CANCION / Milonga del peón de campo / Escribe: Atahualpa Yupanqui







En 1942, en una peña de Tucumán, Atahualpa Yupanqui conoció a Nenette (Antonieta Paula Pépin Fitzpatrich), una franco canadiense nacida en la Isla de Saint Pierre et Miquelon el mismo año que él. Se enamoraron, convivieron desde 1946, tuvieron un hijo, Roberto Héctor, "el Kolla", y se casaron en 1979. Ella era concertista de piano y compuso la música de varios temas conocidos, como "Indiecito dormido", "Luna tucumana", "El arriero", "El alazán", y "Chacarera de las piedras". Es autora de cuarenta composiciones, firmadas como Paula Pepin o con el seudónimo Pablo del Cerro.

En 1944, durante otra incursión por las provincias del noroeste Atahualpa Yupanqui creó "El arriero". En 1946 debió abandonar Raco, episodio que dio origen a sus sentidas zambas "Adiós Tucumán" y "La añera" para instalarse en Cerro Colorado, Córdoba, año en que se casa con Nenette y nace su hijo Roberto.

En 1947 Atahualpa Yupanqui publicó su novela "Cerro Bayo" que luego se usó como guión para la película "Horizontes de Piedra", con música y papel protagónico del propio Yupanqui. Este film obtuvo el Primer Premio en el Festival de Cine Karlovy Vary de Checoslovaquia en 1956 a la mejor película y a la mejor música. Fue filmada en Tilcara con la dirección de Román Viñoly Barreto y la participación de Mario Lozano, Julia Sandoval, Enrique Fava y Milagros de la Vega. El texto que le dio origen fue traducido al francés, al holandés y al japonés.


Yo nunca tuve tropilla,
siempre en montao en ajeno.
Tuve un zaino que, de bueno,
ni pisaba la gramilla.
Vivo una vida sencilla,
como es la del pobre pión:
madrugón tras madrugón,
con lluvia, escarcha o pampero,
a veces, me duelen fiero,
los hígados y el riñón.
Soy peón de La Estancia Vieja,
Partido de Magdalena,
y aunque no valga la pena,
anoten, que no son quejas:
un portón lleno de rejas,
y allá, en el fondo, un chalé.
Lo recibirá un valet,
que anda siempre disfrazao,
más no se asuste, cuñao,
y por mí pregúntele.
Ni se le ocurra decir
que viene pa´ visitarme:
diga que viene a cobrarme,
y lo han de dejar pasar.
Allá le van a indicar,
que siga los ucalitos.
Al final, está un ranchito,
que han levantao estas manos.
Esa es su casa, paisano,
¡ ahí puede pegar el grito ¡.
Allá le voy a mostrar,
mi mancarrón, mis dos perros,
unas espuelas de fierro,
y un montón de cosas más.
Si es entendido, verá:
un poncho de fina trama,
y el retrato de mi Mama,
que es ande rezo pensando,
mientras lo voy adornando,
con florcitas de retama.
¿Qué puede ofertarle un pión,
que no sean sus pobrezas...?.
A veces me entra tristeza,
y otras veces, rebelión.
En más de alguna ocasión,
quisiera hacerme perdiz,
para ver de ser feliz,
en algún pago lejano.
Pero a la verdad, paisano,
¡me gusta el aire de aquí... ¡.

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