene siendo menor al 8% anual.

China planificó este aterrizaje porque previó un mundo con menor nivel de actividad y, por esta razón, modificó sus motores de crecimiento desde las exportaciones y la inversión, hacia la expansión de su mercado interno. Los indicadores dan cuenta de ello. El aumento de los salarios está siendo de alrededor del 10% anual; el ritmo de creación de puestos de trabajo no agrícolas es más fuerte que en cualquier año reciente; a su vez, tanto el ingreso disponible como el gasto en consumo de los hogares chinos están subiendo fuertemente.

Por su parte, el sector servicios motoriza cada vez más la economía, debido a que los nuevos niveles de ingresos están modificando las pautas de consumo, diversificando demandas hacia el entretenimiento, los viajes y otros servicios de mayor gama.

Por el lado financiero, tampoco existen grandes preocupaciones. El yuan ha variado levemente respecto del dólar después de la devaluación, las salidas de capitales continúan a un ritmo moderado y sostenible y la liquidez de los bancos sigue siendo fuerte.

La visión china siempre es la de ir delante de los acontecimientos y, en estos días, tampoco dejó librado a la mano invisible del mercado las fuertes caídas de sus bolsas y colaboró con el sostenimiento del mercado de capitales y financiero incrementado la liquidez del sistema inyectando yuanes por más de U$S 33.000 millones de dólares, además de haber bajado encajes y tasas.

El chino es un modelo híbrido de una economía centralmente planificada que incorpora procedimientos típicos del mercado capitalista, pero que camina por senderos alejados del neoliberalismo. Por su parte, el país que desató la crisis mundial con el vendaval especulativo que motorizó el castillo de naipes de las hipotecas y derivados incobrables, EE UU, en su momento salió a salvar bancos comprando bonos basura y tapizando de dólares al mundo, mientras los monetaristas de acá, allá o acullá no pudieron explicar el bajísimo impacto inflacionario de la maquinita yanki.



Hoy, la principal economía del mundo mejora los niveles de empleo y creció al 3,7% en el segundo trimestre de este año. El caso contrario es el europeo que mantuvo el piloto automático neoliberal y es una región económica y políticamente estancada desde el 2008. Adicionalmente, por si algo faltara, exacerbó las diferencias entre sus socios, con una europeriferia – Grecia es el eslabón más débil pero no el único- alcanzando indicadores de empleo, distribución del ingreso, actividad y endeudamiento que ponen en peligro la viabilidad de la propia zona. ¿Y la Europa neoliberal? Mal, gracias. El FMI prevé 1,3% para 2015 y un 1% en el promedio de los próximos años.

Pero si hay un caso, donde se podría decir que se cambió el caballo a mitad del rio, ha sido Brasil. En los casos de EE UU y China, se vinieron sosteniendo políticas expansivas, mayoritariamente monetarias, en Europa la coherencia fue insistir con el ajuste neoliberal, pero Brasil dejó las políticas expansivas de Lula y del primer mandato de Dilma, por un ajuste ortodoxo típico –devaluación, ajuste fiscal y suba de tasas– como si la crisis de 2008 hubiera dejado de existir. Consecuencias: en el primer semestre del año, el PBI brasileño acumula un descenso del 2,1%, un resultado que no se veía desde el año 2009. El consumo se retrajo 2,1%, la inflación se aceleró y el desempleo se disparó, amplificando en lugar de mejorar la pobre performance del año anterior.

Ya está más que a la vista que desde 2008 estamos en presencia de un conflicto global que vino para quedarse. Nuestro país viene recorriendo el camino de sostener el mercado interno con políticas que implicaron superar el estancamiento del año 2014. Las pruebas en otras partes del mundo son contundentes: el neoliberalismo no es el remedio, agrava la enfermedad.

(Tiempo Argentino, sábado 29 de agosto de 2015)

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