ARGENTINA / Tucumán: los argumentos, la realidad y los proyectos / Escribe: Gabriel Fernández






Tras varias horas de los sucesos acaecidos en Tucumán, cabe realizar algunas reflexiones de fondo. En principio, a los denunciantes de un eventual fraude y a los que se sintieron convocados por el machacar mediático, no les importa el resultado electoral.

Sólo admiten democracia cuando orienta los destinos del país un gobierno ligado al sector financiero internacional, dispuesto a aplicar planes de ajuste. Saben, sabemos, todos entienden perfectamente, que no hay posibilidad alguna de fraude en una diferencia del 14 por ciento.



Muchas personas, que suelen canalizar sus frustraciones responsabilizando al gobierno nacional, estaban esperando un punto de encuentro y los grandes medios, utilizando la jornada electoral como epicentro, se lo brindaron. Podría haber sido una denuncia altisonante, un asesinato de falsa bandera, hasta un error o un desajuste gubernamental genuino.

Lo que anhelaban y anhelan, es movilizarse contra el gobierno. Han odiado, odian y odiarán a los gobiernos nacionales y populares. Desprecian el voto popular que los lleva al gobierno legítimo del Estado. Aún cuando -tal vez especialmente- esa gestión mejore su vida cotidiana hasta niveles que hace una década no imaginaban.

Por eso hablamos de frustraciones: nada hay más duro para un mediocre que una nación en marcha. Allí la queja no tiene lugar y las gateras aparecen abiertas para los que puedan aprovechar el crecimiento económico. Mientras millones de personas han aprovechado este período para estudiar, formarse, construir un sueño, el opositor rezongón promedio se ha estancado en su propia impotencia.

Creemos que este es el modo argumental sincero que hay que desplegar.

Ingresar en un terreno detallista, tratando de demostrar que no hubo fraude mesa por mesa, es vano. Dirán que no, que los controles están arreglados. Insistimos, conociendo la historia electoral argentina: es preciso señalar que no hay posibilidades de fraude ante una diferencia de esa naturaleza. Bien ha señalado Artemio López que el macrismo, sobre todo en su versión bonaerense, está siendo inflado en las encuestas. ¿El objetivo? Decir, en octubre, que había paridad de fuerzas pero que el Frente para la Victoria operó sobre los resultados.

Es una práctica para deslegitimar los comicios nacionales. Una acción antipolítica para proponer una salida anticonstitucional orientada… por los que hundieron el país los 30 años precedentes. Vale repasar las portadas de los grandes diarios y raspar un poco para atisbar su interior en materia de contenidos. Todos hablan de déficit fiscal, del Banco Central, de dificultades estructurales.



En realidad, nuestro país padeció un sisma integral con el ciclo José Alfredo Martínez de Hoz – Domingo Felipe Cavallo. Allí se desnacionalizó, se desindustrializó, se endeudó y se resquebrajó a la Argentina. Dicho sea de paso, con una gigantesca corrupción como la registrada durante la entrega de las empresas públicas. El saldo fue millones de desempleados, la anulación del aparato productivo, el aislamiento internacional.

Hemos presenciado un ejercicio antipopular hacia Octubre. Y aunque no incida tanto en el análisis, queremos señalarlo: con la participación en altavoz de varias fuerzas de izquierda, entre ellas el Partido Obrero. Esta formación denunció, sin un dato en la mano, un “escandaloso fraude” en el distrito tucumano. A decir verdad, escandaloso es argumentar que se defiende a los trabajadores mientras se promueve el intento oligárquico más intenso de los años recientes.

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