El poeta no dejaba de someter su escritura a correcciones múltiples -proceso que sintetizó a modo de balance en una frase: rompí papeles- publicó seis libros en vida, entre ellos Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y Espantapájaros. Oliverio. Nuevo homenaje a Girondo, que publica Beatriz Viterbo a cuarenta años de su fallecimiento, agrega 31 poemas, entre inéditos y dispersos, a una obra experimental que llevó el retorcimiento del lenguaje a su máxima expresión entre el erotismo y un humor negro corrosivo.
Reaparece aquí el Girondo inventor de palabras que ondulan sobre textura surrealista y nos sitúa de cara al absurdo de cada día.
Este homenaje -paradójicamente a un hombre desafecto a los reconocimientos- resulta un material valiosos al incluir, además, un abundante material de cartas, entrevistas, retratos literarios, notas de viaje, caricaturas ignotas, fotos y dibujos del propio Girondo en un recorrido que va de la mirada crítica al apunte biográfico.
Sobresale en el libro el poeta innovador nacido en 1890 (Schwartz corrige el natalicio, ya que se daba como fecha 1891) y el artista animador de la vanguardia, cosmopolita y trotamundo que conecta artistas de distintos países latinoamericanos e impulsa Martín Fierro, revista clave de las nuevas tendencias estéticas.
Faro de esa revuelta contra lenguajes anquilosados que se daba en forma de ismos a nivel internacional, Girondo redacta en 1924 el Manifiesto de Martín Fierro con humor y tono provocador, por un arte nuevo: -Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático, que momifica cuanto toca.
El documento fue publicado en el número 4 de la revista y también impreso en volantes.
No cabe duda del lugar que ocupa Girondo -poeta de ruptura en un lenguaje de gran originalidad que se indaga a sí mismo- como una de las voces mayores de la poesía hispanoamericana, integrando una constelación inicial surgida en los 20, junto a poetas fundadores como el peruano César Vallejo y el chileno Vicente Huidobro.
Ratifica esta valoración Schwartz -doctor en Letras y autor entre otros libros de Las vanguardias latinoamericanas y un anterior Homenaje a Girondo difundido en 1988- aunque, agrega: -cierta crítica académica y testaruda se empecine en catalogarlo como ’humorista’ o en ver en -su última y más lograda poesía meros juegos verbales.
El Girondo que falleció en 1967, y que alcanzó su un punto más alto de inventiva en su libro En la masmédula de 1956 -el último que publicó en vida- fue un compañero de ruta de muchos poetas jóvenes, sobre todo en los ´60.
Son los años en que se lo disputan dos tendencias: los surrealistas de la revista Letra y línea y los invencionistas de Poesía Buenos Aires.
Aldo Pellegrini, una de las muchas voces que pueblan este libro, rememora las visitas a ese Girondo -poeta que vive exclusivamente para la poesía, en reuniones donde se entablaban discusiones interminables sobre cualquier tema.
Pellegrini asistía con varios poetas surrealistas, entre ellos Enrique Molina y Francisco Madariaga.
Por el lado de Poesía Buenos Aires, este homenaje incluye un poema de Edgar Bayley y una nota de Raúl Gustavo Aguirre, quien a partir de una frase de Girondo -rompí papel durante varios años- lo compara con el silencio de Rimbaud o con los papeles que Kafka, quien ordena quemar sus papeles.
Para Aguirre, el Girondo que rompe papeles es la contracara del escritor de carrera que "aspira a su santificación, afirmándose en cambio en la precariedad, en -la palabra rota en el papel despedazado y busca en el silencio nuevos sentidos: la grande y perdurable existencia de Girondo estriba... en esa valentía con que afrontó su destino de poeta.
Entre esos jóvenes que se convirtieron en sus interlocutores, estaba también Francisco Urondo, quien en 1952 lo entrevista para la revista Leoplán.
El texto, incluido en el libro, es un repaso exhaustivo a la obra y al personaje.
En este diálogo Girondo ratificaría su no pertenencia a ismos ni a dogmas: -Yo nunca he pertenecido a escuelas, pero he tratado de beber en lo vivo, no en lo muerto.
Entre otros materiales, de los muchos de este homenaje llama la atención un folleto de casi 50 páginas publicado en 1940 a propósito de la Segunda Guerra.
Aquí, un Girondo urgido frente a la coyuntura alza su voz contra el nazismo, la usura y la entrega de los recursos naturales de Argentina -a manos extranjeras.
Frente a este panorama, -dice un Girondo que habla de -ferrocarriles del Estado y Yacimientos Petrolíferos Fiscales- se pregunta si habrá que -renegar de nuestra condición humana.
Y apunta, contra la indiferencia, el reclamo de esas urgencias: -a ellas debemos entregarnos por entero.
Además, sobresale el prólogo que escriben Girondo y Enrique Molina a la traducción de ambos de Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud, tratando de explicar la experiencia de trasladar al español una expresión -sostienen- tallada en la singularidad tanto como -las graduaciones de un sentimiento.
GIRONDO
Oliverio Girondo nació el 17 de agosto de 1891 en Buenos Aires en el seno de una familia adinerada, lo que le permitió desde niño viajar a Europa, gracias a esto estudió en París y en Inglaterra.
Escribió y publicó desde muy joven.
Participó en revistas que señalaron la llegada del ultraísmo, la primera vanguardia que se desarrolló en Argentina, con las revistas Proa, Prisma y Martín Fierro, en las que también escribieron Jorge Luis Borges, Raúl González Tuñón, Macedonio Fernández y Leopoldo Marechal, la mayoría de ellos del Grupo de Florida que en contraposición al Grupo de Boedo se caracterizaba por su estilo elitista y vanguardista.Girondo fue uno de los animadores principales de ese movimiento.
Y ejerció influencia sobre poetas de las generaciones posteriores, entre ellos el surrealista Enrique Molina, con quien tradujo Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud.
Sus primeros poemas, llenos de color e ironía, superan el simple apunte pintoresco y constituyen una exaltación del cosmopolitismo y de la nueva vida urbana e intentan una crítica de costumbres.
En 1926, en un almuerzo organizado en honor a Ricardo Güiraldes, conoció a Norah Lange, poetisa con la cual se casó en 1943 y con quien emprendería innumerables viajes.
Desde 1934 mantuvo una importante amistad con Pablo Neruda y Federico García Lorca, quienes por esa época se hallaban en Buenos Aires.
A partir de 1950 comenzó también a pintar con una orientación surrealista, aunque nunca expuso sus cuadros.
Su último libro, En la masmédula (1957), es un desesperado intento de expresión absoluta.
Enrique Molina señaló: -Hasta la estructura misma del lenguaje sufre el impacto de la energía poética desencadenada en este libro único.
Al punto que las palabras mismas dejan de separarse individualmente para fundirse en grupos, en otras unidades más complejas, especie de superpalabras con significaciones múltiples y polivalentes, que proceden tanto de su sentido semántico como de las asociaciones fonéticas.
Algunos críticos relacionaron este último gesto vanguardista de Girondo con un libro igualmente desesperado, constructor y destructor del sentido: Trilce, del peruano César Vallejo.
En 1961 sufrió un accidente muy grave que lo dejó imposibilitado físicamente. Murió el 24 de enero de 1967.
OBRAS
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922)
Calcomanías (1925)
Espantapájaros (1932)
Interlunio (relato, 1937)
Persuasión de los días (1942)
Campo nuestro (1946)
En la masmédula (1953)
(www.nacionalypopular.com)