HISTORIA / RaúlGonzález Tuñón: el gran viaje hacia la verdad / Escribe: Alberto Ponzo



Los diversos medios de promoción en nuestro país suelen ser muy injustos y reflejan arbitrarias posturas, al intentar un panorama general de los autores de mayor gravitación en la literatura de este siglo.

Sólo se leen en las publicaciones dedicadas a los escritores, breves e incompletas referencias al recordar las fechas de nacimiento o de muerte.

Si bien nos vamos a dedicar al rescate de uno de los más trascendentes poetas argentinos, a propósito del centenario de su nacimiento (26 de marzo de 1905), en muchas oportunidades hemos publicado notas o ensayos sobre su obra y el profundo significado en estos últimos años.

Quiero decir que, casi siempre y no con amplitud, se recuerda a un gran poeta y queda olvidada su obra al día siguiente.



Su ejemplo, sus experiencias y enseñanzas, la carnadura y el aliento de su trabajo en la cultura nacional (¡tan necesarios para los jóvenes!), se excluyen o permanecen depositados en libros o ficheros.

No sería difícil acumular datos acerca de las publicaciones y la línea estética, con frases esclarecedoras anotadas en las antologías o unos pocos artículos de la prensa.

No es frecuente encontrar la verdadera imagen del hombre, su conducta, sus pasiones y también sus angustias.

¿Quién era Raúl González Tuñón, además de autor de memorables obras poéticas como “El violín del diablo”, “La calle del agujero en la media” y “La rosa blindada”, entre otras que se editaron en Buenos Aires entre 1926 y 1958?

¿Quién era aquel “ángel terrestre”, como lo llamaba David Viñas, que había dicho una vez que “no sabía qué hacer con el mundo que habían puesto en sus manos”?

Las respuestas serían múltiples y sorprendentes: periodista, autor de “páginas impresionantes” para el diario “Crítica” y, sobre todas las cosas, el “Juancito Caminador” de los ámbitos populares, mercados, plazas, corralones, estaciones y puertos.

Decía el crítico Luis Soler Cañás en una emotiva recordación de hace años: “No existe un solo rincón de la urbe que el poeta deje de registrar en versos de factura novísima e imágenes de sueños”.

Pero el autor de “A la sombra de los barrios amados” iba mucho más allá de una mera geografía de Buenos Aires y el barrio del Once donde había nacido.

Se sabe que era un viajero incansable y de ambiciones sencillas, que amaba a todo y a todos, que siempre “quería quedarse y quería partir”, llamado por las luces, las sombras, la belleza o misterio de todos los rincones...

Fueron sus maestros la calle y la gente, la aventura del “gran viaje hacia la verdad que es la vida”.

Por eso estuvo más cerca de los humildes y los olvidados, y muy lejos de “la falsa querella de las generaciones”, según sus biógrafos.

Es así como se lo encuentra a Raúl González Tuñón en los momentos más trágicos de la década del 30, con obreros desocupados y entre los grupos que padecían grandes injusticias.

Por eso también lo reciben en España y se hace querer y respetar por otros grandes de entonces, como Miguel Hernández, Rafael Alberti y Nicolás Guillén.

Inquebrantable en su pensamiento de cambiar la vida y la sociedad, como apuntaba la estética de Rimbaud, en “La muerte en Madrid” Tuñón ha dejado un vibrante documento para una realidad sin conflictos.

A pesar de un mundo que contradice esta utopía, pensamos que bastarían sus palabras, su norma de vida y su purísima moral, para mantener todavía las esperanza “sobre un mundo en que sea, al fin, la libertad el camino de la luz y la fraternidad”.

Raúl

Hijo de una familia de inmigrantes españoles, nació en Buenos Aires, en el porteño barrio de Once, el 29 de marzo de 1905.

De adolescente recorrió buena parte de Argentina.

Su actividad como poeta y su desempeño como periodista comenzaron casi simultáneamente entre 1922 y 1925.

Su primer poema lo publicó en Caras y Caretas, luego surgieron colaboraciones con Inicial, Proa, hasta que finalmente se incorporó activamente a la redacción de Martín Fierro.

En 1925 ingresó a Crítica, para luego colaborar con La Nación, El Hogar, Mundo Argentino, y en 1948 con Clarín.

En 1926 debutó con su primer libro: El violín del diablo, hito inicial que marcó una producción vasta, consciente y constante.

Después de un viaje por Europa surgió: La Calle del Agujero en la Media, libro que lo destacó entre los poetas de su generación.

Durante el gobierno de Uriburu vivió en Brasil.

A su regreso trajo una serie de poemas en donde ya apuntaba su inquietud social.

Fundó la revista Contra, valiente y confusa.

En 1935 lo condenaron a dos años de prisión por su poema “Las Brigadas de Choque” (la sentencia fue anulada debido a la protesta de los intelectuales de Argentina, Francia, España y toda América).

Colaboró en Monde y Comunne de París y allí fue delegado del Primer Congreso Internacional de Escritores.

De su segundo viaje por Europa trajo su libro La Rosa Blindada.

Desde entonces fue un escritor militante, especialmente en las estampas Las puertas del Fuego y La muerte en Madrid.

Juancito Caminador es un personaje creado por él, de profundo y original contenido humano.

Fue un escritor al servicio de su tiempo y de su pueblo.

Su obra fue traducida al francés y al inglés.

Murió en 1974.

Libros publicados

* El violín del diablo, 1926 * Miércoles de ceniza, 1928 * La calle del agujero en la media, 1930 * El otro lado de la Estrella, 1934 * Todos bailan, 1934 * Poemas de Juancito Caminador, 1934 * La rosa blindada, 1936 * Ocho documentos de hoy, 1936 * Las puertas del fuego, 1938 * La muerte en Madrid, 1939 * Canciones del tercer frente, 1941 * A nosotros la poesía, 1941 * Las islas, 1941 * Caprichos de Juancito Caminador, 1941 * Himno de pólvora, 1943 * Primer canto argentino, 1945 * Hay alguien que está esperando, 1952 * Todos los hombres del mundo son hermanos, 1954 * A la sombra de los barrios amados, 1957 * Demanda contra el olvido, 1963 * Poemas para el atril de una pianola, 1965 * El rumbo de las islas perdidas, 1969 * El banco de la plaza, 1977 * La luna con gatillo Selección,1967 * Diálogo de un hombre con su tiempo, Selección de 1965 * Poesía de Raúl González Tuñón, Selección de 1965.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
POEMAS

Casa de remate

Armatostes insignes! Todavía maduros, cuánta vida a su orilla es hoy podrida muerte, cementerio de gestos y voces y cenizas. Armarios, mesas, cómodas, sillones, que fueron vegetal estremecido, aserradero y éxtasis. Guardaron los secretos familiares, como animales fieles y callados y lentos ¡compresivos! El hogar, la provincia, el adorno de los candelabros, la represión sexual y el deseo de los daguerrotipos. Y cuántas frases célebres, cuántos niños prodigio con violines, cuánta vajilla fallecida, cuánto termómetro, cuánta carta con noticias que un tiempo conmovieron, cuánto viaje que nunca realizaron porque, a lo sumo, con los cuadros cirios ardiendo todavía, alguien que sale, alguien a quien se llevan hacia la soledad y los gusanos, hacia la nada activa. Algo de abandonadas estaciones, algo de teatro clausurado, algo de recepción deshabitada, algo de espectro real, concreto espanto, y de naufragio sin naufragio.



LA LIBERTAD

I
De pronto entró la Libertad. La Libertad no tiene nombre, no tiene estatua ni parientes. La Libertad es feroz. La Libertad es delicada. La Libertad es simplemente la Libertad. Ella se alimenta de muertos. Los Héroes cayeron por Ella. Sin angustia no hay Libertad, sin alegría tampoco. Entre ambas la Libertad es el armonioso equilibrio. Nosotros tenemos vergüenza, la Libertad no la tiene, la Libertad anda desnuda. (Y el señor Jesucristo dijo que el reino de Dios vendrá cuando andemos de nuevo desnudos y no tengamos vergüenza.) Hermanos, nosotros sabemos, pero la Libertad no sabe.

II

Hay que ser piedra o pura flor o agua, conocer el secreto violeta de la pólvora, haber visto morir delante del relámpago, conocer la importancia del ajo y el espliego, haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío, haber visto a un soldado con el fusil ardiente, cantando, sin embargo, la Libertad querida. Viva el amor, la vida poderosa, la muerte creadora de olores penetrantes y eso porque uno muere y resucita, la luz sobre los techos de la aurora, sobre las torres del petróleo, sobre las azoteas de las parvas, sobre los mástiles del queso y el vino, sobre las pirámides del cuero y el pan, la gente retornando, una ventana con la bandera en familiar bordado y la exacta ambulancia, con heridos, cantando, sin embargo, la Libertad querida. Hay que ser como el puente necesario, natural como el lirio, como el toro, saber llegar al fondo del silencio, al subsuelo del brote y a la raíz del grito, hay que haber conocido el miedo y el valor, haber visto una mano que agita una linterna de noche, hacia el distante nido de metralla, hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo cantando, sin embargo, la Libertad querida.

III

De pronto entró la Libertad. Estábamos todos dormidos, algunos bajo los árboles, otros sobre los ríos, algunos más entre el cemento, otros más bajo la tierra. De pronto entró la Libertad con una antorcha en la mano. Estábamos todos despiertos, algunos con picos y palas, otros con una pantalla verde, algunos más entre libros, otros más arrastrándose, solos. De pronto entró la Libertad con una espada en la mano. Estábamos todos dormidos, estábamos todos despiertos y andaban el amor y el odio más allá de las calaveras. De pronto entró la Libertad, no traía nada en la mano. La Libertad cerró el puño. ¡Ay! Entonces...

(www.nacionalypopular.com)

Image Hosted by ImageShack.us