ARGENTINA / Nadie recuerda al "pato rengo" / Escribe: Alberto Dearriba






Cristina se está yendo por imperio de la Constitución, pero no huye refugiada en los fueros parlamentarios que la oposición descontaba que usaría para cubrirse, sino respaldada por un escenario institucional diseñado para resguardar poder y proteger su legado, haciendo campaña en favor de sus candidatos y pegándole a sus adversarios de centroderecha. Ya no será la jefa de Estado, pero sí la jefa de la fuerza política que gobernó 12 años y puede gobernar otros cuatro.

No es una huida en desbandada como la de los dos presidentes constitucionales que interrumpieron sus mandatos o el retiro al ostracismo del que, tras dos períodos constitucionales, dejó el agua envenenada. Una encuesta de Poliarquía reveló que la presidenta tiene un 70% de imagen positiva, algo inimaginable para cualquier otro mandatario desde 1983.Es cierto que quedan no pocas cuestiones a resolver, pero Cristina deja en una economía manejable, una sociedad más justa y relaciones internacionales más dignas que aquella de las relaciones carnales. No se sabe claramente cuantos pobres hay en la Argentina porque las estadísticas oficiales están cuestionadas, pero lo cierto es que detrás de un vigoroso proceso de inclusión social, todavía sobreviven millones de seres que reclaman una vida mejor.



Se va sin fueros especiales. Quienes decían que la presidenta buscaría una candidatura para obtener protección frente a un eventual asedio judicial cuando abandone la Rosada, ahora aseguran que no fue candidata a diputada por temor a perder el invicto en el cuarto oscuro. Como si su ego fuera mayor al temor de ir presa por el cúmulo de supuestos delitos, nunca probados, de los cuales la acusan los medios opositores. Tal vez sea más razonable pensar que prefirió retirarse a un segundo plano, pero conservando capacidad de veto e injerencia. La historia dirá si lo logra, o si el fuerte presidencialismo argentino, demostrado por Néstor Kirchner frente a Eduardo Duhalde, opera en sentido contrario.

Se va reteniendo poder. Desde el oficialismo o la oposición, la jefa del FPV tendrá algo que decir en el futuro político. Por de pronto, pobló espacios institucionales con hombres y mujeres de su confianza.Desde el candidato que apunta como futuro presidente, hasta sus eventuales funcionarios, todos tienen algo para devolverle. Su principal alfil, el que hurgó, corrigió y redactó todas las leyes kirchneristas, tendrá un rol destacado en el Senado y Máximo liderará el bloque del FPV de la Cámara Baja,que será otra trinchera del modelo.

Se va pegando a diestra y no a siniestra. En su última aparición televisada desde La Pampa por cadena nacional –de esas que tanto molestan a los medios opositores y a las señoras que quieren ver sus programas- destacó la política federal del FPV para oponerla al porteñismo conservador. Dio datos de que el país retomó el crecimiento y le pegó obviamente a Mauricio Macri cuando dijo que "el país no se gobierno con chamuyo y globitos, sino con números y gestión".

Se va fiel a su estilo fogoso, por el cual muchos la acusan de haber dividido a los argentinos, pero en verdad, lo que algunos no le perdonan son las transformaciones . Por esa mismas razones, otros la apoyan o la aman. El intrascendente Fernando De la Rúa provocó un desastre nacional, pero no una "grieta". La bronca está estimulada sobre todo por corporaciones que perdieron privilegios y se extiende en sectores medios urbanos ganados por el individualismo egoísta y les molesta el ascenso social del vecino más pobre. Nadie percibiría una "grieta", si la presidenta sólo se hubiera dedicado a administrar la crisis y a realizar ajustes. Habría palos, más miseria, atraso y menos derechos, pero no "grieta". Las transformaciones siempre hacen ruido. Cuanto más profundas, más ruido. Los conservadores hubieran querido menos cambio y menos ruido. Y la izquierda hubiera querido más. No pocos le cuestionan al gobierno, por ejemplo, no haber realizado una reforma tributaria y financiera, así como haber tolerado la concentración económica. De haber atacado estas rémoras, la "grieta" hubiese sido mayor.

Se va con obvias heridas. En su último discurso le pegó un palo de campaña al Rulo Losteau, al cual acusó de que "casi nos hace volcar por haber hecho mal los números" de la Resolución 125. De algún modo, admitió errores cometidos aquellos días furiosos de la pelea con el campo. Tal vez el más grosero, fue no lograr despegar a los chacareros más chicos de los pool de siembra y las compañías exportadoras. Pero la defensa de las retenciones es básicamente una causa justa. Se trata de pellizcar una porción de una renta extraordinaria para distribuir mejor el ingreso nacional. Faltó diálogo. ¿Pero alguien cree que se le puede meter la manos en los bolsillos a los más poderosos con buenos modales? Quienes acusan a Cristina de dividir a los argentinos, parecen creer que las corporaciones son capaces de rendirse ante la ley y los buenos modales. Pero esta fogosa presidenta termina su segundo mandato sin lograr la adecuación de Clarín a la Ley de Medios audiovisuales, pese a que la norma fue votada por abultada mayoría en el Congreso en 2009 y declarada luego constitucional por la Corte. Sin embargo, nadie acusa a Héctor Magneto de mal humor por haber gambeteado la ley.




Se va protegiendo el legado. Más allá de su estilo, Cristina deja a una herencia política que le da un lugar en la historia: la centralidad del Estado, la autoridad presidencial recompuesta, la vigencia de los Derechos Humanos, la soberanía en las decisiones externas y la reivindicación de la política son algunos de sus legados. Uno de los más caros es la Asignación Universal por Hijo, que el gobierno intenta blindar ahora mediante una ley de actualización semestral. Cualquier sucesor con un brote neoliberal, no hubiera necesitado del Parlamento para derogarla ya que le hubiera bastado con diluirla con inflación. Una ley nacional que establecerá un ajuste similar al de las jubilaciones, obligará a un eventual reducidor de derechos a otra ley del Congreso. Al menos por un par de años, hasta la elección legislativa de medio término, los intentos derogadores no tendrán quórum.

Se va en campaña y en cadena. En el acto en La Pampa, trasmitido por la cadena nacional, Cristina estuvo acompañada por la fórmula presidencial del FPV, así como por los dos candidatos a gobernadores bonaerenses. Scioli y Zanini, así como Aníbal Fernández y Julián Domínguez, aparecieron sonrientes y amigables. Además de pegarles a los opositores, ella aprovechó para respaldar a candidatos oficialistas que van a elecciones mañana y el domingo próximo. En teleconferencias, Cristina apoyó expresamente a la fueguina Rosana Bertone, al cordobés Eduardo Accastelo; a los candidatos riojanos, al hablar con el gobernador Beder Herrera, y al precandidato pampeano Fabián Bruna, que enfrentará al veterano senador Carlos Verna. El acto demostró que dará pelea hasta el último día, por lo que ya nadie se acuerda del meneado síndrome del pato rengo, la famosa pérdida de poder que aqueja a muchos mandatarios en los últimos días de su mandato.

(Tiempo Argentino, sábado 27 de junio de 2015)

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