En diversos niveles, frente al fuerte peso político de algunos gobiernos de la región que cuentan con amplio apoyo electoral, se ha buscado unir a las variadas oposiciones en un solo haz político. Ocurre en provincias, municipios y naciones. Un caso muy conocido es el de Venezuela, y en nuestro país se ha dado el varias provincias, si bien no a nivel nacional. Los intentos de algunos políticos por forjar tal unidad, como sucede con Massa y Cobos, se han encontrado con una decisión fuerte del PRO, que prefiere mantener la independencia política frente al massismo (si bien ya está en alianza con el radicalismo, con fuerte tendencia a que Macri pueda ser finalmente el candidato presidencial).
Estas alianzas no siempre llevan al triunfo electoral: puede recordarse el desempeño infértil de la rara sociedad entre Ricardo Alfonsín y De Narváez. En el conocido caso venezolano, nunca la oposición -reunida tras la figura de Capriles- pudo ganarle a Chávez o a Maduro.
Por supuesto, este tipo de reunión de lo heterogéneo en una sola opción electoral, implica logros pero también costos. Lo que se obtiene nunca es la suma aritmética de los diferentes grupos reunidos; muchos votantes no se sienten contenidos por el candidato (o los candidatos), y finalmente optan por otra lista, o por no votar. Resulta obvio que hay un sector del radicalismo que, calladamente, está más cerca de Stolbizer que de Macri, y que ello orientará su voto.
Es que no se ha pensado -sobre todo por parte de la presión mediática realizada hacia la política, sin cuidado de la singularidad institucional de esta-, que la unidad reduce la pluralidad. Dicho de otro modo, que cuanto más se unifica la diversidad política, menos puede expresarse democráticamente esa diversidad. De tal modo, la imposición relativamente monocolor a un amplio espectro de posiciones políticas, conlleva un fuerte déficit en la expresión democrática de la pluralidad social y cultural.
No sólo esto: aún sin haber llegado al gobierno, en Venezuela la "oposición unificada" no está unificada realmente. No se puede, por vía de alquimia, convertir la diferencia en homogeneidad. Un escrito producido por el Dr. J.Alzuru, docente de la Univ. Central de Venezuela, es claro al respecto. El referido académico -destacado profesor de posgrado y ferviente opositor al gobierno venezolano- en un artículo reciente difundido por Internet, advierte que la oposición debe aprender a soportar sus diferencias. Resulta que, por ej., un grupo socialdemócrata reclama mejores planes sociales que los del gobierno, y la derecha liberal -presente en la misma alianza opositora- se opone a ese pedido. Los liberales piden menos gasto estatal, pero la izquierda pide más. Alzuru recomienda dejar que cada uno haga a su manera y sostener unidad sólo en los grandes temas, pero eso suena más a deseo imaginario que a posibilidad efectiva. Lo diverso es diverso, y la idea de juntar agua con aceite, no lleva a soluciones reales ni a nada que funcione.
En Argentina tuvimos el desastroso gobierno de la Alianza, e incluso lo que hoy algunos proponen es todavía mucho más variado: no es alianza de dos o tres agrupacionews sino de casi todas, quitando solamente -por supuesto- al oficialismo. Ello llevaría a problemas de coherencia como los de la Alianza que estallaron en el año 2001, y además los presentaría agravados, multiplicados y combinados.
Es que el problema para una unidad de lo muy diferente no es sólo ganar elecciones, sino es -luego- poder gobernar. No es evidente que se vaya a ganar, pero más complicado es lo que viene luego. Se promueve una heterogeneidad irresoluble, la mezcla y oposición de intereses diversos al interior de un mismo gobierno, los conflictos permanentes y la imposibilidad de acuerdos mínimos de gobernabilidad.
No toda unidad es posible. Cuando desde ciertos emporios de comunicación, con poco cuidado por la política, se pretende dar órdenes a los políticos sobre qué tienen que hacer, uno se pregunta qué pasaría si los políticos intentaran dar órdenes a los periodistas, o a los medios como instituciones. Qué pudiera ocurrir si se sugiriera, por ejemplo, a todos los conglomerados mediáticos, que ellos tienen que resignar sus diferencias empresariales y de línea editorial, y formar un núcleo empresarial único.
Seguramente estas empresas se verían violentadas en su lógica propia; hay que advertir que igualmente se ven violentados muchos personajes políticos cuando, desde fuera de la arena propiamente partidaria, algunos llaman a promover unidades que van más allá de lo lógico y lo coherente.
Sin dudas que analizando el gobierno de la Alianza en nuestro país hasta el actual caso venezolano, tenemos espejos varios en los cuales mirarnos.