Edgardo Mocca es un pensador vibrante de este tiempo. Expone sus ideas, cuestionamientos y convicciones cada noche en la pantalla de la Televisión Pública como panelista de 6, 7, 8. En esta entrevista con Tiempo no hablará de su rol más público, la excusa que convoca es la edición del segundo número de la revista de realidad política nacional e internacional que dirige, Horizontes del Sur. Bajo esa premisa, lo que sigue a continuación es una síntesis del extenso diálogo con un intelectual apasionado.
–¿Qué son esos horizontes de los que habla la revista?
–Horizontes del Sur es una revista con pretensión de mirar la época argentina pero sumamente articulada, entrelazada con las novedades que se van dando en el mundo, de las que dan cuenta desde ex técnicos del FMI hasta el Papa. Una novedad que nos contiene y que va más allá de una coyuntura política en particular. Hay tres secciones que son muy visibles: Mundo, Región y País, con la idea de que el número componga un todo orgánico, que no sea la suma de temas sino que haya un hilo conductor, un relato, como se dice ahora, dentro de la pluralidad y de la muy grande diversidad de enfoques. En este número Livingston reflexiona sobre el tiempo, el espacio, la vida moderna y el hábitat, y Zaffaroni habla del genocidio en América Latina. Hay múltiples instancias de abordaje pero siempre dentro de un hilo conductor, la revista agrupa a gente que piensa que hay una crisis de orden civilizatorio y que tiene que ver con un agotamiento de un modelo que no es solamente productivo sino fuertemente cultural.
–¿Esta es una etapa de consolidación del proceso nacido en 2003 o estamos ante un escenario de acecho, de amenaza, de las fuerzas conservadoras que pretenden revertir lo hecho en estos 12 años?
–Sobre ese acecho podemos decir que estamos por cerrar una escena que es de un extraordinario triunfo de las fuerzas democráticas de la Argentina, algo que no ocurrió nunca: que un proyecto asediado por todas las fuerzas clásicas y nuevas del privilegio, de la reacción política, sin ningún tipo de prejuicios, apelando a todos los tipos de recursos excepto el que no pueden apelar, que es el de los golpes militares, y en eso consiste el drama de las clases dominantes. Hubo levantamiento judicial, la utilización inescrupulosa de la estructura judicial, levantamiento de gendarmes, todo eso constituye el "Plan A" de la derecha después del resultado electoral de 2013 y del verano 2014, con la devaluación forzada, con los levantamientos policiales, con los saqueos, es decir, había y hay tres patas del proyecto de la derecha. Uno es la desestabilización económica, el ataque especulativo a la moneda; el segundo, el desorden callejero lo más incontrolable posible, un ensayo del plan, no para imponer un candidato en 2015, sino lograr un escenario de retirada de Cristina Kirchner del poder político en las condiciones más ominosas posibles, que creara la necesidad social de un shock, que termine con el caos. Ese era el objetivo más visible, pero había otro: que la primera experiencia en décadas en desafiar al neoliberalismo en la Argentina terminara de la peor manera para que a nadie se le ocurriera pensar en el regreso a una instancia de esa naturaleza. Y el tercer elemento eran las querellas internas en el peronismo, por eso Hugo Moyano y sus paros trimestrales, que logran crear una idea de un cierto sindicalismo peronista. El "goldenboy" de esa estrategia era Sergio Massa, con la capacidad de reclutar y hegemonizar a ese sector. Si este proyecto ha podido triunfar es porque ha hundido en un mismo proyecto la audacia de una élite política con una gran audacia política y sentido de época y una estructura territorial del partido justicialista. –¿Cómo este grupo audaz, como lo define, pudo articular con el sector territorial, del PJ clásico, más conservador?
–Por la crisis, que amenazó entre diciembre de 2001 hasta la pseudo solución de la crisis justicialista con tres candidatos, y la emergencia de Néstor de esa crisis, amenazó con barrer el sistema de partidos políticos. Y no iba a ser el primer país del mundo y mucho menos de América Latina al que barrieran. Para cerrar el concepto anterior: estas horas en la Argentina son de vigilia porque el plan de desestabilización sigue vivo, aunque es muy problemática su aplicación, pero no hay que darlo como un capítulo cerrado.
–En estas horas de la Argentina, se abre una escenario electoral para el FPV con características distintas a los que se dieron en estos 12 años, con Daniel Scioli candidato, con sus particularidades, que son distintas a las de los Kirchner.
–La configuración del Frente para la Victoria en esta elección no es una simple continuidad con las formas que el FPV asumió las pujas electorales anteriores. Es la coalición de hecho que es el kirchnerismo, entre un núcleo con voluntad transformadora y una estructura que garantiza gobernabilidad, y el peligro de reducción del impulso kirchnerista a un grupo contestatario, una tendencia a la testimonialidad, un ala izquierda del movimiento pero escindida de la posibilidad de influir en el poder. Es muy importante porque si no, sería una profunda derrota no sólo en la Argentina sino con profundas repercusiones en Brasil, en Ecuador, en Venezuela. A mí me parece que es lo que se expresa y no va a depender de la voluntad de Scioli y de Zannini, lo dejó claro Zannini hace pocos días, va a haber un gobierno expresivo de diversas tendencias y expresiones con un compromiso asumido en la continuidad del proyecto nacido en 2003 y con presiones no pequeñas, externas e internas, para ir torciendo el rumbo.
–¿Cómo ve el futuro de ese cuerpo de elaboración intelectual, cultural y de medios que se dio durante este proceso política en la Argentina de cara a lo que viene a partir de 2016?
–Está planteada hacia futuro la cuestión cultural. Esa batalla cultural asumió formas concretas, de calidad estética en los medios públicos, y de definición política latinoamericanista, federal y popular que hacen que este período político se distancie, en este punto, de cualquier otro proceso. El futuro de la cuestión cultural, comunicativa es inseparable del futuro político de la argentina. A cualquiera que se le ocurra que se puede seguir avanzando en un proyecto de desendeudamiento, de reindustrialización de un país, vaciando al sector cultural nos está mintiendo. Es inevitable que un proyecto de transformación tenga su relato político y sus herramientas de comunicación. El test del próximo presidente es qué hará con la cuestión cultural.
(Tiempo Argentino, domingo 12 de julio de 2015)